Recoger colillas
Este viernes pasado tuve el gran placer de participar en una iniciativa de la Revista Ezkaba, de mi barrio, en la que recogimos 3400 colillas en una hora y media del Parque de los Enamorados. Lo más bonito de la iniciativa, que quien las recogió fueron criaturas del barrio, menores de 16 años.
A parte de la limpieza que supuso, esta iniciativa tiene un profundo sentido político adaptado a los tiempos actuales, en los cuales parece que todo el mundo anda, políticamente, bastante perdido. Limpiamos el mundo. Lo hicimos un poquico mas saludable. Despertamos conciencia. Creamos un poquito más de comunidad….
Toda la gente, excepto un tarado que se enfado, nos agradeció, fumadores y no fumadores, la iniciativa. Y creo que alimentamos un poco entre la gente del barrio de que otro mundo es posible, solo es necesario bajar a la calle, juntarse con gente, y hacerlo. Alguna persona seguro respiro un poco aliviada pensando que hay esperanza…
Podemos pensar diferente sobre la gravedad de nuestros problemas, pero si atendemos a su magnitud, implicados, extensión y peligrosidad, no existe un problema social mayor que el vertido descontrolado de residuos de consumo humano. Porque además, esta forma de deshacerse de lo que usamos, alimenta todo el sistema del que somos su fuerza del consumo.
Con esto de los residuos en la ciudad hay un discurso muy extendido, entre gentes de todas las clases sociales, por el que defienden su vertido incontrolado de mierda ya que “para algo están los servicios de limpieza, yo les doy trabajo”. Por un momento, pareciera que quien contrata a esos trabajadores de la limpieza es el guarro y la guarra que tira su mierda al suelo. Pero no, estas personas no dan empleo a nadie, solo enguarran la ciudad
Los servicios públicos de limpieza limpian el suelo público. Es decir, un suelo que no es del guarro, sino de toda la ciudad. Verter en ese suelo presupone que esa persona crea que el servicio público es suyo, y no de todo el mundo. Es decir, es un discurso antidemocrático.
Esto de los discursos no es asunto superficial, porque según lo que te dices a ti misma y le dices al mundo, actúas. Por eso es tan importante, en política, tener un discurso. Porque el discurso mueve a la acción. Pero, como desmontar ese discurso bobo tan interiorizado, que da cobertura a tanta inconsciente y marrana? En realidad cuando una persona tiene la desfachatez de expresar que ella abandona su propia mierda para que otras la recojan, está demostrando de primeras un profundo carácter antidemocrático. Es decir, este pensamiento es fascista. De esta manera es como siempre han pensado sobre lo público el fascismo, las religiones organizadas o las bandas paramilitares, por poner un ejemplo. Y la acción que genera, insolidaria y tóxica, es un problema que conlleva un mayor gasto público que todas debemos soportar.
La gente que limpia la ciudad lo hace porque hay hojas en otoño, manchas de aceite por averías, plásticos o papeles que vuelan por el viento, cosas extraviadas. Porque en una comunidad de mucha gente es normal que las cosas que se usan, y la calle se usa, puedan mancharse.
Pero cuando estas personas barren colillas, están limpiando un vertido muy peligroso que no debiera estar ahí porque solo fuman los adultos, y ser adulto implica, además de muchas cosas mas, ser capaz de gestionar tu propia mierda.
Ambas cuestiones, el suelo público es de todos, y por tanto no te pertenece, así que no tienes ningún derecho de mancharlo, y que si realmente eres adulto, debieras hacerte responsable de cada uno de tus vertido son cuestiones principales que debiéramos ser capaces de socializar e integrar en nuestra cultura de personas urbanas. Y esta responsabilidad adulta se extiende a tus criaturas cuando están en el parque y les financias unas chuches cuyo envoltorio también es tu responsabilidad. Y necesita de una pedagogía construída a través de la infancia de la que también el adulto es responsable.
Estamos viviendo momentos de incertidumbre y sabemos, aunque no queramos reconocerlo, que la crisis que viene es la más grave que ha debido enfrentar la humanidad desde que nos hicimos humanos. En esta incertidumbre están surgiendo conflictos sociales de nuevo cuño:
El negacionismo. El cual busca una verdad casi imposible de lograr en estos momentos, sobre todo porque no nos creemos nada, haciendo caso omiso a la verdad incuestionable porque todos la vemos, como son los gravísimos problemas medioambientales de los que somos parte y víctimas a lo largo del planeta.
La persecución a botellones con la consecuente generación de un estado social entre la juventud y de la sociedad con esta juventud. Olvidando todo el mundo, jóvenes y sociedad, que el peligro más antiguo, generalizado, y que se va a extender mas en el tiempo sobre el botellón no es la trasmisión del virus, si no el vertido incontrolado de basura. Pero nadie parece consciente de ello, especialmente, esos jóvenes que ven recortada su libertad social, pero no son conscientes de sus deberes así mismo.
Por otro lado el miedo a la enfermedad y la muerte entre la población se está uniendo a los intereses del aparato de seguridad del estado. Los primeros, ilusos, creen que la solución a la crisis del virus es aumentar el control social y piden más policia para lograr mas salud, sin percibir que el virus es solo el síntoma de un problema muchísimo peor, el sistema civilizatorio tóxico en el que todas estamos incluidas, y que esas policías protegen. De esta manera dan cobertura al mismo sistema tóxico, a través de todas sus estructuras de poder, para que militaricen la sociedad, y medre la idea social de que la culpa del virus es de la juventud, o de quien no se pone mascarilla, o de Bill Gates, cuando la causa primera del virus, es el sistema fosilista depredador del cual, la sociedad occidental, nosotras, somos el máximo exponente. Si queremos salud necesitamos cambiar el sistema y para eso, cambiar nuestros hábitos. Dejar de mirar pa fuera, mirarnos pa dentro, lugar de la salud.
El panorama parece que nos va a hacer transitar desde una democracia representativa burguesa fosilista hacia sistemas políticos autoritarios burgueses fosilistas que no van a enfrentar el problema de salud social más gigante, esto es, la toxicidad de nuestro sistema que incluso, ha provocado un cambio climático global. Y en general la gente cree que no puede hacerse nada…
El otro día en mi barrio con esa iniciativa hubo más que una recogida de un vertido muy tóxico en un lugar de esparcimiento. Fue una acción social popular, nuestro auzolan, que es la base de la democracia a la que debiéramos aspirar: Una democracia participativa. Pero además fue una acción que atacaba directamente una de las causas de la enfermedad global que sufrimos, vertidos incontrolados provocados por personas individuales a lo largo de todo el planeta que no son conscientes de que necesitan ese planeta para sobrevivir. Y lo mejor, llevada a cabo por personas muy jóvenes, que todavía no están metidas en la rueda mental del sistema, porque siguen siendo niños. Porque en estos tiempos de incertidumbre, ganará el mejor adaptado. Y nadie como una criatura para adaptarse a cualquier situación. Estas personitas entraron al juego, se llenaron de energía y llevaron a cabo una recogida que es responsabilidad de los adultos y de la administración, dando ejemplo de lo que debe ser una ciudad y de lo que significa ser ciudadanía de esa ciudad.
La gestión de la mierda personal como signo de ser adulto debiera ser un deber social reconocido, valorado y llegado el caso, penado su no cumplimento. Y la gestión de todo ese residuo, desde el pipi hasta la selección de la basura antes de llegar al contenedor, debiera vivirse como una manera de participación ciudadana de la que sentirse orgullosa. E ir tomando ese tipo de responsabilidades públicas es la mejor manera de alimentar una democracia participativa y evitar un sistema autoritario tóxico que jamás va a reconocer su toxicidad porque ahí le va el negocio.
La mayoría de la población adulta cree que no hay nada que hacer. Pero solamente con la toma de esta responsabilidad, todo sería diferente. Al final, la clave está en la conciencia. Y como he dicho antes, salir a la calle a colaborar con quien compartes vida, espacio, valores o problemas.
De eso va la Democracia Participativa, se va aprendiendo a través de pequeños actos como la gestión del residuo. Y es lo único que nos puede salvar del gran colapso sistémico.
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