Crónicas de una Lesbiana: Dimitris Kalogianni… una rosa que no han permitido florecer
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SC Natzab: Crónicas de una Lesbiana: Dimitris Kalogianni... una rosa que no han permitido florecer00:04:48
Dimitris Kalogianni es una mujer trans de Lesbos conocida por su implicación en la ayuda a los refugiados. Es una mujer de 64 años a la que han destrozado la vida sólo por ser quien es. Desapareció a comienzos del mes de abril.
Dimitris es de Skala Sykamnias, pequeño pueblecito costero del norte de la isla de Lesbos famoso por la llegada de barcas de refugiados. A la edad de 14 años, les dijo a sus padres que era una niña. Estos reaccionaron encerrándola en una institución psiquiátrica, y cuando salió, su familia la medicó con psicofármacos. Sin decírselo. Durante años. Tuvo varios intentos de suicidio y padeció la incomprensión de su entorno toda su vida. Logró escaparse a Atenas, donde vivió sin hogar durante años, pero cuando su madre se hizo mayor y cayó enferma, regresó al pueblo de su nacimiento para cuidarla.
Vivió con ella y la cuidó durante los siguientes 25 años. Su muerte le conmocionó. Fue la pérdida de la única fuente de compañerismo y amor en su vida. Ahora estaba realmente completamente sola.
Tras este trance decidió hacer algo que nunca había hecho antes. Usar ropa de mujer. Todavía no vestidos, pero al menos pantalones y blusas. Y fue entonces cuando sintió una profunda sensación de alivio y verdadero consuelo. Entonces comenzó a sentirse mejor de lo que se había sentido en toda su vida. Se sintió por primera vez un ser humano completo.
En 2015, cuando cientos de barcos legaron a las costas de Skala Sykamnia, prestó ayuda a cientos de refugiados recién llegados a Europa.
En ese pequeño pueblecito, la imagen de ella caminando triste con su vestido rosa favorito hizo que algunas personas y algunos de los periodistas de todo el mundo que habían llegado para cubrir esa crisis humanitaria se interesaran por su dura historia, la entrevistaran y la dieran a conocer.
En nada cambió eso su vida. Nada mejoró.
A finales del pasado mes de diciembre, una panda de adolescentes allanaron su casa, la vejaron e hicieron un video riéndose de ella, en su propia casa, y lo subieron a las redes. Fue la gota que volvió a colmar el vaso; fue internada de nuevo en una clínica psiquiátrica de Atenas, esta vez con su consentimiento.
A comienzos de abril, se fue de la clínica. Su familia, aunque lo sabía, no dijo nada.
La policía griega quiso impedir su incorporación al servicio de alertas, a la base de personas desaparecidas, con el argumento de que se había fugado y, por eso, no había que buscarla.
Finalmente, se publicó el anuncio.
Según declaraciones del responsable del servicio de alertas, Gerasimos Kourouklis, GADA (la dirección general de la policía en Grecia) no quería incluirla en el servicio porque dijeron que es un ‘prófugo’ de una institución psiquiátrica (así, y en masculino). Tras su inclusión en el servicio y una llamada de GADA para ‘regañarles’ por ello, el sr. Kourouklis asegura que el servicio procederá con un informe de acusación a la Corte Suprema, buscando responsabilidad por la situación de Dimitris. ‘La pregunta -dice- es cómo se le puede reintegrar y dar adecuadamente la ayuda que esta persona necesita. Lo que no logro comprender – continúa- es cómo y por qué una persona, si tiene la voluntad de querer ser lo que es, acaba en un hospital psiquiátrico’ .
El sr. Kourouklis está preparando una acusación en la Corte Suprema que incluirá a la gente del entorno de Dimitris porque son responsables de este abuso, por la imposición crónica de pastillas psiquiátricas, y por cómo fue llevada a esta situación, empujada a esta situación.
A día de hoy continúa desaparecida.
Conocí a Dimitris en el 2018, durante mi primera visita a Skala Sykamnias, mientras ella paseaba por el pequeño puerto pesquero susurrando una canción. Fue difícil reconocernos, las dos tan iguales y tan distintas, porque ella solo hablaba griego y yo apenas sabía decir unas frases de cortesía. Después he vuelto en varias ocasiones.
De estos fugaces encuentros me han quedado claras tres cosas:
– la inquebrantable decisión de ser ella misma;
– la profunda tristeza que alberga -sin odio-.
– y la forma y el nombre con el que tratarla: en femenino, pero ‘Dimitris’, porque Dimitra, el nombre femenino que le correspondería, se había utilizado tanto por tanta gente para reírse de ella, que le dolía infinito.
Me importa menos que se celebre ese juicio que que conozcamos su historia, la de miles de personas trans, o la de miles de personas diferentes al resto y que se aprenda a respetarnos… Porque como ella dice cuando se le ha preguntado sobre qué se siente, si hombre o mujer, en su dolor respondía: ‘una rosa’. Y yo pensaba… una rosa, porque una rosa solo te agrada la vida.
Dimitris Kalogianni, …una rosa que no han permitido florecer!
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