Unas pinceladas de realidad
Soy una persona que lleva varios años colaborando con proyectos autogestionados de reforestación con bosque autóctono en zonas que han ardido. Y me viene pasando, que tengo la sensación, cuando hablo con gentes cercanas, de que me imaginan en un escenario diferente del real. Asique me apetece relatar, desde mi experiencia (personal, única e irrepetible), algunos matices, para dale un punto de realismo al imaginario.
No estoy en medio de un bosque paradisíaco y frondoso, disfrutando de unas cómodas vacaciones y haciendo el hippie. Si estuviera en un escenario así, no sería necesaria una reforestación. Alguien que no tenga cercanía con el medio natural, y no sepa mirar un poco más allá, miraría al horizonte y vería montañas gigantes, y pensaría: “qué bonita es la naturaleza”. Pero si no es el caso, es probable que cuando estés llegando a la zona, se te caigan las lágrimas por lo que estás viendo. Es una sensación bastante bestia, entre mirar un paisaje impresionante, y, a la vez, notar que hay un pequeño detalle más allá del verde del prao y de los matojos: está casi completamente pelado, desnudo, vacío. Sólo quedan algunos resquicios de bosque originario de la zona, que son los que sobrevivieron. Desolador.
Si mi ideología me lo permitiese, pensaría que debería haber un “servicio forestal obligatorio”, para toda la ciudadanía. Algo así como la mili, pero en guay. Para tomar un poquito de consciencia con esta realidad, y devolverle un poquito de lo que le hemos robado a la tierra.
Tampoco estoy en un hotel en el que “me dan” alojamiento y comida. Es verdad que hay una infraestructura física donde quedarse, y que con los no despampanantes fondos del proyecto, se paga, entre otras cosas, la comida de las personas que estamos trabajando. Pero todos los curros como cocinar, limpiar, conseguir leña, comunicación y logística, los hacemos entre nosotrxs. Por supuesto, a distintos niveles de implicación, pero quiero decir que no hay nadie encargadx de cubrir nuestras necesidades, y que acabar la jornada en el monte no significa no tener nada más que hacer. Para mí, la forma más lógica, natural y gratificante de funcionamiento. Pero creo que cuando la gente piensa en un “voluntariado” (palabra que chirría un poco por aquí), no es en éste el concepto en el que está pensando…
Sí, estoy rodeadx de personas maravillosas, y a las que valoro un montón, compartiendo ideas y maneras de vivir, que me cargan las pilas a tope. Con los cuidados muy presentes sobre la mesa, tanto o más que la productividad. Es lo que marca la diferencia.
Está el tema de que si tienes que esperar a cumplir todos los requisitos institucionales para poder plantar con permisos, te da el 2025, asique nuestro querido piratismo acaba siendo la única opción. Otra forma más de okupación. Y aguantar a ciertas gentes, ganaderos en su mayoría, haciéndote tortura psicológica, y desvalorizando tu trabajo sin que les hayas pedido opinión. Hay muchos intereses para que el monte arda, como por ejemplo, aumentar la superficie de pastizales.
Lo gratificante de ésto, a la vista está, no es instantáneo. Viene a medio-largo plazo, o en los pequeños detalles. Ver rebrotar robles y castaños de sus cenizas, y saber que en unos años ese no será un monocultivo de pino megainflamable. Volver al año siguiente y ver que han prosperado las plantas que se pusieron. Al fin y al cabo, acelerar un poco el proceso natural de autorregeneración del bosque, dándole un empujón, y hacer alguna trampilla poniéndoselo más difícil a los pinos.
A veces me pregunto, y supongo que la gente se preguntará: ¿Para qué?¿Para qué invertir tu tiempo y energía en algo por lo que no cobras, en un trozo de paisaje que no es el más bonito de la zona, sudando, peleando con cadáveres calcinados que pinchan, con rocas en el suelo que parten azadas, y con tojos y zarzas? Si tú no lo vas a ver, si alomejor se va todo a la mierda antes…
En primer lugar, porque no lo hago por mí solamente, ni siquiera por nosotrxs. Lo hago también por todos esos seres no humanos que han sido desahuciados, y que merecen un sitio donde volver a vivir en paz, y sufrir lo menos posible mientras esperan a poder celebrar el día de nuestra extinción, los que hayan tenido la suerte de sobrevivir. Se lo debemos. Hay muchas maneras de generar vida, y de criar.
Aparte de eso, parece que es legítimo y adecuado dedicar tus esfuerzos y desvivirte en proyectos que muchas veces se quedan por el camino, o que salen “mal”, y acaban “no sirviendo para nada”, como carreras universitarias, mañanas echando currículums, hipotecarse, relaciones de pareja…¿Por qué en eso sí, y en ésto no? Porque eso sí que se valora socialmente, y así nos hemos construido.
Una vez superados estos quebraderos de cabeza, opino que no hay nada más gratificante que sentir que estás donde tienes que estar, y haciendo lo que consideras que tienes que hacer. Asique cada cual que encuentre lo suyo, y que no entorpezca al resto. Y no nos olvidemos de disfrutar por el camino.
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