Lucha por la vivienda y lucha de clases
En este texto voy a plantear dos hipótesis:
1 La lucha por la vivienda no es una lucha en contra de la especulación, sino por la abolición de la propiedad privada.
2 Para abolir la propiedad privada no es suficiente la lucha por la vivienda, sino que hay que integrarla dentro de un proceso más general de lucha de clases.
Respecto a la primera hipótesis, es una falacia (conceptual) y un error (político) plantear que el problema de la vivienda es un problema de “especulación”. La especulación no es una disforia del capitalismo, sino el fundamento de la urbanización capitalista y de su función: mantenimiento de la valorización de capital (sistema crediticio, capital ficticio, circuito secundario del capital) y de la reproducción de la fuerza-trabajo.
Luchar contra la especulación, sin luchar contra la propiedad privada es como esa tendencia de las ONGs de querer luchar contra las desigualdades, sin luchar contra quienes las provocan. Parafraseando a Bertold Brecht, podríamos decir: “Estar en contra de la especulación sin estar en contra de la propiedad privada, rebelarse contra la barbarie que nace de la barbarie, equivale a reclamar una parte del ternero y oponerse a sacrificarlo”.
Pasando a la segunda cuestión, está claro que la lucha por la vivienda es un frente de la lucha de clases, pero solo si articulada con otras luchas parciales -como un frente más de la lucha de clases- podrá cumplir con sus objetivos radicales. Muchas veces hemos oído el argumento de que la lucha por la vivienda no es lucha de clases, porque ésta se daría (y se organizaría) alrededor del trabajo asalariado. Desde otra perspectiva, se afirma que la lucha por la vivienda es el “frente central” de la lucha de clases, donde se dan las contradicciones principales y las posibilidades de emancipación. Las dos hipótesis están políticamente mal enfocadas.
La primera -propia del obrerismo clásico- porque no tiene en cuenta la relación entre vivienda y salario (y su interioridad a la contradicción capital-trabajo), ni la centralidad de la vivienda en las dinámicas de acumulación/valorización del capital -y su relación con las crisis-.La segunda, porque plantea mal la relación entre vivienda y cuestión de clase: no tenemos que leer la clase a partir de la cuestión (parcial) de la vivienda, sino entender el problema de la vivienda a partir de un análisis (de totalidad) de clase.
La lucha por la vivienda no es el “frente principal”, sino un frente más de la más general lucha de clases. No podemos entender la lucha por la vivienda como una lucha parcial, sino que hay que verla (y organizarla) dentro de una estrategia más integral de lucha de clases.
Si la lucha por la vivienda no es acompañada por un más amplio proceso de organización y recomposición de clase, esta no podrá solucionar la “penuria” de la vivienda, ni mejorar las condiciones de vida de las desposeídas.
Más veces se ha dicho que el objetivo de la lucha por la vivienda tiene que ser el objetivo radical de la desmercantilización de la vivienda y de la abolición de la propiedad privada.
Pero la abolición de la propiedad privada, fundamento del modo de producción capitalista, no podrá abolirse solo a través de la lucha por la vivienda, si esta no se articula con un movimiento más amplio que apunte a destituir todos los fundamentos del capitalismo.
Ya lo decía Engels: “No es que la solución del problema de la vivienda simultáneamente soluciona la cuestión social, sino que solo la solución de la cuestión social, esto es, la abolición del modo de producción capitalista, es la que hace posible la solución de la cuestión de la vivienda”.
La lucha por la vivienda no es más que una herramienta para la organización de las desposeídas hacia el objetivo estratégico de la revolución social y el derrocamiento del capitalismo. Es decir, no es la solución del problema de la vivienda la que destruirá la sociedad capitalista, sino que solo acabando con el capitalismo (como forma y relación social) podremos acabar con el problema de la vivienda.
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