A nuestra ciudad: que no nos vuelvan a dejar en la calle
Escrito firmado por un grupo de 23 de personas sdel centro habilitado en Lakua para personas sin hogar, ha firmado un escrito donde exigen al Ayuntamiento recursos y que no se les vuelva a dejar en la calle.
Ante todo, nuestro máximo reconocimiento a la labor tanto del voluntariado como del grupo de trabajadoras y trabajadores sociales de la Cruz Roja: vuestra infinita paciencia, permanente sonrisa, el apoyo y cariño que nos habéis dado será algo que jamas olvidaremos. Un millón de gracias, de todo corazón.
Tres meses, pasan ya de los tres meses que una buena parte de las personas ‘sintecho’ de Gasteiz estamos confinadas por la puñetera ‘pandemia coronavírica’. Primero en aquel indecente ‘polideportivo’ de Pío Baroja (entre otras lindezas, un wc para 26 personas), para pasarnos posteriormente hace ya más de 70 días a que nos estabularan en el frontón de Lakua. Estabuladas y estabulados, sí: como el ganado en invierno.
Recogidos en un pabellón desayunando café más seis galletas, comiendo puré y pescado y cenando pescado y puré… salvo excepciones, que las hay… excepcionalmente. Bueno, y pollo y pavo, y pavo y pollo, cuando viene. Van ya cien días así, 50 personas, juntas no: hacinadas. Durmiendo sobre ‘camas de campaña’ ideadas para acomodamiento provisional en situaciones de emergencias puntuales (incendios, inundaciones…), es decir, para pasar sobre ellas 5-6 días como máximo. A exactamente metro y medio las unas de las otras, sin intimidad ninguna (un biombo separativo, un panel que haga de pared), sin lugar donde dejar nuestras cosas (ahora al menos tenemos taquillas).
Así llevamos ya cien días, con sus puñeteras noches: imposible dormir más de cuatro o cinco horas seguidas entre quienes gritan en plena noche por sus pesadillas, los ronquidos, los puñeteros móviles, el atronador y desquiciante ruido del ¿aire acondicionado?…
Tres meses largos ya, cada cual de nuestro padre y nuestra madre. Distintas nacionalidades, problemas siquiátricos, personas tóxico-dependientes o alcohólicas, desarraigadas, paradas y mayores excluidas del sistema laboral… Y van ya más de tres meses. Cien largos días…
Humilladas y humillados: hasta hace tres semanas, si queríamos salir a comprar tabaco o un refresco teníamos que hacerlo a poder ser “en grupo”, y siempre “acompañadas” por alguna persona voluntaria de la Cruz Roja con su vistoso y llamativo chaleco rojo. Nos limitaron las zonas “recreativas” –un jardín interior sin un toldo, carpa o velador donde poder estar o fumar cuando llueve– pues “los vecinos se quejan” de que nos ven… desde sus ventanas. “Leprosos”, nos han llamado… Así, más de tres meses ya.
Y pese a todo, lo hemos soportado. Todo eso, la muerte de nuestra compañera Yolanda (causas ‘naturales’, sí, pero si este no es lugar para nadie, menos para una persona con sus problemas de salud y psicológicos. En cualquier caso, el dolor fue inmenso). Hemos lidiado con ataques de ¿compañeros? pasados o faltos de alcohol u otras drogas, con trastornos y arrebatos mentales… Todo lo hemos sabido encauzar. Lo hemos sobrellevado, y, para la disparidad y cantidad de personas (hasta 50) que aquí nos hallamos recluidos hemos tenido un numero de incidentes asombrosamente bajo. Hemos pues demostrado que podemos, y sabemos, llevar una convivencia pacífica. Que no somos bestias, que sabemos guardar las formas y cumplir las normas por muy abusivas que estas hayan llegado a ser.
Vamos, que no resultaría tan complicado ‘reintegrarnos’ en esta, nuestra sociedad… Tan sólo necesitamos lo mismo que antes de la pandemia: ser debidamente atendidas y atendidos en ‘nuestros’ servicios sociales; un techo, fundamentalmente, y apoyo o seguimiento para quienes lo precisemos; tratamientos contra nuestros malos hábitos –a cambio de dicho techo–; oportunidades laborales; una siquiatría que no se base exclusivamente en ‘empastillarnos’ permanentemente…
Más, ahora que por fin esta pesadilla va llegando a su final, nos sentimos tremendamente angustiados y angustiadas con nuestro futuro. Tras múltiples promesas (“se realojará a todas las personas”, “habrá planes específicos de reinserción”…), lo cierto es que pese a las mentiras de los responsables máximos de los servicios sociales del Ayuntamiento de Gasteiz, estos continúan con la misma dinámica que antes de la pandemia: no nos escuchan ni vienen por aquí, y cuando muy raramente lo hacen (3 veces, una hora cada vez) es para darnos largas…
¿Se dan cuenta dichos servicios sociales de la oportunidad única que han tenido durante estos más de tres meses para hacer un seguimiento personalizado de nuestros problemas? Nos han tenido juntas a la mayoría de las personas usuarias… ¿Por qué no han venido a vernos, ha preguntar qué es de nuestras vidas, pensar que solución se puede plantear a nuestra situación persona a persona? De aquí, ¿a dónde se supone que iremos? ¿Otra vez al Aterpe, a Casa Abierta, al soportal, a aquel cajero automático?
Nosotras pensamos que una crisis tan grave como la vivida se podría al menos aprovechar para solucionar en gran medida otra grave situación, ésta cotidiana: darnos al menos una oportunidad para reengancharnos a la sociedad, salir del agujero a que situaciones diversas nos empujaron. Sacar algo positivo para nosotras y nosotros, y para el resto de la ciudad.
Tan sólo pedimos que, tras estos más de tres meses, no nos coloquen de nuevo en la casilla de salida: no volver a la calle, a la miseria económica, al desprecio y el olvido… Tan sólo pedimos una oportunidad. Creemos sinceramente habérnosla ganado tras los más de tres meses, los más de cien días ya. Que no nos vuelvan a dejar tirados.
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