Crisis y oportunidad
Dice el refrán que los tiempos de crisis son también tiempos de oportunidad y, sin querer banalizar todo el impacto que está teniendo el coronavirus en nuestra sociedad, hoy quiero desmarcarme del mensaje predominante que invita a la alarma social y reflexionar sobre el tema desde otras perspectivas. Eso sí, no sin antes reconocer la gravedad del asunto y todos los quebraderos de cabeza y dificultades que nos traen las medidas adoptadas para la contención de la pandemia, tanto en la organización del cuidado en puzzles de horarios imposibles como el impacto que van a tener por ello las economías más vulnerables; problemáticas ambas que, especialmente, van a tener mayor incidencia en las mujeres.
Desde la perspectiva de la emergencia climática, los datos asociados al coronavirus aportan informaciones interesantes. La web británica sobre el clima, Carbon Brief1, ha aportado un informe con datos que indican que las emisiones de CO2 en China, uno de los países más contaminantes del mundo, se han reducido en un 25% en dos semanas. Y en términos globales, también hay reducciones considerables de contaminantes atmosféricos en ese mismo periodo: un 6% en el caso de las emisiones de CO2 y hasta un 36% en el caso del dióxido de nitrógeno (NO2). El coronavirus, por paradójico que parezca, está dando un respiro al planeta. Un respiro que no hemos sido capaces de darle de otra manera: ni con la COP 25, ni con los acuerdos de Paris, ni con la evidencia científica ni con la movilización social y ecologista. Pero el simple hecho de que se haya producido esta reducción de emisiones, constata que es posible hacerlo si se toman medidas efectivas para ello, medidas que sin el coronavirus de por medio no tendrían por qué tener este impacto en el ámbito educativo y de los cuidados.
Desde la perspectiva de la lucha y defensa de los servicios públicos, no hay más que echar una mirada al caso estadounidense, donde la sanidad es un lujo que está sólo en manos de unos pocos, para reconocer más que nunca su importancia. El alto coste de las pruebas para la detección de coronavirus en Estados Unidos hace que muchas personas que pueden estar enfermas no puedan acceder a las mismas y, además, personas contagiadas no pueden acceder a los tratamientos sanitarios necesarios para su recuperación por el coste económico que ellos tienen. El coronavirus nos demuestra que es necesario hacer una defensa de un sistema sanitario público, universal, centrado en las personas y en la salud, con suficientes medios técnicos, humanos y económicos para atender a situaciones como esta, con protocolos eficientes. Un sistema sanitario capaz y resiliente para tiempos de globalización.
Desde la perspectiva feminista, hay varios ángulos con los que querer ver en esta crisis el vaso medio lleno:
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Visibilización del trabajo de cuidados, más que nunca. El sistema funciona porque hay un infrasistema de cuidados, que normalmente no se nombre y no se reconoce. Hoy, se nos tambalea.
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Es posible hacer frente a emergencia con medidas drásticas rotundas. Apliquemos entonces medidas rotundas a otras emergencias, como la feminista.
Las necesidades de la economía capitalista no caminan parejas a las necesidades de la vida. La crisis del coronavirus lo ha puesto una vez más de manifiesto. El capitalismo necesita que el ritmo no pare, que la salud tenga precio, que los cuidados no se valoricen. La vida, el planeta, necesita que el ritmo baje, que las emisiones bajen, que la prioridad sea el cuidado y que los esfuerzos de las administraciones, de las familias y de todas las personas vayan encaminados a poner las vidas en el centro.
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