La incertidumbre de la eventualidad
La incertidumbre se ha convertido en nuestra fiel sombra que nos sigue a todo trabajo al que vamos. La gran incógnita de fin de mes es el pan de cada día. La eventualidad laboral es la realidad de un entorno cercano con miles de horas de estudio, varias páginas de currículum y capacidad de adaptación y esfuerzo para todos los cambios que se puedan producir.
Parece que esta realidad laboral y vital se ha aceptado e interiorizado progresivamente y que hoy en día es el aro por el que todas tenemos que pasar para no tener que preocuparnos por poder tener un nivel de vida digno en un futuro incierto. Pero claro, los límites de lo digno se han vuelto subjetivos y están a merced de leyes y decretos que cambian con cada gobierno, que quiere dejar su sello personal en todas las áreas básicas que pueda, y a educación le suele tocar la guinda del pastel envenenado.
Lo que quiero decir es que se juega con el futuro de miles de trabajadoras en el sector educativo y que una misma se ve en la treintena habiendo pasado por más de cuatro centros distintos en un curso escolar y habiendo realizado ocho sustituciones distintas, y piensa en qué es lo que le falta.
Porque, por muchos títulos, experiencia y horas de trabajo, en el momento decisivo es un sistema informático el que decide si te adjudican esa sustitución tan deseada o no. Y ya no hablemos de conseguir una plaza, mejor ni mencionar la odisea de las oposiciones. Que con setenta y dos temas por estudiar, casos prácticos de tres especialidades y dos exposiciones orales de programaciones anuales y unidades didácticas, no le cabe a una ni un gramito de información más en el cerebro.
Y todo eso por tener vocación de enseñar. Pero ya oigo las voces de los que siempre dicen que nos quejamos de vicio, que otros sectores están peor o que tenemos demasiados derechos. Los derechos nunca serán demasiados y el argumento de que las nuevas generaciones tengan que pasar también por el calvario de la precariedad porque generaciones anteriores lo han hecho, no me parece justo ni válido. Confiamos en mejorar y en que los que vienen detrás no tengan que sufrir lo que nosotras.
Finalmente, me gustaría añadir que las diferentes experiencias siempre me han enriquecido de alguna manera, y que dedicarte a lo que te gusta es imprescindible para una calidad de vida adecuada, pero se necesitan mínimos. El no saber hasta cuándo vas a trabajar y si vas a tener un sueldo estable o no condiciona totalmente la vida y te obliga a tener que estar siempre pendiente de las cuentas, de los gastos, de lo que te puedes permitir o no sin hablar de todo a lo que tienes que hacer frente en el trabajo. Dedicación y esfuerzo sí, pero no a cualquier precio.
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