“El fascismo con rostro infantil” -Sejo Carrascosa-
Una de las características de la heterosexualidad es la ostentación de la misma. Seguramente la mente hetero, en sus limitaciones, piensa que no hay una pluma hetero, que sus ademanes, movimientos, posturas e inflexiones de voz no delatan su orientación y estatus sexual, y que por eso es necesario estar demostrando todo el rato sus preferencias y hábitos.
Debe ser esta una atribución de todos los sectores privilegiados: el pensar que lo suyo es lo más normal y que no hay motivo por el que mirárselo.
Y unas de estas ostentaciones, quizá la que llevo peor últimamente es que nos metan el producto de sus pasiones a la fuerza en espacios comunes. Me refiero a la procreación.
Veamos algunos ejemplos:
Desde que se prohibió fumar en los espacios públicos hemos visto proliferar niños y niñas en bares y otros lugares de esparcimiento, que a priori, no creo que sean los espacios más adecuados para un sano desarrollo infantil. Los bares son espacios de una sociabilidad que está basada en el compartir alcohol, o no, entre iguales y no comprendo que pintan ahí un montón de criaturas que con su energía, movimientos compulsivos y gritos en tonalidades estridentes, hacen no solo incomodo, sino insoportable, el rato de asueto que le podemos robar a esta vida capitalista en la que nos encontramos.
Las criaturas en los bares juegan, como es normal a sus edades, pero esos juegos a veces se convierten en verdaderas gimkanas el poder sacar una ronda de potes.
Quien no se ha encontrado una muralla de cabezas sentadas en la escalera de entrada de un bar, o en su rampa si el bar ha optado por quitar las barreras arquitectónicas, y que ignorando sus peticiones tiene que hacer pasos de ballet o un aurresku sobre el grupo de criaturas para poder llevar la ronda a sus cuadrillas, mientras que sus progenitores en la barra o cualquier otro lugar bien alejado de su prole se divierten obviando sus responsabilidades?
A quien no le han clavado una silla en los riñones, unas criaturas que juegan arrastrar taburetes como si el bar fuera una pista de autos de choque?
Quien no se ha volcado el marianito en la camisa de los domingos tras el choque con una especie de niña del exorcista que se mueve por el bar como una bola de pinball?
Quien no ha sufrido atascos en los mercadillos y aglomeraciones producidos por uno, dos o tres cochecitos con un bebe, o no tan bebe, dentro?
Quien no ha tenido que hacer quiebros de cintura, poniendo en peligro las lumbares, en una tienda pequeña porque la persona progenitora mete el carrito, que los hay de alta gama, hasta el mostrador, en vez de dejarlo en la calle?
Y es que el uso de las criaturas como forma de ocupar y adaptar el espacio social parece convertirse en un imperativo en manos de muchas parejas.
Yo no sé en qué momento se realizo, si es que se hizo, un pacto de reproducción de la especie; pero tengo claro que si existe este no debe pasar por soportar las malas prácticas e irresponsabilidades de las personas progenitoras. Y porque se delego en ellas ciertas atribuciones que pertenecen al conjunto de la especie.
La crianza y el cuidado de las criaturas debe ser responsabilidad de toda la sociedad, y por eso creo que hay que acabar con los privilegios paterno-maternales como son la educación concertada y la segregación que se produce en nuestras escuelas públicas.
Que no se utilicen la moral de padres y madres para prohibir la educación afectivo-sexual en las escuelas.
Que se deje de utilizar a las criaturas para cancelar exposiciones con desnudos o contenido sexual bajo el concepto que hieren su sensibilidad.
Si de verdad nos preocupa la infancia que sea la humana en general y no la impuesta por las parejas payas heterosexuales.
Y si todo esto es pedir mucho, por lo menos que se restrinja la entrada a padres y madres irresponsables en los bares, que por algún sitio habrá que empezar, digo yo.
Sejo Carrascosa
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