Hoy sigue la lucha

Verde claro, verde intenso, verde homogéneo, verde terrestre, verde aéreo. Su
esplendor se cuela de un plumazo en el interior de nuestros ojos y osa inmiscuirse en
las partes más claras de la consciencia. Derrama la fuerza vital que empapa nuestra
visión interna.
Verde muerto, verde gris, verde opaco, verde turbio, verde empresa. Obstruye y
dinamita el proceso fotosintético que permite canalizar la energía del sol a nuestras
necesitadas tripas. Se expande incontrolado fuera de las propias posibilidades
territoriales. Amordaza, retiene y oculta la primera fuerza natural para poder
absorberla y transformarla en verdes billetes. Enmudece nuestras bocas llenándolas
de calderilla. Obliga a vender libremente nuestra fuerza de trabajo. Nos somete cual
fingido amor a las veleidades de una vida dominada por la apropiación sin freno del
trabajo y la naturaleza, fuentes de toda riqueza.
Parece difícil desenmascarar estas contradicciones cuando nos sentimos parte
vencedora de un mundo empobrecido, esquilmado y subyugado. Y más difícil todavía
es expresar el descontento y la frustración que nos golpea teniendo que estar
agradecidas por las concesiones dadas a esta parte más “favorecida” del mundo, sin
intentar cuestionar su origen ni el método utilizado para ello. Somos las personas
trabajadoras que actuamos como futuribles aspirantes a propietarias, a empresarias,
aunque tengamos dificultades para llegar a fin de mes, aunque nuestros cuerpos
deteriorados por el trabajo de años nos estén dando esa señal de clase, aunque
nuestra descendencia no tenga dónde arraigarse, aunque aceptemos comer y respirar
veneno a pequeñas dosis. Es el imaginario condicionado que nos han legado cual
camino marcado a fuego. Es la vía del dominio y la sumisión enmascarado por la
posibilidad que nos dan de participar en procesos políticos que de hecho suponen
delegar nuestra autonomía a estructuras que nos reemplazan en nuestra capacidad
de decisión, organización y desarrollo.
Las estrategias políticas europeas pretendidamente de izquierdas no alcanzan a
romper con la descomposición del sistema imperante y parecen más encaminadas a
apuntalarlo que otra cosa. Aquí, en Euskal Herria, también está pasando. Si en un
pasado reciente energías colectivas de transformación confrontaban con estas
estructuras, actualmente pasamos por una etapa donde nos han borrado del mapa
todo imaginario de lucha. Vivimos atrapados en los tiempos de lo políticamente
correcto.
Las acciones colectivas que se desvinculan de este marco quedan expuestas a las
críticas más implacables, a la demonización de sus expresiones y al intento de
deslegitimación social. Lo hemos visto en el caso bengalas. Primero se utiliza para
cuestionar los argumentos confrontativos y en defensa del territorio de un movimiento
social que está respondiendo con fuerza al expolio de empresas energéticas y
constructoras en nuestro pequeño e indefenso país, Euskal Herria. No han tenido
reparos en servirse de una acción que nada tenía que ver con este movimiento para
beneficiarse políticamente de este hecho. No han dudado en emplear estilos de
culpabilización ya aplicados en épocas no tan lejanas por fuerzas reaccionarias.
Incluso han llegado a cuestionar las maneras espontáneas de expresión que tiene el
pueblo para manifestar su descontento ante las injusticias: las pancartas.
Este fin de semana hemos participado en la acampada organizada por Euskal Herria
Bizirik. El intercambio de vivencias con las personas exiliadas en Euskal Herria
escapando de una condena a cárcel o a una pena de muerte por molestar a los
gobiernos títeres de empresas extractivistas y colonizadoras ha sido muy
esclarecedor. En sus pueblos se han destacado en la lucha en defensa del territorio,
contra el expolio, usurpación y despojo que enfrentan para que esta parte del
planeta tenga suficientes recursos. A esto le llaman transición energética, entre otras
cosas. La fuerza que nos han transmitido es la fuerza de la trinchera, la del barro, la
de mojarse por construir otros modelos sensibles a la vida.
Hoy empieza el caso Aroztegia. La criminalización de la defensa del territorio para
poder seguir con su expolio. Hoy sigue la lucha.
Rebeka González de Alaiza
Hala Bedi babestu nahi duzu?
Hala Bedin proiektu komunikatibo libre, komunitario eta eraldatzailea eraikitzen ari gara. Egunero, ehundaka gara proiektuan parte hartzen dugun pertsonak, eragiten digun errealitatea behatuz eta hura eraldatzen saiatuz, herri mugimenduekin batera.
Gure edukiak libreak dira, inork ez digulako agintzen zer argitaratu dezakegun eta zer ez. Eta eduki hauek dohainik eta modu libre batean zabaltzen ditugu, hedapena, elkarbanatzea eta eraldaketa helburu.
Halabelarririk gabe, Hala Bedi ekonomikoki sostengatzen duten bazkiderik gabe, hau ez litzateke posible izango. Egin zaitez halabelarri eta babestu Hala Bedi!