“¡Salgamos a la calle, Rompamos el silencio!” -Agus Gorbea-
Hoy es el día internacional de los derechos humanos. No me gustan los días internacionales, porque me recuerda a la navidad: Hoy “noche de paz y mañana bombardeo”, pero es de derechos humanos, o mejor dicho, de vulneración de derechos humanos, de lo que quiero hablar.
Es difícil elegir tema. Podría ser Palestina, Sahara, Kurdistan, muertes por hambre y enfermedades en África o Asia; la caravana salida de Centro América hacia Estados Unidos; la dramática situación vivida por el barco Nuestra Madre Loreto; las miles de personas muertas en el mar Mediterráneo o en el desierto del Sahara por intentar llegar a la Europa Fortaleza; la política penitenciaria de venganza hacia los presos y presas políticas vascas; el acoso en Gasteiz a la familia gitana Manzanares, los desahucios en aumento; y un largo etc.
Es tal el nivel de vulneración de derechos humanos al que estamos acostumbrándonos en nuestros sofás, o peor aún, es tal el nivel de vulneración de derechos humanos que un sector importante de nuestra sociedad apoya, que en 5 minutos no se podrían ni tan siquiera enumerar los casos existentes.
Por eso me voy a centrar en el genocidio que Arabia Saudí con el apoyo de Estados Unidos e Israel, y el consentimiento de Europa, está realizando contra la población civil de Yemen, por ser, en estos momentos, una de las situaciones más dramáticas, generadas por el terrorismo de estado internacional permitido y aplaudido.
No es comprensible que al príncipe saudí Mohamed Bin Salman, al que en el G20 todos le han dan la mano, personaje siniestro, y artífice de la invasión a Yemen desde 2015, se le esté cuestionando su label democrático por el asesinato de un periodista, en un consulado, (que aun siendo grave e inadmisible) sigue siendo menos grave que el genocidio que está realizando en Yemen. Porque hoy Yemen es un infierno. Es uno de los países más pobres de Medio Oriente. Yemen es un país invadido por Arabia Saudí por diferentes intereses: Disputa con Irán, el estrecho de Bab Al Mandeb, por donde pasan muchos barriles de petróleo. Y por si fuera poco, Yemen es productor de petróleo y dispone de grandes cantidades de gas. Es decir, Yemen es uno de los países más pobres del mundo, pudiendo ser en realidad un país rico. Todo el puzle, es como para estar preocupados.
Hay analistas que cifran en 80.000 las personas muertas desde 2015 como consecuencia directa de la invasión de Arabia Saudí. Según Omar Hassan, el programa Alimentario Mundial afirma que 14 millones de personas corren el riesgo de morir de hambre; 17 millones no tienen acceso a agua potable y 3 millones de yemeníes han huido de sus hogares. De entre este potencial de personas, cabe destacar la fijación del terrorismo de nuestros aliados de Arabia Saudí en bombardear escuelas, centros hospitalarios, autobuses escolares de niños y niñas, etc. Es decir, la utilización de las bombas inteligentes en manos de asesinos, las mismas bombas inteligentes de las que nos hablaba el ministro español de la guerra, el Sr. Borrel para justificar la venta de bombas a Arabia Saudí, diciéndonos, como si fuéramos personas sin capacidad intelectual, que esa era la garantía de que no eran peligrosas para la población civil.
Si todo esto es muy grave en sí mismo, hay cuestiones que a los y las europeas de a pie todavía nos deberían de poner más a la defensiva. Henry Kissinger admitió públicamente que el ISIS obtiene sus armas de Estados Unidos. El microlector / 21 de junio de 2017. El jefe de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, CIA, asume que las políticas adoptadas por su país contribuyeron al surgimiento del Daesh, declaraciones a la CNN de John Breannan.
Al igual que en su momento, la CIA y el gobierno de Estados Unidos, con el apoyo de Arabia Saudí, crearon, financiaron y armaron a Al Qaeda para colaborar en la expulsión de la URSS de Afganistan, y luego, fue Al Qaeda quien puso las bombas en el metro de Madrid. Ahora siguen siendo nuestros amigos, con la ayuda de nuestro también aliado Turquía, los que han creado, financiado y continúan armando al Daesh, ¿A quién benefician las guerras potenciadas por occidente, y los ataques del extremismo Salafista en Europa? Está claro, al propio ISIS, a la extrema derecha, al capitalismo sin escrúpulos, a sus multinacionales y grandes empresas, y a sus altavoces políticos, mediáticos y policiales. Se retroalimentan.
Es preocupante el papel de la derecha y la extrema derecha que apoyan diferentes genocidios en el mundo, incluido el de Yemen; es preocupante el papel de la social democracia que no los cuestiona, pero es mucho más preocupante el papel de la izquierda que, salvo honrosas excepciones a nivel personal, calla y mira para otro lado como si no fuera con ella. No tiene este problema en su agenda ni en sus programas, dejando así el espacio libre a la extrema derecha y a la extensión de su ideología dominante. A raíz de las elecciones andaluzas, se oyen voces en la izquierda que apuntan a la necesidad de encararse con el neofascismo en boga. ¡A la calle! que ya es hora. Si alguien pensaba que en estos lares estábamos vacunados contra la ultraderecha, hay tiene los resultados de Andalucía; tres Salvinis al alza, pero no sólo en Andalucía. Me comentaba una compañera de Bilbo, que empiezan a verse los fines de semana en el metro chavales desde la margen izquierda con uniforme de campaña del ejército español y una generosa bandera en el brazo, camino a sus cuarteles.
Como decía Martir Luther King: No me preocupa tanto la gente mala, sino el silencio de la gente buena. ¡Rompamos el silencio! Es urgente y necesario para frenar el avance neoliberalismo y del neofascismo y apostar por otro modelo de sistema económico, político y social, donde los derechos de las personas estén por encima de los intereses económicos.
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