Crónicas de una lesbiana: El mal aprendiz de Goebbels
«Miente, miente, miente» , es una frase que se atribuye al ministro de información del Hitler, Joseph Goebbels, aunque sabemos que no es suya, pues si no en sí misma, sino en lo que quiere expresar se remonta, según Plutarco, a un consejero de Alejandro Magno allá por el siglo III a.C.
Un activista de Mytilini declaraba hace poco tiempo que desde el pasado mes de julio, se ven a hombres vestidos de paisano, en motos sin matrícula y a menudo con los rostros cubiertos en la zona de Skala Sikamineas (norte de Lesbos), en los caminos de tierra, para que si llega una embarcación puedan ser retenidos antes de que salgan corriendo a esconderse y hacer fotos con algún paisaje o edificio que los identifique en Lesbos. Los barcos llegan a toda la costa norte de Lesbos, desde Molyvos hasta Skala Sikamineas. Cuando estos encapuchados -no es policía local; son de un servicio de Atenas, según les han dicho- detectan a los refugiados, los inmovilizan y les atan las manos con bridas para cables que llevan en una mochila a la espalda; les quitan los móviles y las carteras. No saben a dónde se los llevan, pero los refugiados dicen que los golpean en lugares donde los abusos no son visibles. Luego, por la noche, se les ha visto llevarlos en coche a Plomari (en el Sur de Lesbos, a unos 75 km de distancia), para devolverlos hacia Turquía. Los ponen en los barcos; barcos sin timón, y los envían de vuelta. Los residentes han visto incluso bebés en estas embarcaciones.
Tanto en Lesbos como en el resto de las islas griegas que están a pocos kilómetros de las costas turcas hay declaraciones similares desde hace muchos meses, pero las autoridades griegas -el primer ministro Kyrakos Mitsotakis y el ministro de inmigración y asilo, Notis Mitarakis- lo niegan una y otra vez, a pesar de las múltiples pruebas existentes.
Hay fotos con las personas recién llegadas junto a ermitas de las islas; llegadas y desaparecidas. Reportes de prensa o radios locales comunicando las llegadas; reportes hechos y borrados tras presiones de las autoridades portuarias.
Hay videos -de la Guardia Costera Turca, pero también de Frontex-, donde se ve a guardacostas griegos haciendo olas con las embarcaciones poniendo en peligro la vida de las personas que navegan en los dinghys; amenazándoles con pistolas; rompiendo con largas varas los motores de las embarcaciones; recogiendo a sus ocupantes y echándolos en balsas ‘salvavidas’ sin motor hacia aguas turcas.
Y siempre, siempre, el ministro Mitarakis negando los incidentes y acusando de ser una intoxicación de las mafias, de Turquía y de las ONG’s. Pero siempre, siempre, aparecen al día siguiente -o a los días- en los reportes de rescate de los guardacostas turcos.
Incluso un miembro de la Comisión de Libertades Civiles del Parlamento Europeo -la eurodiputada alemana Cornelia Ernst,- fue testigo de un incidente de devolución en Samos mientras se encontraba como parte de una delegación de la comisión visitando la nueva cárcel (perdón, el nuevo Centro de Acogida e Identificación de Samos). Informada sobre la llegada de una barca a un punto de la isla, acompañó a miembros de varias organizaciones y un abogado de Samos al lugar. Al principio se les negó el acceso por una fuerte fuerza policial de hombres de paisano y uniformados enmascarados, muchos de ellos sin insignias. Informados de la condición de ella como miembro de la Comisión de Libertades Civiles del Parlamento Europeo, les dejaron acceder y encontraron a cuatro hombres y una mujer somalí escondidos. Dijeron que habían llegado al amanecer con otras 19 personas, entre ellas tres menores. Habían perdido a los demás y dijeron que habían oído disparos mientras se escondían. El grupo los buscó sin éxito, pero vio a un buque guardacostas griego frente a la costa dirigiéndose a toda velocidad hacia aguas turcas.
El incidente es uno más en la creciente lista de pruebas de prácticas ilegales de las autoridades griegas en las fronteras de la UE.
Las devoluciones ilegales en la frontera terrestre griega con Turquía (en realidad fluvial, pues la separación es un río de unos 50 metros de ancho llamado Evros) son la norma, no la excepción. Y aquí, lo habitual además de quitarles documentación, dinero y cualquier teléfono u ordenador que lleven, es desnudar -al menos a los varones-, propinarles brutales palizas y devolverlos al río forzando su regreso a Turquía.
Hay investigaciones e informes que así lo confirman de importantes diarios de Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos.
El gobierno griego niega todas las acusaciones, insistiendo en que se atiene al derecho europeo e internacional. El Primer Ministro Kyriakos Mitsotakis afirma que su gobierno aplica una política de inmigración “dura pero justa”. Su ministro Notis Mitarakis se atiene a su versión de la intoxicación de mafias, turcos y ONG’s, y aunque asegura que gracias a esta política de control de fronteras los flujos de refugiados hacia Grecia se han reducido en casi un 90%, insiste en la contradicción y el sinsentido de la construcción de nuevas cárceles en Lesbos, Chios, Samos, Kos y región del Evrós.
El ministro lo niega. Sin embargo, los funcionarios de la Guardia Costera griega, en declaraciones a la revista alemana Der Spiegel, admitieron estas prácticas ilegales. “Las órdenes que se han dado son claras: nadie pasa”.
El señor Mitarakis «miente, miente y miente» . Todo un ministro, aunque afortunadamente un ‘mal aprendiz de Goebbels’.
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