¿Toreando…? ¿Esquivando…? Huyendo del coronavirus
Personalmente, creo que nadie niega que nos encontramos en una situación sanitaria grave, con su secuela de contagios, confinamientos y muertes.
Son muchos menos, los que reconocen que el virus golpea más fuerte a otros, colectivos humanos y espacios geográficos.
Y son pocos, muy pocos, que yo conozca, quienes piensan hasta qué punto no estamos manipulados, confundidos, paralizados, en medio de una parafernalia, mezcla de ignorancia e intereses no confesados, que se traducen para el pueblo llano en ceses laborales y docentes; recortes de prestaciones públicas en sanidad, enseñanza, cultura y cuidados; hasta la estigmatización del pensamiento crítico, control de quien se mueve y militarización del espacio.
¿Puede la presencia del Coronavirus, justificar que gobiernos “democráticos”, acaparen y se excedan en sus atribuciones e imposiciones?
Ante tal situación, hay quienes se encaran con el poder, buscando su rehabilitación o recuperación democrática; y los hay quienes no creyendo en ello, opinamos que es preciso defendernos de la “democracia”, y más en estos tiempos revueltos. En una reseña sobre la obra “EL ENEMIGO CONOCE EL SISTEMA” de Marta Pairano leía “… Que las infraestructuras del poder en democracia, no nos sirven para hacer frente al poder, pues son herramientas del poder para gestionarnos, a nosotros, en época de crisis”. Para comprobarlo, basta abrir los ojos a nuestra realidad presente.
No conozco época, en que de forma tan “pacífica”, sin estruendo ni olor a pólvora, esté consiguiendo el capital tal concentración de poder y riqueza como en el momento presente.
EL FUTURO NO ESTÁ ESCRITO
El virus nos está sacando de quicio, y nos sitúa en la disyuntiva de elegir nuestro futuro. El coronavirus no es solamente una cuestión sanitaria, también económica, social y de orden público (Ley Mordaza: en tan solo los tres primeros meses de coronavirus, un 1.000.000 de multas).
Creo, y pienso que con el coronavirus no sufren ni mueren tan solo personas, sino que también la vida en libertad peligra, y que al igual que el virus, también el autoritarismo se expande y se contagia.
No a todos nos motiva recuperar la salud para enfangarnos en un productivismo “permanente” e imposible, y que reñido con el reparto genera una desigualdad, que mata ella sola más que la guerra y el coronavirus juntos.
Por qué, no reflexionamos sobre lo que echamos de más y de menos?
MIENTRAS TANTO…
Hace un par de semanas leía unas reflexiones de Naomi Klein, quien hace 10 años nos obsequiaba con la “LA DOCTRINA DEL SHOCK”, ahora nos advierte que la “normalidad” es la crisis y que nada hay más equivocado que desear volver a ella de forma instintiva y rápida, e invitándonos a la reflexión haciendo un alto en el camino.
Dice, que todo está “roto”, el planeta, nuestra relación con la naturaleza, las relaciones grupales, y los lugares y tiempos de cuidados,… por lo que se impone un cuestionamiento de los modelos de vida y una política de reparación.
Y sigue Naomi Klein “… a los dirigentes de este mundo, y no solamente a Trump y a Bolsonaro, no les importa la vida; nadie debiera vivir en el hacinamiento, en ninguna parte del mundo, y muchos trabajos hasta ahora despreciados, abríamos de recuperarlos como esenciales”
La clase trabajadora interiorizamos en el pasado opiniones que hoy perduran, como que, el buen trabajo es primordialmente según la cuantía con que se nos pague y no en razón de su naturaleza o condiciones de ejecución. Pudiendo así, gozar de un buen trabajo en AERNOBA, ITP, MASA, empresas vascas de la industria militar, y de un mal trabajo en un Centro de Salud, Guardería o Residencia de Mayores.
Creo que, atender, cuidar, asistir, curar, proteger, esto es velar por la persona humana es una actividad más sencilla, gratificante, dignificante y radicalmente más humana que trabajar en una Mercedes o en Michelin aunque esté mejor pagado.
MIENTRAS TANTO…
Creo que somos pocos, pero cada vez más, los que en este fiasco de pandemia, opinamos que son las comunidades las que se salvan en el mundo, y que es un desastre, un fracaso humano, la situación de la gente que vive sola en un departamento aunque tenga todas sus necesidades materiales cubiertas. Como posiblemente suceda en ese 50% de viviendas de París y Berlín habitadas tan solo por una persona.
Y esta reflexión me trae a la memoria un comentario leído hace poco sobre el libro “EL SIGLO SOLITARIO” de Norena Hertz, que atestigua que la soledad, la exclusión, el aislamiento… alimenta en la persona humana la agresividad, y en plano social estructuras y sistemas violentos y racistas. Y como, hasta las mismas ratas aisladas en jaulas, la emprenden a mordiscos con las de su mismo especie que irrumpen en su soledad. Y ¡¡OJO!!, a mayor tiempo en reclusión, con mayor agresividad.
En fin, la mejor tecnología de supervivencia en esta selva en que se ha convertido la vida humana, es la comunidad, el apoyo y una economía de cuidados. En definitiva dotarnos de formas organizativas, horizontales, participativas, transparentes, donde nadie es más que nadie, a las que aspiran y de las que se nutren las comunidades zapatistas en Chiapas, los mapuches en Chile-Argentina y Nasas en Colombia…
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