… y la gentrificación llegó a la montaña
Y pasó. También aquí. Lo mismo que ya venía pasando en los cascos antiguos de las ciudades, o en pueblos de zonas turísticas que se fueron convirtiendo poco a poco en un escenario de peli de zombis postapocalíptica, en cuanto pasa la temporada de guiris.
Las gentes que, hasta ahora, habitábamos en los pueblos pequeños y perdidos, de los que no se acordaba ni dios, más o menos “tranquilamente” (eso ya cada cual con su historia individual), hemos FLIPADO este verano, con la auténtica invasión sufrida tras el confinamiento de primavera. Hemos visto ésto como no lo habíamos visto en la puñetera vida. Lleno de gentes, de las cuales, la mitad parecían niñxs perdidxs en un centro comercial, que no saben muy bien ni dónde están, ni cómo ni por qué han llegado hasta allí, ni cómo desenvolverse en ese ambiente.
Supongo que la mezcla de motivos para que esto ocurriese, la componen, por un lado, la petada cerebral colectiva después de estar encarceladxs, necesitando ansiosamente algo de aire libre (muy necesario para mantener una buena salud, con coronavirus y sin él, por cierto). Por otro lado, que muchos lugares, como las piscinas municipales, estaban cerrados, y había que buscar una alternativa. Y por último, pero no menos importante, que lxs humanxs de aquí y ahora, somos (en general), una auténtica panda de zombis (en efecto), de escasa autonomía mental, y, lo mismo que hasta ahora nos han vendido que había que ir de vacaciones a Benidorm, pues este año le ha tocado a la montaña. Ale, a consumir naturaleza y bucolismo. Cuidadosamente envasado y aséptico, eso sí.
Gracias por invadirnos, consumiendo un lugar en forma de ocio, sin tener ni el menor interés por interactuar con él más profundamente, sin respetar el miedo de las personas mayores que en él vivían ya, por tratar de malas maneras y con exigencias a la gente que trabaja en la hostelería local, que, obviamente, no está diseñada para soportar tal carga de afluencia. Gracias por llenar el monte de mierda y mascarillas. Se nota que durante el encierro, habéis aprendido a valorar, respetar y agradecer este maravilloso entorno que al final ha acabado siendo lo más simple, y, fíjate tú, lo más necesario y básico. Se nota que teneis conciencia de que hay que cuidarlo para que el año que viene siga ahí, y podamos seguir disfrutándolo. Ah, que no, que era de usar y tirar, y el año que viene tocará otra cosa…perdón, que no me acabo de enterar de cómo va el rollo. Y este año tocaba autocaravana en vez de apartamento…algunxs no han perdido el tiempo ni el dinero con la tontería…sí, va también por Amazon, ese ente tan maravilloso que os soluciona y os jode la vida al mismo tiempo sin que seais conscientes.
La maldita gente con dinero en el bolsillo, se ha comprado en un arrebato las casas que llevaban años sin venderse, al grito de “dame lo que sea y al precio que sea”. Pero, sorpresa, no con un interés real por vivir en lo rural, sino para tener su palacio personal, para disfrutar los findes de sol, y en el que encerrarse si vuelve un nuevo confinamiento. Y poder estar como dios. Espero que os las okupen todas, o que la vida os dé un giro y acabéis en la más absoluta miseria y no las podáis mantener. A ver qué vais a hacer ahí metidxs, si no sabeis ni encender una cerilla. Pues resulta que por este afán de coleccionar chozas en lugares exóticos, y muchas veces lejanos, a vuestro cotidiano y vuestra realidad, las personas que sí vivimos aquí, y sí que queremos hacer vida aquí de verdad, pero que no tenemos vuestro estatus de clase, ahora tenemos un acceso a la vivienda más precario aún, que ya lo era bastante. Gracias otra vez, a lxs pijxs urbanitas de mierda. También por hacer que los lugares estén más deshabitados todavía, que no exista el concepto de vecindario, de interacción, de apoyo mutuo, que la dicotomía cemento-tierra sea más marcada todavía. Vuestro bienestar efímero, por supuesto, merece que el resto nos vayamos a la mierda. Y, claro está, no estoy contando ninguna historia nueva. Es lo mismo que lleva pasando muchos años y en muchos lugares, ahora aquí y en forma de crisis sanitaria.
Dicho ésto, me gustaría sugerir a la gente que nunca ha mostrado ningún tipo de interés sensibilidad ni empatía por el mundo rural ni por la naturaleza, ya sea porque piensa que la lucha sólo se hace en la ciudad, o porque le mola el rollo de adoquín, terraza, escaparates y gente hacinada, o por cualquier otro motivo, que asuman lo que hay y se queden en su puñetero sitio, que aquí estábamos muy bien sin ellxs.
¿En serio pensabais que esta mierda nunca iba a petar, que ibais a poder seguir viviendo en la película que os vendían, basada en un mar de nubes rosas, que flotan sobre un vertedero de muerte, destrucción y control social? ¿En serio pensabais que teníais voluntad propia?
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