25 años de una lucha que la Ertzaintza ordenó tratar como “terrorismo”
Se cumple un cuarto de siglo del nacimiento de la Asamblea AntiTAV de Euskal Herria, un colectivo que aglutinó a quienes trataban de frenar el proyecto de Alta Velocidad y que fue criminalizado por la Policía vasca. En el recuerdo queda la localidad alavesa de Urbina el 17 de enero de 2009.
La imagen era aterradora. Gente corriendo a través del monte, policías encapuchados repartiendo golpes y un helicóptero sobrevolando a escasos metros de sus cabezas. Gritos, sirenas de ambulancias y aún más cargas. Aquel 17 de enero de 2009, la localidad alavesa de Urbina se convirtió en Gaza. Los que reprimían eran ertzainas. Los reprimidos no llevaban armas, sino pancartas. Protestaban como podían contra las obras del Tren de Alta Velocidad (TAV). El Gobierno Vasco, entonces en manos de Juan José Ibarretxe, respondió a porrazo limpio.
Quienes vivieron aquella jornada difícilmente podrán olvidarla. No en vano, Urbina forma parte hoy del relato de una pelea larga, que se sabe cuándo empezó pero no cuándo terminará. Precisamente, este año se cumple un cuarto de siglo del nacimiento de la Asamblea AntiTAV de Euskal Herria, una confluencia de grupos que funcionaba a nivel local y se coordinaba a través de asambleas generales. Una experiencia que marcaría un hito en el movimiento social vasco.
“La asamblea tenía un marcado carácter antidesarrollista, ya que no contemplaba el TAV por separado, sino dentro de una sociedad en la que las grandes infraestructuras eran el soporte del capitalismo”, recuerda Julio, uno de sus primeros militantes en Iruñea. Bajo esa premisa empezaron las primeras movilizaciones y los primeros carteles. Era una pelea contra el despilfarro hecho tren, pero también contra un modelo social al que consideraban radicalmente injusto.
25 años después, el TAV sigue siendo lo mismo que entonces: un proyecto tan caro como polémico. En la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) se planifica ahora cómo será la entrada a las principales ciudades —en el caso de Bilbao y Gasteiz se maneja que será de forma soterrada—, mientras que en Navarra apenas están construidos 14 kilómetros de vía. En el caso de la CAV, sus autoridades estiman que las obras de la Y Vasca concluirán en 2023.
“Creo que se podrá parar por el colapso económico: a día de hoy, el endeudamiento que existe es bestial”, resume a El Salto Luis Miguel Montes, un veterano militante de Basauri (Bizkaia). Él llegó a esta pelea en 2007, proveniente del mundo antimilitarista. Algunos años antes, en 2001, se había formado AHT Gelditu Elkarlana, una plataforma que resultaría clave a la hora de hacer frente a los inicios de las obras, tal como ocurriría a partir de 2006 en Urbina.
Aquel año, la plataforma contra el TAV inició una serie de movilizaciones que le costarían multas, cargas policiales y, sobre todo, una fuerte criminalización. En ese contexto, las obras en el País Vasco se vieron literalmente militarizadas. El sindicato ELA, uno de los principales de Euskal Herria, llegó a denunciar que la Ertzaintza había recibido órdenes de tratar las protestas contra este proyecto como acciones “terroristas”. De hecho, en 2009 se conoció que el entonces jefe de la división de Seguridad Ciudadana de la Ertzaintza, Gervasio Gabirondo Fernández, había emitido una circular interna en la que ordenaba a sus subordinados calificar como “acto terrorista” todas las acciones del movimiento antiTAV. Sus órdenes no se plasmaron en condenas de cárcel debido a que la Audiencia Nacional optó por inhibirse y trasladó las causas a juzgados locales.
En aquel contexto, la militancia que peleaba contra el proyecto ferroviario de Alta Velocidad era plenamente consciente de los intentos de criminalización en su contra. “Cada vez más personas y colectivos están sumándose a la lucha antiTAV, que ha pasado a convertirse en una cuestión de peso en la sociedad vasca (…). De ahí que sus impulsores hayan recurrido a una campaña doble de intoxicación: propaganda mentirosa sobre las supuestas bondades del proyecto y criminalización de los opositores”, denunciaba la Asamblea AntiTAV en 2008, y advertía que “algunos medios españoles ya han sugerido que personas concretas de la plataforma AHT Gelditu! Elkarlana están vinculadas a ETA”.
“Proyecto ligado al PNV”
En cualquier caso, el saldo de un cuarto siglo de pelea no solo ofrece imágenes represivas. Mirando hacia atrás, Montes cree que AHT Gelditu sirvió para “socializar la lucha contra el TAV”, así como para desmontar ciertos mitos sobre los supuestos beneficios que tendría una infraestructura de este tipo. “Hemos logrado que la gente sea consciente de que el TAV no es algo que salga gratis”, destaca. En tal sentido, este militante advierte que se trata de un proyecto que “va totalmente ligado a los intereses del PNV”, la formación que desde el Gobierno Vasco ha promocionado su construcción.
Los argumentos de quienes se oponen a un tren de este tipo son variados. Montes cita, por ejemplo, su carácter “elitista”, tal como demuestran algunos estudios sobre el nivel adquisitivo de quienes lo utilizan. La plataforma AHT Gelditu lo resumía de la siguiente manera en uno de sus documentos: “El TAV es un proyecto antiecológico, antisocial, despilfarrador de recursos y totalmente inapropiado para Euskal Herria. Es inadmisible debido a sus graves impactos ecológicos, sociales, económicos, agrarios y territoriales”. 25 años después, la lucha continúa.
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