Reivindicación de una loca
Todas pasamos malas épocas, rachas en las que parece que el universo que hayamos forjado a nuestro alrededor se desmorone con un simple soplido. Nuestro mundo está de pronto en crisis y parece que no nos quede más que la impotencia de verlo caer. Y es entonces cuando nos convertimos en nuestras propias enemigas, cuando comenzamos a boicotear cada intento por salir del fango, cuando echamos al viento las cenizas sobre las que nuestra entidad ha de renacer.
Uno de los aspectos que más se resiente en estas crisis cíclicas que parece que vayan en consonancia con el sistema capitalista en el que vivimos, es la salud mental. Ese gran tabú, ese gran desconocido. Es aquí donde se encienden todas las alarmas ya que hemos nombrado lo innombrable. En la sociedad de la eterna búsqueda de la felicidad, el estado omnipresente es “bien” y ese estado es inamovible e inalterable. En cuanto alguien ya no está bien (y me refiero en exclusiva al ámbito psicológico) se hace molesto, extraño e incómodo.
Reivindico a esas personas que hacen que los demás se sientan incómodos si no hay una respuesta políticamente correcta a la pregunta “¿estás bien?”. Reivindico a todas aquellas que nos hemos atrevido a mencionar que nuestra salud mental está resentida, que necesitamos ir a la psicóloga o a la psiquiatra y que hemos recibido incompresión, miedo e incluso indiferencia.
Y es que, paradójicamente, creo que no hay persona más sana que la que es consciente de su estado y prioriza su bienestar. Tener la capacidad de detectar que algo no va bien, que no estamos a gusto con nosotras mismas ni con el resto y buscar ayuda para poder ponerle solución y conocernos mejor es todo un acto de valentía.
Tenemos que empezar a interiorizar que estar mal no es algo vergonzoso que debamos ocultar ni un arma que nadie pueda utilizar para desligitimizar nuestro discurso. Creo que es algo necesario para crecer, para replantearnos nuestras necesidades y ver qué podemos hacer para cambiar o desechar lo que nos es perjudicial.
Hablando desde mi propia experiencia, me gustaría que empezasemos a considerar la salud mental como algo innato del ser humano que se tiene que cultivar y fortalecer. Hay que superar el discurso del miedo, tenemos que dejar de estigmatizar a toda persona cuya salud mental no sea la óptima, ya sea por un breve espacio de tiempo o porque sufre de alguna enfermedad mental.
Por eso, reivindico a todas a las que nos han llamado locas por simple incomprensión. Porque si una está loca por admitir que no está bien, por tener fluctuaciones emocionales, por no comportarse como se espera de ella o por acudir a la especialista, entonces que vivan las locas.
Miren Rico Tolosa
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