Las bolleras de la Kutxi
A Zuriñe todas la conocen como Txiki. Ni ella ni Miren, su compañera de batallas y de entrevista, aparentan la edad que tienen. “Cuando nosotras salimos del armario no había internet”, cuentan para que podamos situarnos bien en el tiempo y en la dificultad que supuso para ellas expresar abiertamente su condición de lesbianas en la pequeña Vitoria-Gasteiz.
Vía Pikara Magazine
Ellas se conocieron en el colegio:
-Para mí Txiki era un referente. No sé. Sabía que era bollera.
-¿Por la pluma igual, no? -pregunta ella sonriente.
-Es que ni internet, ni famosas lesbianas ni nada de nada, ¿eh?
Sí, todo ha cambiado mucho. Quizá no para bien, pero tampoco para mal. Todo está regular, pero ellas, hoy, hablan libremente de lo que son y no siempre ha sido así. Cuentan con nostalgia y orgullo que, durante una época, eran “las bolleras de la Kutxi”, el diminutivo con el que se conoce la Cuchillería, una calle llena de bares muy famosa en la ciudad. Ambas formaban parte de Gaztelesbos, un grupo que se formó en 1996. La mayoría de las miembras se conocieron en una acampada que había organizado la Asamblea de Mujeres de Álava. Pero necesitaban espacios propios como lesbianas jóvenes y montaron Gaztelesbos. La historia se repite una y otra vez.
Cuentan, apoyadas en la barra de Súkubo, un espacio autogestionado y transmaricalésbico de la ciudad, que tienen complejo de Peter Pan. “En algunos espacios nos tratan como si ya fuéramos viejas”, se quejan. Pero ellas, mejor que nadie, entienden la importancia de construir espacios de militancia para lesbianas jóvenes. Precisamente de esa necesidad nació Gaztelesbos. A pesar de ello, cuentan que siempre tuvieron relación con otros grupos de lesbianas más mayores: “Hoy creo que hay una ruptura generacional de la hostia [muy grande] en todos los sentidos, no solo en el feminismo sino también en otros ámbitos. No sé por qué; nosotras sí teníamos más relación con las mayores”.
El cambio en las formas de militancia y, en general, de relacionarnos puede que tengan algo que ver en esta ruptura generacional que ellas lamentan ahora. “Nosotras hacíamos, por ejemplo, un montón de acampadas en las que organizábamos talleres, fiestas… y ahí nos juntábamos. Además, te podías encontrar con otras lesbianas más mayores en locales de ocio”. En 2001, en la edición vasca del periódico El País aparecía la noticia de la apertura de un espacio para gais y lesbianas en la ciudad. En la noticia aseguraban que se trataba del primer “espacio abierto de la ciudad para ‘las sexualidades que están ocultas por la norma heterosexual y en favor de la libertad sexual”. El local, promovido por Gaztelesbos, Gaytasuna y Oker, estaba abierto todos los días de 19 a 21 horas y los fines de semana. Estaba en la calle Nueva Adentro, en pleno casco de Vitoria-Gasteiz-
“Hoy creo que hay una ruptura generacional de la hostia [muy grande] en todos los sentidos, no solo en el feminismo sino también en otros ámbitos. No sé por qué; nosotras sí teníamos más relación con las mayores”
-¿Cómo fueron esos años de militancia en Gaztelesbos?
-Lo pasamos muy bien. Yo recuerdo las pintadas que hacíamos, las manifestaciones, las fiestas en el Gaztetxe [espacios okupados o decidos por las instituciones que gestionan la gente joven] , algunos talleres. En aquella época no teníamos tanto discurso como ahora, no estábamos tan vinculadas con el feminismo sino que teníamos más relación con el movimiento LGTB. Me alegro un montón de haber vivido, de haber salido y de haber tenido una relación muy buena con el resto de los colectivos de gais y de lesbianas que había en la ciudad. Fue un aprendizaje de la hostia.
Cuentan que era una época de cambio. Muertos los 80, con la crisis del VIH, los 90 se presentaron como una época de liberación para gais, lesbianas y trans, hasta que el movimiento centralizó sus esfuerzos en la lucha por el matrimonio. Las que no aspiraban al amor para toda la vida se quedaron en la retaguardia. Txiki y Miren sí que acudieron a las manifestaciones que se hicieron en Madrid de ámbito estatal, pero el matrimonio no era su lucha. Estaban a otras y en otras siguen. Además, por cómo se centró la agenda en lograr la aprobación de la ley y en parte gracias a todas las ayudas económicas que las instituciones públicas comenzaron a dar al movimiento, la lucha desapareció de las calles. Ellas, todavía hoy, lamentan la instrumentalización y sus consecuencias.
Gaztelesbos no estuvo en activo muchos años, pero ambas recuerdan las muchas iniciativas que llevaron a cabo a favor de la visibilidad del colectivo lésbico. “Hacíamos, por ejemplo, marchas en bicicleta por la ciudad. Una vez fuimos hasta las piscinas de Gamarra, con banderas, pancartas… Las familias que estaban allí se ponían un poco tensas”, dicen entre risas. Después de Gaztelesbos, ambas siguieron trabajando a favor de la diversidad sexual y de género. En otros colectivos y, sobre todo, en las calles de su ciudad. Los colectivos desaparecen, pero la lesbofobia sigue siendo una realidad cotidiana para las lesbianas de todo el mundo.
-Volvamos a la pluma. ¿Qué implica ser una lesbiana con pluma en Vitoria-Gasteiz? ¿Cómo ha cambiado esto?
-Las bolleras plumeras, al menos cuando nosotras empezamos en la militancia, éramos las que poníamos en cuestión el binarismo. Las tías con pluma nos cargamos los roles de género.
-¿Sigue siendo así?
-Esto se ha perdido un poco. Creo que ahora se obvia un poco por toda la importancia que está tomando lo queer.
-¿Habéis cuestionado vuestra identidad lésbica en algún momento? ¿Con el auge de lo queer os habéis cuestionado identificaros como chicos trans o como personas genderqueer?
-No, nunca.
-Yo tampoco. Siempre hemos estado muy orgullosas.
Orgullosas de haber formado parte del movimiento LGTB de la ciudad y orgullosas también de haber incorporado la mirada feminista a su forma de activismo y a su vida, ambas tienen una crítica que no quieren dejar en el tintero:
-Las bolleras hemos estado siempre en todos las luchas: en el feminismo, con las y los trans, en todos los líos.
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