Hablar de sobre como luchamos juntas para ampliar posibilidades
Me calan hondo esas palabras de Silvia Federici cuando habla del Trabajo Sexual que dice: “…Encuentro moralizante clasificar que tipo de explotación de los cuerpos de las mujeres es más degradante. Hay mujeres que han tenido que vender sus cuerpos en matrimonio para tener una posibilidad de supervivencia, otras que han tenido que hacerlo en maquilas en condiciones que han arruinado su salud y otras han tenido que prostituirse. Todas han representado salidas que no han escogido, pero que fueron las posibles dentro de esas imposibilidades de elección”. También piensan parecido Angela Davis, Judith Butler y tantas otras feministas del “99%”, las que ven realidades de las mujeres en este mundo que es inmenso, que no solo se reduce a Europa; las que se ponen en situaciones de otras e intentan comprenderlas, aunque les parezcan lejanas, las que no hablan desde sus privilegios ya sean estos del tipo que sean.
El feminismo institucional (cercano al Psoe, Podemos, IU…) y otros feminismos, también en Euskal Herria, que desde mi punto de vista necesitan abrir la mirada, ver más allá de sus realidades o de postulados estáticos que no responden a cuestiones complejas en este mundo no solo capitalista y patriarcal, sino racista, colonialista y hetero; han iniciado una cruzada que ya está recrudeciendo algunas violencias contra compañeras que hacen trabajo sexual; con la criminalización, el incremento del estigma, el falso “Todo es Trata” y la posible prohibición de la prostitución; como si la situación económica y la pandemia no fuesen suficiente.
La mayoría de mujeres que hacen trabajo sexual son migradas y no es casualidad que las que hacen trabajo de hogar y de cuidados o se dedican a la limpieza también lo sean. La feminización de las migraciones está directamente relacionada con la feminización de la pobreza. Las mujeres migradas para sobrevivir y en lucha por cubrir las necesidades y derechos básicos de sus familias trabajan en lo que pueden, limpieza, cuidados o comercio sexual. El otro día leí que en Gipuzkoa está incrementándose el número de mujeres autóctonas que se dedican al trabajo sexual y no hace falta ser muy lúcida para saber que lo hacen para pagar sus facturas, para sostener sus vidas en medio de un sistema que constantemente nos fuerza a las mujeres a la marginalidad y a la pobreza, cuestiones quizá más preocupantes para “abolir” desde esa “radicalidad” y superioridad moral desde la que hablan algunas.
Hay un discurso interesado en mezclar datos, estadísticas y conceptos como son la explotación laboral, la explotación sexual, el grave delito contra los derechos humanos que es la trata, y el tráfico de personas entre otros. Según Emakunde en sus últimos datos de 2019, se considera que las mujeres que están viviendo situaciones de trata o explotación son un 10 o 15% y aunque estas cifras son preocupantes vemos como se está extendiendo este porcentaje a todo un colectivo, haciendo que se desproteja a las verdaderas víctimas de trata y se criminalice y convierta en víctimas a otras mujeres que no lo son y que trabajan en la prostitución como estrategia de sobrevivencia.
Por lo tanto, el “Todo es trata” es un discurso que oprime y crea relaciones de colonialismo discursivo desautorizando a las trabajadoras sexuales, quitándoles su agencia, su derecho a decidir dentro del capitalismo en el que todas nos vemos inmersas a “elegir” qué actividad o trabajo desarrollar.
Este sistema capitalista complejo explota los cuerpos de las mujeres de diversas maneras no sólo en lo que a la sexualidad se refiere, entendida la sexualidad como una categoría de dominación social y política. Y no se si estamos de acuerdo, pero no podemos centrar única y exclusivamente en la sexualidad la opresión que vivimos las mujeres. El cuerpo de las mujeres es objeto de explotación integral en este sistema, no sólo la vagina, sino todo el cuerpo. Como dicen las compañeras Argentinas de YMK, “El heterocapitalismo obliga a las mujeres a comerciar con sus cuerpos como niñeras, enfermeras, amas de casa, esposas, cuidadoras, secretarias, no solo como trabajadoras sexuales”
En el caso de Europa y del Estado Español, la Ley de Extranjería, la externalización de fronteras y las políticas migratorias, ejemplos claros de esa colonialidad del poder que decide quien viene a Europa en patera porque no puede conseguir un visado ni otro documento de viaje; y quién en avión porque procede de un país de habla hispana con relaciones de dependencia históricas. La Ley de Extranjería que regula las migraciones de acuerdo con los intereses del capital y en función de la mano de obra que necesite el estado español y Europa es una estructura de opresión a la que se enfrentan compañeras que hacen trabajo sexual. Como parte del privilegio blanco sostenido por la colonialidad todas sabemos que la libertad de movimiento está determinada por la zona del mundo donde hayas nacido, migrar es un derecho humano para algunas personas determinado por los recursos que tengas, el color de tu piel y otras cuestiones geopolíticas.
El lugar de las mujeres migradas en la economía de los países del norte global está en el sector servicios y en la economía sumergida. Igual tendríamos que preguntarnos: ¿A quién le interesa que haya mujeres migradas que no puedan regularizar su situación aun teniendo contratos de trabajo antes de los tres años que exige la ley para el arraigo? ¿A quién le interesa que estas mujeres solo puedan trabajar en cuidados, en trabajo de hogar o en trabajo sexual porque no tienen papeles? ¿A quién le interesa que estas mujeres trabajen sin derechos y en la economía sumergida como única opción que les queda?
Quizá tengamos que preguntarnos también porque nos mueve más la explotación sexual que otros tipos de explotación que también viven muchas mujeres migradas. Mujeres que aquí en Euskal Herria que están “trabajando” en casas 24 horas al día, 7 días a la semana por 500€ o a cambio de casa y comida en unas condiciones de esclavitud y servidumbre soportando el racismo cotidiano y otras tantas violencias en sus mentes y en sus cuerpos.
El Comercio Sexual es una actividad económica que se desarrolla en el sistema Capitalista y Heteropatriarcal, con sus reglas, pero es que en estas reglas se desarrolla TODA actividad económica. Si el comercio sexual es heteropatriarcal y capitalista, ¿el trabajo de hogar, el trabajo en las maquilas, que matan la salud de las mujeres por las condiciones que es? Porqué no reconocer como dice Silvia Federicci que en el Capitalismo todas nos tenemos que vender de distintas formas y que es moralizante y Colonial decirle a las mujeres que tipo de opresión deben elegir y cual nos parece decente y cual no.
El Comercio Sexual no es exclusivamente Patriarcal, no puede ser analizado con parcialidad, requiere un análisis interseccional, los ejes de dominio y opresión son múltiples y se entrecruzan, por eso la mayoría de mujeres que trabajan en el comercio sexual están atravesadas no sólo por el patriarcado, sino por otros ejes de opresión como la raza, la clase, etc. En este último punto radica una trascendencia fundamental que quienes pretenden abolir la prostitución no quieren ver. ¿Porqué en lugar de agravar las violencias contra las compañeras que hacen trabajo sexual no nos preocupamos primero de abolir la Ley de Extranjería y la necro política migratoria?
Aquí no todas estamos en el mismo lugar en la jerarquía social y eso es una cuestión que hay que poner sobre la mesa al hablar. ¿Se puede tener debates de ética, moral religiosa, hacer leyes y tomar medidas que impacten sobre las vidas de otras mujeres, desde nuestros privilegios? ¿Es esto en si mismo ético? A las compañeras se les niega la palabra, se les impide decidir, se les están negando derechos básicos como el derecho a asociarse, sindicarse, se les empuja a la explotación laboral, a trabajar en condiciones que les generan vulnerabilidad. Nunca se habla de cómo vamos a resolver el problema de violencia económica que muchas mujeres viven.
Y hasta cuando la práctica hegemónica de “la voz autorizada” que establece el privilegio blanco de si eres trabajadora sexual, o migrada o racializada se cree que tu discurso o lo que sientes no está legitimado y no merece consideración y se silencia a la “subalterna” frente a las que toman las voces y hablan por las otras y deciden por las otras convirtiéndose en “salvacionistas”. A las trabajadoras sexuales se les quita su agencia, se les ignora y se les quita todo poder de decidir, aunque las mujeres digan claramente que el trabajo sexual es trabajo, no quieren reconocerlo.
Las compañeras están muy preocupadas, viven toda esta situación con mucha ansiedad, angustia, y la certeza terrible que lejos de mejorar sus vidas estas medidas las empeoraran, y en esas estamos. Da tristeza si, como dice Federicci porque con nuestras practicas feministas hegemónicas desde nuestros privilegios, seguir el patrón colonial de universalizar experiencias, como el “todo es trata”, jerarquizar realidades y mujeres, la ignorancia y doble moral con vestigios religiosos, estamos negando derechos a otras mujeres y nos estamos alejando del feminismo del 99%, ese que, reconociendo las diferencias entre las mujeres y desde el respeto y reconocimiento hacia todas, construya alianzas para defender derechos en este sistema heteropatriarcal, capitalista, racista y colonialista.
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