Visibilidad trans

Hace poco tuve, otra vez, una de esas conversaciones que se dan a menudo (o, si tienes suerte, quizá no) entre una persona trans y una persona cis. Esa conversación en la que alguien hace pedagogía sobre su propia existencia y lidia con el victimismo, aunque también con el dolor, o incluso el enfado, de la otra persona. ¿Adivináis quién es quién?
También, el 31 de marzo se celebró el día de la visibilidad trans, y como yo no soy muy fan de los “día de”, aprovecho la coyuntura personal y escribo ahora sobre ello.
Con la deriva fascista que estamos surfeando desde hace unos años, y las situaciones personales de desconocimiento, desinterés y malestares que suelen recaer siempre sobre los mismos hombros, me parece interesante repensar las dinámicas que pueden facilitar la presencia y bienestar de personas trans en nuestros entornos.
¿Qué podemos hacer realmente? Encontrarnos en las calles, para empezar. Tomar los espacios públicos y demostrar que estamos aquí, que no desapareceremos por mucho que lo intenten y que nuestro rugido seguirá sonando aunque pretendan silenciarnos. Que salgamos por nosotres pero también por les demás, que nos muevan las causas incluso cuando no nos atraviesen.
¿Y en el día a día? ¿Cuáles son las defensas que podemos alzar para frenar el odio y rechazo creciente hacia el colectivo? Además de no permitir que en nuestros entornos se alcen discursos tránsfobos sin respuesta, se me ocurren algunos trucos que ayudarán en la incorporación e integración de personas trans de una manera natural (es fuerte tener que estar diciendo esto, lo sé) para no pasarnos la vida dando explicaciones y haciendo pedagogía gratuita constante y agotadora, que impide que les trans seamos algo más que eso y nos veamos obligades constantemente a explicar nuestra existencia y a hacer activismo con nuestra presencia.
Para empezar, me parece imprescindible la autocrítica y el proceso de autoformación deconstructiva. Es decir, vamos a quitarle a la gente trans el peso de formar e informar y vamos a empaparnos de forma autónoma de las diferentes formas de habitar el mundo, quitemos entre todes la visión eurocentrada que exotiza todo lo que no nos parece “normal”. Esto significa aprender sobre el género, sobre identidades, escuchar a personas no eurocéntricas que nos enseñan que las visiones binarias y acotadas que hemos dado por supuestas en nuestro lugar del planeta no son, ni han sido nunca, tan únicas como pensamos. También, obviamente, escuchar a las personas trans,
Por supuesto, entiendo que no es fácil sacar tiempo para estas cosas, entiendo que con trabajos precarios que nos agotan y preocupaciones vitales como qué podré comer mañana, cómo le compraré una mochila a mi hije o si tendremos casa el mes que viene no se puede pedir un esfuerzo descomunal; pero éste, realmente, no lo es. Creo que la responsabilidad de quienes vivimos situaciones de privilegio (porque prácticamente todes tenemos alguno, no nos engañemos) es formarnos y quitar el peso de los hombros de les mismes de siempre.
Además, la inclusión real pasa por valorar a las personas trans por otras cosas más allá de su identidad. Parece que nosotres cargamos con la culpa de los mandatos del género, somos blanco de acusaciones por ello pero, a la vez, no se nos permite destacar en nada más que eso o, si se hace, son excepciones muy concretas. Contemos con la gente trans para hablarnos de ciencia, de música, de construcciòn, de lo que sea, y no solamente de ser trans y de su identidad.
En cuanto a las nomenclaturas, el discurso de la problemática de las etiquetas se está abriendo camino de nuevo, generando la falsa idea de que un mundo sin etiquetas es posible sin pasar por la deconstrucción de las que tan firmemente nos han impuesto de manera social, cultural e histórica; como si pasar de vivir en sistemas clasificatorios binarios a habitar un mundo libre y anombrado fuera posible dentro de las estructuras capitalistas y cisheteropatriarcales de género que habitamos. Por ello, y porque forma parte del respeto a la identidad personal de cada une de nosotres, es importante que asumamos y respetemos los nombres y pronombres de aquelles con quienes interactuamos, de manera que no convirtamos su existencia en un camino aún más empedrado.
Hay muchas maneras de hacerlo: la asunción sencilla es la más rápida. Por ejemplo, si alguien te dice que se llama Rosa tú no le llamas María, ¿verdad? Hacemos un trabajo mental relacional para vincular un nombre con una persona. Con la gente trans es exactamente lo mismo. Esto, aunque parezca sorprendente, es necesario remarcarlo.
El tema del pronombre funciona igual. Aunque la lectura inconsciente que hacemos de les otres (incluso quienes ostentan el discurso de las no etiquetas) condiciona la manera de expresarnos y categorizar a les demás, podemos entrenar nuestro cerebro para salir de esas dinámicas autómatas y poner en práctica esa deconstrucción que tanto bien nos va a traer. Aquí dejo algunos trucos para facilitar el proceso:
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Apunta en la agenda del móvil el pronombre de la gente; de esta manera en las comunicaciones escritas no habrá lugar a error y permitirá integrar el pronombre de la persona poco a poco de forma natural.
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Practica el uso de diferentes pronombres. En el caso del pronombre neutro (elle) puede ser que la novedad del uso de la -e como marca gramatical resulte extraña; practicar adjetivos en neutro ayudará con la familiaridad de esta forma (por ejemplo: maje, simpátique, liste, alte, etc.).
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Cuando una persona a la que conociste con un pronombre y un nombre concretos cambia alguno de ellos, el ejercicio de decir su nombre junto con adjetivos ayudará a integrar y naturalizar la forma de referirse a elles que les haga sentir a gusto.
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Al presentarnos, igual que decimos nuestro nombre, podemos incluir también nuestro pronombre. Naturalizar que constantemente clasificamos y categorizamos, todes, facilitará la visibilización de esas mismas categorías tanto para gente cis como para gente trans. Que las personas cis no elijan cambiar su nombre o su pronombre no implica que no hayan hecho una reflexión sobre el corsé del género o que no lo performen constantemente. Aportar el pronombre que queremos utilizar, aunque sea el esperado por la lectura social, visibilizará su artificialidad y ayudará a normalizar la necesidad de aportar esta información.
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Si te equivocas de pronombre, no te enredes en explicaciones ni justificaciones de por qué te ha pasado o que ha sido sin mala intención. Rectifica, discúlpate y sigue hablando. No le des aún más peso a ese momento ni reiteres las disculpas constantemente.
Con unos pequeños detalles, con algo de esfuerzo real, es posible generar un mundo más sencillo y amable para las personas trans. Los días reivindicativos, las grandes marchas y campañas son importantes, y con estos vientos fascistan que nos asolan no debemos nunca, lamentablemente, darlos por sentado ni quitarles su valor. Aún así, es el día a día el que cambia la realidad del mundo, es la responsabilidad individual la que va a hacer que la persona trans del barrio se sienta acompañada, que le chavale de la escuela no tenga que sufrir por la incomprensión de les demás. No pensemos que las malgenerizaciones y las obligaciones de explicación constantes que vivimos las personas trans no son agotadoras, que los comentarios que escuchamos referidos a nuestra identidad no suponen violencia.
Trabajemos en conjunto para, entre todes, hacernos la vida más sencilla y amable, sea 31 de marzo o no.
Kris Nogal – Diario de 1 insumise
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