Patxi Bezares, trabajador del hospital Santiago que atendió a Juan Calvo: “Aquel cuerpo estaba masacrado”
En la tarde del 19 de agosto de 1993 la Ertzaintza trasladó a Juan Calvo al hospital Santiago de Vitoria-Gasteiz para ser atendido de las heridas sufridas en el momento de su detención. El auxiliar de enfermería Patxi Bezares Díaz de Tejada, actualmente celador, le curó las heridas leves. Él fue una de las últimas personas que vio a Calvo con vida. Al volver al trabajo la mañana siguiente, sus compañeros le contaron que Calvo había vuelto a ser trasladado al hospital de madrugada por la Ertzaintza, muerto y con evidentes signos de violencia por todo el cuerpo. Entró en el depósito, y lo que vio le produjo un gran impacto, tal y como les ocurrió a los médicos que trataron de revivir al detenido infructuosamente. Después de 30 años, Bezares cuenta por primera vez lo que él y otros profesionales sanitarios vieron y padecieron aquel día y los meses siguientes. Relata, entre otras cuestiones, acoso policial. through Argia.eus
Comenzaste a trabajar en el hospital Santiago de Gasteiz en 1992 y atendiste a Juan Calvo en Urgencias en 1993.
Llevaba poco tiempo trabajando. Creo que era jueves por la tarde, recibimos aviso de que la Ertzaintza traería un detenido. No sé cómo, pero lo que nos llegó era que se trataba de una persona que había robado un taxi, que había sido detenida en la localidad alavesa de Nanclares, y que al parecer era miembro de ETA. Nosotros en eso no entramos, hacemos nuestro trabajo y ya está.
Le trajeron esposado en la espalda, para que le curásemos algunas heridas. Tenía unos pantalones marrones puestos al revés, zapatos sin cordones, y estaba desnudo de cintura para arriba. Presentaba varias heridas leves en el hombro y otras en la espalda con algo de gravilla, probablemente producidas en el suelo en el momento de la detención. En el pecho, en la parte delantera, tenía huellas de dos porrazos, bastante gordas, y en la espalda tres, eso lo recuerdo bien. El médico me pidió a mí que curara las heridas.
¿La cura transcurrió sin problemas?
Le pedí al ertzaina que por favor abriera las esposas, que tenía alguna pequeña herida en los brazos y si no era imposible curarlas bien. El ertzaina me contestó de mala manera, visiblemente enfadado, que si era imprescindible, y le contesté que sí. Empezó a soltarle bruscamente, Calvo se quejó de que le hacía daño y me dirigí al ertzaina, “Por favor, tenga cuidado, puede tener el codo roto o cualquier otra lesión”. Me puso mala cara. “Esto está fingiendo, no es para tanto”, hizo ese tipo de comentarios, pero le soltó. Le curé las heridas, cuando terminé Calvo me pidió un vaso de agua, se lo di, y me lo agradeció. Le volvieron a esposar y se lo llevaron. Cuando terminé el turno, me fui a casa.
¿Cuándo volviste al trabajo?
Al día siguiente entré en el turno de mañana, a las 8:00. Me crucé en el vestuario con mis compañeros de noche y uno me preguntó, “Oye Patxi, ¿ayer no curaste a un tal Juan Calvo que trajo la Ertzaintza?”; “sí, ¿por qué lo dices?”; “porque lo han traído muerto”. Me quedé absolutamente sorprendido. Me contó más o menos lo sucedido: que lo trajeron en ambulancia, que aparecieron un montón de ertzainas en urgencias… que fue espectacular. Este colega vio con sus propios ojos a Calvo y me dijo que en su opinión había ocurrido algo muy grave en la comisaría.
Pocas horas antes había visto a aquella persona con vida, y sentí la necesidad de ver el cadáver. Intenté acceder al depósito, pero estaba vigilada por la Ertzaintza y no dejaban pasar. Pero luego tuve que entrar por trabajo y aproveché para ver el cuerpo de Calvo.
¿Qué viste?
Lo que vi… aquello fue… no reconocí a aquella persona. Si cuando lo atendí vivo tenía cinco porrazos, aquel cadáver estaba masacrado. Tenía un montón de magulladuras por todo el cuerpo, me pareció que estaban hechas con algo más fino que la porra. Se notaba que había tenido las manos atadas, porque tenía un gran canal en las muñecas. Lo ataron con una cuerda de cáñamo, había aún algunas fibras a la vista. Las rodillas presentaban una especie de quemaduras. Tenía los testículos destrozados, hinchados, morados, no sé cómo expresarlo; probablemente se los agarraron con las manos y le hicieron de todo. Era una imagen muy dura.
También tenía los ojos completamente quemados, probablemente por el gas.
¿Olía a gas?
Desprendía un olor muy raro, a gas o a otra cosa.
¿Hablaste con los compañeros que estaban trabajando cuando llevaron a Calvo muerto?
Con algunos sí, sobre todo con uno de los médicos, y me contaron más exactamente lo que había ocurrido. A Calvo lo trajeron completamente desnudo en la ambulancia mientras intentaban reanimarlo masajeandolo. Los sanitarios de la ambulancia tuvieron que ponerse una mascarilla anti-gas; al presionar el pecho para masajear salía gas por su boca, y se les irritaron mucho los ojos, alguno tuvo que ser atendido en las mismas urgencias.
En Urgencias se activó el protocolo habitual para intentar revivirlo, pero no pudieron hacer nada porque llegó muerto. Incluso en la sala Urgencias, a Calvo seguía saliéndole agua y gas por la boca. Eso puede ser por un edema pulmonar, por ejemplo, pero lo que es seguro es que no ocurre por accidente. Supongo que a Juan Calvo le torturaron, de lo contrario no se puede entender.
Cuando hablamos para concretar la entrevista me comentaste que uno de los médicos había tenido un enfrentamiento con la Ertzaintza [En la entrevista tiene mucha presencia ese médico: el médico ha preferido no dar una entrevista a ARGIA por motivos personales, pero ha leído y ratificado todas las informaciones que aquí se dan].
Una vez que no se podía hacer nada por salvar la vida de Calvo, el equipo de Urgencias dejó de intentarlo. Uno de los médicos salió de la sala de reanimación y un ertzaina le preguntó cómo se encontraba el detenido. El médico le contestó, indignado: “¿Os dais cuenta de lo que habéis hecho?! ¡No tenéis vergüenza!”. El ertzaina le respondió, “No insultes, y cuidado con lo que dices”. El médico se indignó aún más, se enfrentaron y finalmente los compañeros se lo llevaron a otra habitación. Los ertzainas se fueron. Todo esto lo sé de boca del propio médico.
¿Qué actitud tuvo Calvo cuando lo atendiste? ¿Qué estado de ánimo mostró?
Muy tranquilo, normal. Le pedía de vez en cuando que hiciera esto, o que se moviera así, y lo hacía. Al terminar me agradeció la cura. Me pareció amable.
El Departamento de Seguridad declaró que Calvo tuvo una actitud violenta tanto al ser detenido como después en comisaría, que hacía comentarios sin sentido… ¿Te cuadra lo que viste con eso?
No. Cuando alguien viene a Urgencias, normalmente detectamos si tiene alguna enfermedad mental, desarrollamos ese sentido. A Calvo no le noté nada de eso. Estuvo muy callado, pero tranquilo y coloaborador. Le dije, por ejemplo, “Perdón, igual te hago un poco daño ahora…”, y me contestó, “Tú tranquilo, haz lo que tengas que hacer”. Cuando le di agua me lo agradeció… no noté nada de eso.
Es sorprendente que recuerdes lo ocurrido con tanto detalle después de 30 años.
Es muy difícil olvidar algo así, es muy impactante. En 30 años he visto de todo, muertos, suicidios, heridas graves… Pero nunca he visto un cuerpo apaleado de aquella manera, y he visto a personas apaleadas en 30 años.
El médico que protagonizó el altercado con los agentes redactó un informe al salir del trabajo y llegar a su domicilio. Lo ha tenido guardado durante 30 años hasta que ahora ha decidido entregárselo a ARGIA para que se haga público. ¿Conoces la historia de ese informe?
Sí. Salió del trabajo, llegó a casa y escribió todo lo que recordaba. En aquella época no había ordenador, pero tenía una máquina electrónica para escribir. Escribió para no olvidar nada. “Me he quedado tan impresionado”, me explicó, “que tenía que escribir inmediatamente para no perder detalle”. Recuerdo que me dijo, “A este tipo lo han cargado por la cara, así: ha muerto como un perro”.
¿Cuál fue la actitud de la dirección del hospital?
El mismo día de la muerte recibimos un comunicado de la dirección del hospital en el que se decía que no se podía decir nada sobre el tema, que todas las explicaciones las daría el gerente. Es decir, cuidado con lo que se habla. Eso el viernes, para el sábado había periodistas a la entrada del hospital.
Después trajeron un papel a los servicios de urgencias, para el encargado, diciendo que la investigación estaba bajo secreto judicial y que teníamos expresamente prohibido dar ninguna información [el juez instructor decretó el secreto del caso el 30 de agosto, y envió una nota expresa al director del hospital para que pusiera fin a las filtraciones].
Sin embargo, varios medios de comunicación publicaron informaciones “secretas”, algunas corroboraban la versión oficial y otras la contradecían. El diario Egin fue el que más información dio sobre el estado del cuerpo de Calvo, citando fuentes hospitalarias.
Sí, los leí, no sé quién las hizo. Luego supimos que según la información del Departamento de Seguridad era un enfermo psiquiátrico; yo, ya te digo, no le cogí esa traza, pero puede ser, claro. El Departamento también dijo que era muy violento, eso en absoluto.
¿Leíste las explicaciones dadas por Interior?
Sí, sacaron el primer comunicado el mismo día de la muerte. El Departamento de Interior dijo que el detenido comenzó a lesionarse y que los ertzainas tuvieron que intervenir. Creo que entonces el máximo responsable de la Ertzaintza era [Juan Mari] Atutxa. El estado del cuerpo no era compatible con esa versión.
Pero nosotros no entendíamos otra cosa: cuando el jueves recibimos el aviso de que traían un detenido, nos llegó que el detenido en Nanclares era miembro de ETA, de un comando. Entonces sospechábamos que había algo más ahí, pero Interior no hacía mención a nada de eso.
¿Cuál fue el ambiente entre los compañeros de trabajo durante aquellos días?
Entre los que estuvimos allí, los comentarios eran: “Joder, se lo han cargado, a palos, no puede ser…”. Sorpresa, y mucha rabia. Como profesional sanitario, no sé cómo decirlo, eso no se puede permitir. Y desgraciadamente, actitudes denunciables, nefastas por parte de la Ertzaintza, las he visto varias veces. Como trabajadores no podemos permitir eso. No podemos saber al cien por cien lo que han hecho en comisaría, pero sospechar… Porque cuando traen una persona, y ves que la han machacado… La rabia y la sorpresa reinaron durante los primeros días, pero en una semana todo se olvidó, salvo por parte de unos pocos.
¿Se fue olvidando y tranquilizando todo en las semanas y meses siguientes?
Varios de los sanitarios que tuvieron contacto directo con Calvo tuvieron seguimientos por parte de la Ertzaintza. Yo por mi parte no noté nada. Ese médico que redactó el informe me contó que él los tuvo detrás durante casi un año, en la calle, en la cafetería… controlando adónde iba, con quién hablaba. Me contó que en una ocasión incluso le pararon en la calle, eran dos personas de paisano pero tenía claro que eran ertzainas.
¿Fueron los mismos ertzainas que estuvieron en urgencias los que pararon al médico en la calle?
No, desconocidos. Otro compañero me dijo que él notaba que le seguían. Le dije que era posible. Yo entonces era afiliado al sindicato LAB, todavía no era delegado, y en el sindicato también notábamos cosas raras, que se repetían algunas personas en los alrededores del hospital… Eso en los primeros días, cuando también había periodistas, pero en el caso de este médico durante un año.
¿Y cómo vivió aquel médico toda esa situación?
Ese médico lo ha pasado muy mal. Imagínate, ha tenido guardado el informe durante 30 años. Por miedo claro, si abre la boca… Mi caso es diferente, porque yo soy un sanitario normal y nada más, pero en el caso de un médico, si ellos quieren no volverás a trabajar nunca más en ninguna parte. Ya hemos visto cómo actúa el PNV en otras cuestiones. Roberto Sánchez y todos los demás que denunciaron la corrupción en las Ofertas Públicas de Empleo de Osakidetza han sido totalmente reprimidos y marginados. Entonces, cuando esa gente te hace entender que tengas cuidado, si te pasas…
Has hablado de miedo. Después de 30 años, ¿por qué está concediendo esta entrevista?
¿Por qué? Siento que estoy en deuda con la justicia, con la verdad, y, sobre todo, con Juan Calvo.
Se celebró juicio por la muerte de Calvo, la sentencia se conoció en 1995. Seis ertzainas fueron condenados por imprudencia temeraria: el mando a seis años de prisión, los otros cinco a un año. El único ertzaina que confesó haber arrojado gas a Calvo fue condenado a diez días de arresto o arresto por imprudencia simple. ¿Cómo recibiste la noticia?
Al leer la sentencia en la prensa sentimos una rabia terrible porque vimos que daba igual todo, que la impunidad era absoluta, no hay derecho. En el trabajo comentamos: “¿Os acordáis de aquel tipo? pues, mira”; “Joder, les ha salido gratis”.
El Tribunal Supremo español rebajó la pena de seis a uno años al jefe policial en 1996. Por lo tanto, no ingresó en prisión ni el único policía que debería ingresar en prisión con la sentencia inicial.
Eso no lo sabía, joder.
Nadie fue expulsado de la Ertzaintza. Estos ertzainas, en función de la edad que tenían entonces, podrían estar trabajando en la actualidad.
Sí, o jubilados plácidamente. Lamentable.
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