Aiaraldea, cuando un disparo no es la excepción
En una semana marcada por el ataque fascista contra una familia de la Izquierda Abertzale de Amurrio, hay quienes marcan esta agresión como un hecho aislado. Pero, ¿ha sido así? ¿Es una excepción? Torturas, detenciones, disparos, muertes o seguimientos policiales marcaron la decada de los 80 y los 90 en Aiaraldea y no ocuparon las portadas de los telediarios o de los grandes medios.
Ha sido, sin lugar a dudas, una de las noticias de la semana y de comienzo de año en Araba y Euskal Herria. El 6 de enero disparaban una bala de 9 milímetros contra una casa de una conocida familia de la Izquierda Abertzale en Amurrio. Mientras se organizaba la respuesta ante este ataque fascista, se conocían más datos: la Ertzaintza había identificado y detenido principal sospechoso del atentado, un ex-agente del Cuerpo Nacional de la Policía retirado que el pasado jueves por la mañana era detenido pero que el juez dejaba dejarlo en libertad sin imputarle ningún cargo por el disparo.
En la casa del agente de 74 años, la mañana del jueves se incautó un arma (en total 30) que supuestamente se utilizó para atentar contra la familia y munición. Un arma “no reglamentaria”, ya que la utilizada en el servicio fue devuelta a la hora de la jubilación. Mientras tanto, “incontrolados” o “ataques aislados” fueron unas de las palabras que se pudo leer en los medios del Estado español, pero, ¿era este agente un incontrolado? ¿Es la primera vez que se da un ataque fascista del mismo estilo en Amurrio y en toda la comarca (Aiaraldea)? A continuación, repasamos parte de los casos que no han ocupado telediarios pero que las vecinas de Aiaraldea los tienen grabados a fuego y, por desgracia, a sangre.
La buena suerte por bandera
Año 1980, Amurrio acoge el Amnistia Eguna. La localidad alavesa fue escenario para que la Guardia Civil disparara fuego real contra los asistentes. La fortuna quiso en aquella ocasión que nadie resultase herido de bala.
Otro episodio en el que agentes del Instituo Armado dispararon contra un vecino del municipio ocurrió el 22 de febrero de 1986. Aquel día, un vecino de Okondo identificado como J.P.N. transitaba en estado de embriaguez entre Urduña y Amurrio, y fue ametrallado a la entrada de la localidad tras saltarse inadvertidamente un control de carretera que había colocado la Guardia Civil. El ataque destrozó las ventanillas del vehículo, la carrocería, así como las cuatro ruedas, que quedaron agujereadas por los impactos de bala que, por suerte, no afectaron al conductor.
21 denuncias de torturas en una decada
Lo que no resultó tan sencillo para muchos vecinos de Aiaraldea fue escapar de los malos tratos policiales durante las numerosas redadas que se repitieron en la decada de los 80. En todo el valle, fueron más de 90 los vecinos detenidos durante esa época, siendo 21 los que presentaron denuncias por torturas en el mismo periodo.
Uno de los datos más graves y con mayor repercusión fue el de Bixente Malaxetxebarria, alias Baskito, vecino de Laudio detenido el 22 de enero de 1986 junto a otras siete personas. Malaxetxebarria apenas pasó un día entero en dependencias de la Policía Nacional en Gasteiz antes de ser puesto en libertad. Ahora bien, en ese franja de tiempo padeció gravísimas torturas que requirieron atención clínica y que le obligaron a recibir tratamiento psiquiátrico durante dos años.
Los agentes que torturaron a Baskito fueron identificados y juzgados, aunque las condenas no pasaron de ser simbólicas. Por el contrario, las secuelas padecidas por Malaxetxebarria le acompañaron toda su vida, como una afección de tímpanos o los constantes dolores de cabeza que desembocaron en un aneurisma que le postró en una silla de ruedas desde 1996 hasta su muerte (2007).
La dispersión y la muerte, cara a cara
Pilar Arzuaga y Alfonso Isasi murieron el 1 de julio de 1990 en un accidente de tráfico en Pola de Sanabria (Zamora), cuando se dirigían a visitar a Maribi Ramila, presa de Laudio encarcelada en Ourense. Este fue el primer siniestro provocado por la dispersión de los presos vascos, aunque con aterioridad dos familiares de Tolosa habían perdido la vida en el trayecto hacia un juicio celebrado en Madrid. Durante los próximos años, la política de dispersión se ha llevado por delante la vida de otras 14 personas -16 en total-, siendo la gasteiztarra Natividad Junko la última en perder la vida un 22 de diciembre de 2007 en Alfaro (La Rioja) camino a la cárcel de Teruel.
Alfonso Isasi era familiar de quienes sufrieron el pasado 6 de enero de este mismo año el ataque con disparo de bala en su propio domicilio. “La tercera bandera que tenemos en casa dice Euskal Preso Politikoak Euskal Herrira, porque es un grito unánime de este pueblo y que en nuestra casa tiene un sentido muy especial porque hace 28 años la dispersión se llevó por delante la vida un familiar”, afirmaba la familia Isasi Landa-Azkarraga Biguri horas antes de la manifestación del pasado martes.
Aitor Latorre, un cóctel de amenazas y agresiones
Un caso que no pasa desapercibido en el pueblo es el de Aitor Latorre. Cuando apenas era mayor de edad se convirtió en la diana de las agresiones fascistas de la cuadrilla de Aiara a finales de los 80 y comienzos de los 90. Hijo de una exiliada, fue repetidamente atacado por individuos que, en ocasiones, no ocultaron su condición de policías.
En un corto periodo de tiempo, Latorre padeció todo tipo de presiones y ataques que buscaban obtener infromación acerca de la juventud de Aiaraldea. Aunque su caso no fue el único de esta naturaleza ocurrido en Euskal Herria durante esta época, el que fuera vicelehendakari del gobierno de José Antio Ardanza, Ramón Jauregui, tuvo que reaccionar públicamente: “Sinceramente, pienso que pueden ser unos locos o gente que se lo está montando muy bien”, aseguró el político del PSOE que por aquel entonces al frente de la Delegación el Gobierno de España en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa.
Agresiones padecidad por Aitor Latorre en menos de dos años:
- 1989 | Amenazas de muerte por escrito (20 de marzo); asalto de su vivienda y registro de sus pertenencias (4 de abril); rotura de cristal de su ventana y disparos (18 de abril); nuevas amenazas (25 de abril); asalto en su vivienda, golpes y cortes en su rostro (28 de abril); nueva agresión (5 de mayo); reiteradas amenazas de muerte (15 de mayo); cortes en el pecho con una cuchilla (31 de agosto).
- 1990 | Seguimiento desde un vehículo (25 de septiembre).
Aitor Latorre, en el libro No les bastó Gernika:
En aquella época yo trabajaba en dos organizaciones y mi ama se encontraba exiliada política. Con este cóctel de condiciones, creo que el enemigo apostó por ponerme las pilas e intentar sacarme información que ellos pensaban que podía tener.
Con el tiempo llegó el momento de intentar hacer la vida como antes y recuerdo que un día abrí la puerta del portal y al de unos segundos el temporizador de luz se acabó, se quedó todo a oscuras. Me cagué por las patas, el corazón salía de mi pecho, no podía respirar hasta que volví a dar al interruptor del portal, corrí escaleras arriba y me metí en casa cerrando la puerta con llave y rompiendo a llorar del miedo que había pasado por una tontería. Ahí me di cuenta que me quedaban muchos años de pesadillas por sufrir.
También reconozco que a estas situaciones les saqué su lado positivo porque, sin querer, el enemigo me obligó a desarrollar otros sentidos que en su día y hoy valieron y valen como armas contra ellos.
Dos paquetes bomba en cinco semanas
Los ataques también llegaron a las instituciones, alcanzando a los representantes de la Izquierda Abertzale en el Ayuntamiento de Laudio, donde HB fue la fuerza más votada. El 13 de marzo de 1990, Pablo Gorostiaga, alcalde del municipio, recibió un paquete-bomba simulado; cinco semanas después fue Xabier Pérez de Heredia, concejal de la misma formación, el que recibió un paquete similiar.
Anteriormente ya habían recibido dos misivas amenazadoras, al igual que un tercer concejal de la corporación, que recibió una carta amenazante firmada por los GAE, Grupo Antiterroristas Españoles, y acompañada de una bala.
La sede de Herri Batasuna de Laudio tampoco se libró de todo tipo de ataques. Aunque el ataque que registró mayor protección pública fue el asalto del 12 de julio de 1993, en el que se robó diverso material político e información acerca de las actividades y miembros de la Izquierda Abertzale en Aiaraldea.
Marisol Mujika, la brigadista que contemplaba la lucha armada con recelo
El 30 de marzo de 1991 fallecía Marisol Mujika, tras otro episodio grabado con fuego en Aiaraldea. Marisol Mujika era miembro de Iraultza y ese día le explotaba el artefacto que pretendía colocar en una de las oficinas del INEM en Sestao. En esa misma acción también perdieron la vida Jesús Fernández y Rosa Díez.
Aunque Mujika nació en Ermua, llevaba un largo tiempo asentada en Laudio. A pesar de ello, buena parte de sus últimos años de vida los pasó en Nikaragua como brigadista. A su vuelta optó por la lucha armada a pesar de que, hasta aquel momento, la contemplaba de un modo receloso. “Es la única salida frente a un sistema que siempre nos ata de alguna manera, y que nos tiene completamente amarrados”, aseguró.
En 1993, el secuestro por parte de ETA de Julio Iglesias Zamora, ingeniero y sobrino del propietario de la empresa Ikusi, motivó la activación de la campaña del lazo azul por parte de Gesto Por La Paz. Consistió en celebrar concentraciones semanales en los pueblo donde el colectivo tenía implantación durante el tiempo que se alargase el cautiverio.
La dinámica, que contaba con apoyo institucional, se repitió en cada secuestro posterior. Esto generó las respuesta de otra iniciativa que bajo el lema Euskal Herria Askatu, denunció las violencias procedentes del Estado y que no tenían cabida en las reivindicaciones de Gesto Por La Paz. Las consecuencias fueron inmediatas: grabaciones, cargas y detenciones semanales. Además, también hubo multas millonarias para gran cantidad de vecinos.
En relación a estas cargas policiales y detenciones, estos fueron unos de los nombres de Aiaraldea que terminaron en los calabozos: Joseba Ibarluzea, Inma Mendieta, el ya citado Aitor Latorre, Iñaki Garcia, Amaia Nuñez, Aitor Goikoetxea, Gaizka Amorrortu, Josu Zabala, Mario Corral o el también mencionado Pablo Gorostiaga.
22 millones de pesetas en multas a 38 vecinos
La aplicación de la Ley Corcuera generó un incremento en las sanciones económicas aplicadas contra ciudadanos vascos por participar en movilizaciones o pegar carteles. Solo en Laudio, 38 vecinos recibieron sanciones que llegaban a los 22 millones de las antiguas pesetas. Esto provocó el embargo de sus bienes y las retenciones de buena parte de las nóminas de los afectados.
Las multas no quedaron ahí y algunos vecinos afectados tuvieron que ingresar en prisión para cumplir fines de semana de arresto:
- Dos vecinos de Amurrio: dos días, mayo de 1997.
- Gaizka Amorrortu y Joseba Ibarluzea: dos días, abril de 1997.
- Amaia Silveira y Joseba Ibarluzea: dos días y seis días respectivamente, agosto de 1997.
- Ocho personas de la eskualde: octubre de 1997.
Joseba Ibarluzea, uno de los multados y encarcelados, en el libro No les bastó Gernika:
En mi caso personal las sanciones ascienden a cerca de 30.000 euros y a día de hoy me habrán quitado unos 9.000 euros. Todo esto me ha supuesto sobre todo quebraderos de cabeza a nivel personal por ver como se reduce más y más lo poco que podía quedar si había algo de libertad para expresarse.
Nunca entenderé por qué tengo que pedirle permiso a un Gobierno o a un aparato de ese Gobierno, para poder manifestarme en la calle. Cuando además, en general, voy a hacer responsable de lo que voy a manifestar a ese Gobierno.
Pasaron los 90, comenzó un nuevo siglo. Y aunque difícilmente se pueden repetir las acciones de las anteriores décadas, los seguimientos, ataques y persecuciones por ideologías políticas no cesaron. Ejemplo de ello, entre otros, Julen Ibarrola, joven de Amurrio que lleva 11 meses en prisión acusado de hacer una pintada del anagrama de ETA con un rotulador. El próximo mes, saldrá de prisión.
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