¿Tiempos para la poesía?
Hablamos de la “normalidad” y su búsqueda, pero en el fondo… tan solo añoramos y suspiramos por la normalidad “pasada”, que nos trajo adonde nos ha traído. Una normalidad, constituida por un espacio difuso, con neblina, sin límites donde las diferencias, desigualdades, conflictos y sueños más variopintos se encuentran y se estancan sin solución. Hemos olvidado nuestro pasado, y perdido el Norte para nuestro futuro, en un presente lleno de rutinas, apatías y soledades.
Hemos renunciado al protagonismo, nos hemos vuelto apáticos y no mostramos interés ni asumimos responsabilidad ante nuestro futuro inmediato, normalidad esperada. ¿Que deseamos, qué odiamos, qué nos gustaría preservar, insertar, descartar…? Pero el silencio…, es la respuesta.
Me recuerda a los tantos protagonistas del poema de Konstantino Kavafis en “Esperando a los bárbaros”, desinteresados, apáticos, indiferentes.
-¿A qué esperáis congregados…? – A los bárbaros que hoy llegan.
-¿Por qué ahí sentados…? – Porque hoy llegan los bárbaros.
-¿Por qué no debatís, peleáis…? – Porque a los bárbaros que hoy llegan les molestan los debates, y los desprecian.
-¿Y por qué este desconcierto y abandono súbito de la plaza…? – Porque se hace de noche y los bárbaros no llegan, y quienes llegaron de la frontera, afirman que no existen los bárbaros.
-¿Y qué va a ser de nosotros…?
No quiero volver a la normalidad pasada.
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Hace un par de años se efectuaron 59.671 desahucios a nivel estatal, y no quiero volver a un mundo donde el negocio de la especulación de la vivienda nos lleva al sinsentido de dejar sin casa, a tanta gente cuando hay más de 8.000.000 de casas vacías, convirtiendo así la abundancia en escasez.
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No quiero volver a ese mundo que tan solo en dos años, 2016-2018 expulsó a más de 60millones de personas de sus tierras empujadas por el hambre y amenazadas por la guerra, y que hoy se arrastran junto a las murallas de esta nuestra Europa.
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No quiero volver a esta sociedad donde el máximo beneficio personal constituye su principal aspiración, y donde el que carece de dinero esta privado de todo derecho.
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No quiero volver a este espacio urbano donde el 75% del mismo está ocupado por la ampliación de terrazas con fines económicos y coches parados.
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No quiero volver a la normalidad que tiene en la guerra su principal fuente de avances tecnológicos, e invierte 3millones de dólares por minuto en la Industria de la Muerte, (Guerra)
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No quiero seguir en este confinamiento sanitario al que se une la búsqueda de la rentabilidad en la sanidad e imposición de la austeridad en el resto de los Servicios Públicos.
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No quiero seguir bajo unos “Administradores” que carecen de respuestas a preguntas sobre las causas de la crisis y recurre a embustes y palabras huecas para confundirnos, y a tecnologías para vigilar, controlar y atemorizarnos. ¡¡Un millón de multas bajo la Ley Mordaza en tan solo los primeros tres meses de confinamiento!!
La mayor contribución-estupor aportado por el coronavirus ha sido posiblemente el descubrirnos que no éramos tan invulnerables como nos creíamos, y una frustración al intentar olvidarlo tan pronto deseando ya volver a la “normalidad” pasada.
Allá por el mes de mayo pasado leía la contestación del expresidente uruguayo Pepe Mugica a la pregunta de qué pensaba sobre el coronavirus. “Si creyera en Dios, diría que, la pandemia es su advertencia a los Sapiens”.
Leía también al “Roto” en una de sus viñetas en torno a la pandemia: “La Tierra se disculpa: el hombre se comportaba como un cuerpo extraño, y tuve que activar mis defensas”.
Yo pienso…, quisiera pensar que el virus+confinamiento, ha podido cuestionar, abrir interrogantes, sobre le economía de lo necesario, esencial, vital…, y lo que no lo es, y enseñado lo desiguales que nos hemos vuelto los humanos.
Nuestra “normalidad” pasada, basada en el consumo compulsivo excluyente, una vida frenética contaminante y unas aspiraciones sin tope, inasumibles e incompatibles en un mundo finito, limitado, constituyen un S I N S E N T I D O.
Antes de que el miedo al contagio físico, personal, termine por romper el tejido social, avancen las privatizaciones y nos veamos obligados a caminar sin suelo bajo nuestros pies…, reinventemos lo COMÚN, una casa de techo grande, sin paredes, y donde quepamos todos.
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