20 de noviembre y 25 de noviembre: días de memoria, días de yugos
Las mujeres* llevamos mucho tiempo reivindicando en nuestras calles y plazas la violencia sistemática a la que somos sometidas. Sometidas en toda la amplitud de la palabra, es decir, que vivimos en un contínuo régimen de subyugación, opresión, contención, represión…parecen sinónimos, verdad? Pues estas palabras pueden tener diferente matiz según se las mire, lea, escriba, dibuje, escuche o entienda.
La subyugación es muy gráfica y poco utilizada por su descriptiva visualización. Visión molesta que nos traslada a muchas personas ante un pedazo de buey, capado, llevando encima un yugo que lo porta con pesadez, esa pesadez de llevar un peso que no te corresponde, no esa pesadez de tener peso socialmente. Pasos lentos, ajustados al camino por andar, ajustados a las labores encomendadas a nosotras, personas despojadas, pasos que nos hacen dar a medida de lo que nos deparan los astros-amos.
Opresión, esa que sentimos al principio de nuestro mundo de materia cárnica, cuando recién empezamos a respirar, al empaparnos con ese agua repentina, brusca, seca, bautismal, que nos arranca el primer grito de vida. Agua baldeada que lo mismo llega a una iglesia, a una familia o a una escuela. No nos sorprenda que también llegue hasta el mismo paritorio. Agua helada que nos anestesia la espalda después de pasar por la cabeza y fruncirnos las manos, para que fríamente podamos lucir el yugo que oscila entre el eje del carro de opresión y la masa común forjada ya para acarrearlo decentemente durante toda una vida.
Contención, esta palabra que va delante del buey y nos rotula el camino para no salirnos de los márgenes, ya que una vez hecho nuestros el yugo y el camino, no hay que pinchar al buey para que siga el paso. Camino rotulado por nosotras mismas con el rotulador prestado por el astro-amo, como un rotulador rosa tirando a rojo. Camino que se nos presenta con el único color seguro a nuestra vista, camino lleno de cadáveres que sorteamos dando un paso más largo cuando escuchamos a una ráfaga de viento que nos susurra al oído -”sigue adelante, no tropieces contigo misma”. Contenida en una misma, en su esencia impostada de fragancia natural divulgada por un viento que no tiene norte, ni sur, tampoco tiene memoria, y mucho menos territorio común.
Contención que, al golpearse una masa contenida con otra y otra, que a la vez choca de frente con el yugo que las aisla y, en ese espacio de tiempo, saltan en pedazos violentamente, dándose cuenta simultáneamente de la situación de sometimiento yugal en la que estaban atrapadas y de la capacidad activadora de la resistencia común que muestran las masas-cuerpo a los astros-amos. Sucede. Un paso firme dado en la tierra que fundamenta los siguientes pasos desbordantes de márgenes impuestos por astros-amos ya desnudados que simulaban seres de luz natural. Astros-amos que, a veces, deslumbran en sus cuerpos de mujer desde un liderazgo que dicen emancipatorio para poder profanar así su imaginario liberador.
Y ahora, con el yugo extraído del interior de nuestras amalgamas de cuerpos y para no perder de vista la carga opresiva que seguimos acarreando, salimos heridas pero lúcidas a la plaza de nuestro pueblo. Pueblo atravesado por la violencia de un estado que se apropia de él como sigue apropiándose de otros pueblos a través de sus empresas deslumbrantes, de sus instituciones, sus leyes y normas no escritas para la supervivencia, protección y legitimación de su yugo. Apropiándose de nuestro imaginario ligado al territorio para vaciarnos de lo construido en común desde nuestras propias identidades, identidades rotas, heridas, violadas, torturadas.
Salimos a la plaza y la ocupamos, alzamos la voz, la nuestra. Aparecemos con nuestros cuerpos , rompemos el yugo, en la plaza, damos otro paso, ya se ve la huella en la tierra, comienza el movimiento, estamos preparadas.
Ayer 20 de noviembre, mañana 25 de noviembre días de memoria, días de yugos.
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Rebeka González de Alaiza: 20 de noviembre y 25 de noviembre: días de memoria, días de yugos00:05:26
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