Lurraren defentsan, Euskal Herria bizirik
Por el camino que lleva al pueblo las avenas sacan la cabeza orgullosas de que el viento las mueva. Lucen una cabellera plateada que empieza a coger tonos pajizos. Las últimas aguas caídas han levantado su moral y las apresuran desbocadas a su cenit. El grano que empieza a despuntar y que no puede ser utilizado como nueva semilla servirá, acaso, para alimentarnos?
Un paso más adelante se oyen cencerros de ovejas rodeadas de perros a los que el pastor grita encolerizado. Se dirigen al cerrado. Simultáneamente se escuchan los cantos de los pájaros y sus ecos provocados por la bóveda tormentosa que techa el cielo. A este preludio sinfónico se le suma el ruido de motores de un avión de pasajeros que sobrevuela el límite superior de estas nubes. El camionero del pueblo debe de estar lejos ocupado en el traslado de valiosas mercancías y hoy los tractores descansan en sus bordes. El paso se hace agradable con el viento fresco del atardecer sacudiendo la cara.
Todavía retumban las llamadas de la manifestación nacional a proteger los espacios naturales y rurales que desbordaron el centro de la ciudad. Euskal Herria Bizirik no es solo una iniciativa que aglutina nuestro dividido territorio en su defensa, también es un grito de dolor que clama ante el despojo al que quieren someternos, despojo de la capacidad de pensarnos como pueblo. Hurto de las potencialidades que hemos construido mediante luchas que han tenido el potencial de repensarnos fuera de las élites políticas y económicas, repensarnos como sujetos que colectivamente se organizan para dar respuesta a las necesidades del territorio, sin excluir y mano a mano con las más vulnerables, sin absorber el agua bendita que nos escupían. Y, sobre todo, cuestionando las propuestas que nos caían del cielo para salvarnos, porque estaban pensadas para nuestra condena, sujeción y destrucción.
Y robo, expropiación del territorio para declararlo como zona de sacrificio explicado en tertulias políticas como necesario a nuestro futuro. La realidad también convertida en sacrificable una vez más. El poder de crear la narrativa que nos quite la responsabilidad de ocuparnos sobre las bases de nuestras vidas que ya nos son tan ajenas. El poder de atarnos y amordazarnos a una vida que nos destruye y aísla con nuestra aprobación. Y, para seguir manteniéndola como ideal de ser vivida nos avanzan una serie de medidas que van unidas a la declaración de guerra para las bases ecológicas que nos sujetan. Medidas paternalistas pensadas para que no tengamos que pensar, fundamentadas en la visión de ser la única respuesta posible al desconcierto que han provocado, formuladas para hacernos responsables de todas las tropelías que han realizado y así poder quedar impunes y, lo más sangrante, poder seguir ejerciendo de salvadores de nuestras míseras vidas.
Y asimilación de toda la cultura colectiva que se ha formado en torno a los bienes comunales y a las maneras que hemos tenido de confrontarnos en cada época para su supervivencia y, en último fin, la nuestra. Acaso no hay nada más bello, real y verdadero que luchar por la naturaleza, por nuestros procesos colectivos y por seguir generando la vitalidad constructiva de imaginarios emancipatorios fuera del sentido privado devastador?
Euskal Herria Bizirik tiene mucho que decir.
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