El crimen de Gamarra: la impunidad continúa
El 16 de octubre de 1982 Victoriano Agiriano Kortazar y María Angeles Barandiaran Larrañaga, ambos vecinos de Bergara, fueron tiroteados por la Policía a las afueras de Gasteiz, supuestamente, por saltarse un control policial. Bergara vivió una jornada de huelga general, concejales se encerraron en el Ayuntamiento de Gasteiz y testigos de la masacre «se echaron atrás por amenazas». A día de hoy, solo existe la versión policial y no se ha investigado más el caso.
El 16 de octubre de 1982, Gasteiz fue escenario de uno de tantos capítulos en la larga historia represiva de las Fuerzas de Seguridad del Estado en Euskal Herria. Las víctimas: Victoriano Agiriano Kortazar y María Angeles Barandiaran Larrañaga, matrimonio domiciliado en Bergara (Gipuzkoa), eran propietarios de una agencia de transportes y tenían cinco hijos. El crimen ocurrió en Gamarra.
La versión oficial de la Policía Nacional habla de que el 16 de octubre, sobre las 21:30 horas, un vehículo Seat 127, matrícula de San Sebastián, no respeta las señales de un control de la Policía Nacional. Fuentes policiales explicaban a los medios de comunicación que los dos ocupantes sufrieron cuatro impactos de bala, disparados con un fusil Cetme, resultando muertos en el acto.
Desde el Gobierno Civil aseguraban que la Policía Nacional realizó señales para que se detuvieran pero que «los ocupantes del vehículo hicieron caso omiso de las advertencias. Como consecuencia, uno de los integrantes del equipo policial efectuó varios disparos con su Cetme que alcanzaron a los ocupantes del vehículo y resultaron muertos en el acto».
Sin embargo, a pesar de que la Policía Municipal, en cuanto se enteró de lo ocurrido, ofreció a la Policía Nacional sus servicios de grúa, ésta rehusó la ayuda y retiró por sus propios medios el coche que, al parecer, presentaba cuatro impactos de bala. Inmediatamente después, el vehículo fue trasladado por la propia Policía Nacional a comisaría. En dependencias policiales, fuentes policiales hablaban de que «se procedió a requisar el alijo de tabaco que contenía en su interior».
Según fuentes oficiales, la inspección del vehículo ofreció como saldo siete cajones de tabaco, que contenían un total de 3.500 cajetillas de Winston americano, que iban disimulados mediante bolsas o tela de color azul con tela corrediza. Asimismo, fueron encontradas 20 cajas de puros de la marca Rosi.
«Un accidente le puede pasar a cualquiera, pero esto no fue un accidente. Hay que decirlo claramente: fue un asesinato porque eran personas indefensas», relataba en julio de 2016 Iñaki Agiriano, hijo del matrimonio abatido por la Policía.
La huelga general que paralizó Bergara
La respuesta no se hacía esperar. El 18 de octubre, lunes, una huelga general paralizaría Bergara en una jornada histórica. HB, KAS, EMK y Gestoras Pro-Amnistia la llamaban por un lado. Por otra parte, EE-IPS también realizaba una convocatoria de paro general de 24 horas.
El diario Egin titulaba: «Paro generalizado ayer en Bergara» (en referencia al lunes 18): «Hacía mucho tiempo que no se registraba en la zona una huelga tan extensa». La huelga, que comenzó con asambleas de trabajadores, afectó a todos los sectores de la localidad guipuzcoana. Estudiantes de Bergara también se sumaron a la convocatoria, cuando solo habían transcurrido 48 horas de las muertes de Victoriano Aguiriano Cortaza y María Angeles Barandiaran.
Al grito de «Policía Asesina» y «Herriak ez du barkatuko», la manifestación de las 12:00 congregó a más de 3.000 personas. El día anterior miles de personas ya se habían manifestado en Bergara y en otros pueblos de la zona.
Una vía penal que se echó atrás por amenazas
En un principio se abrió una vía penal. Dijeron a los hijos del matrimonio que, por lo visto, hubo testigos «pero se debieron de echar atrás por amenazas». Aquella vía penal se archivó y el caso se quedó en el más absoluto de los olvidos. Años después, recibieron «una mísera indemnización, una especie de limosna para que nos calláramos».
Aunque en un principio se dijo que Victoriano Agiriano Kortazar era un «delincuente habitual», fuentes oficiales reconocieron que la víctima no tenía antecedente alguno. Tan solo una detención el 8 de septiembre de ese mismo año, también en Gasteiz. La razón: localizaron, supuestamente, en el vehículo que entonces transportaba Victoriano Aguiriano, unos paquetes de dudoso contenido, origen y destino. Al parecer, el detenido se dio a la fuga mientras era trasladado a comisaría, aprovechando un descuido de la policía, que le escoltaba en dos coches Z.
Ambiente tenso en Gasteiz
En Gasteiz, lugar de la masacre, las movilizaciones también tuvieron su eco. Los institutos Ramiro de Maeztu y Federico de Baraibar pararon el lunes 18 y lo mismo haría la Escuela de Comercio. A las 11:30 horas de ese día, un total de 150 estudiantes se manifestaron por el centro de Gasteiz; la convocatoria de la noche, sin embargo, no tuvo tanto éxito ya que la Policía abortó cualquier posibilidad de movilización.
Mientras que el obispo de Donostia, monseñor Setién, pedía «el esclarecimiento de los hechos por posible abuso de poder, negligencia o irresponsabilidad», la tónica era bastante diferente en la capital alavesa. Horas después del paro general, los concejales de Herri Batasuna en Gasteiz comenzaban un encierro en el salón de plenos de la Casa Consistrorial. En la fachada del Ayuntamiento se pudo ver ese mismo día una pancarta bajo el lema «Concejales de HB encerrados contra asesinatos de Gamarra», que avisaba a todos los viandantes de que se estaba llevando a cabo dicho encierro.
El motivo de este encierro era que el alcalde José Ángel Cuerda había negado la celebración de un pleno extraordinario: «Con la comprensión y el respeto debido a los encerrados, me ratifico en la no procedencia de celebración de un pleno extraordinario».
Reconocimiento tardío y sin reapertura del caso
El suceso fue olvidado por las autoridades y solo ahora se abre una vía para reconocer la vulneración que les impidió regresar a su hogar con sus hijos. «No tuvimos contacto con ninguna institución. Como ocurre en todas partes, la sociedad siempre está por encima de las instituciones, que eran las que en ese momento nos tenían que haber dado apoyo. La gente de Bergara se portó de manera admirable», relata el hijo.
A pesar de ello, considera que el reconocimiento recibido en 2016 por el Ayuntamiento de Gasteiz llega tarde: «34 años tarde. Nos lleva a pensar que las únicas víctimas que importan son las de cada uno. Es algo que da rabia».
Pero, por encima de todo, lo que demanda la familia es la reapertura del caso, que se investigue. «A mí lo que verdaderamente me gustaría saber es lo que pasó exactamente. Solo contamos con la versión oficial, pero aquí las versiones oficiales ya sabemos cómo son».
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