Perseguidores de utopías…
Te recuerdo Amanda/ la calle mojada/ corriendo a la fábrica/ donde trabajaba Manuel.
La sonrisa ancha/ la lluvia en el pelo/ no importaba nada/ ibas a encontrarte con él/ (…) que partió a la sierra/ que nunca hizo daño/ que partió a la sierra/ y en cinco minutos/ quedó destrozado/ suena la sirena/ de vuelta al trabajo/ muchos no volvieron/ tampoco Manuel. (…)
El recuerdo de esta canción de Victor Jara, cantautor chileno asesinado el 16 de septiembre de 1973 por la dictadura chilena de Augusto Pinochet, me va a servir de hilo conductor para lo que quiero relatar y compartir.
Tal día como ayer hace 43 años, Goio Olabarria Bengoa y Xabier Gorrotxategi Agote, dos jóvenes militantes de ETA, morían en un enfrentamiento militar con la Guardia Civil.
Eran tiempos convulsos, heredados del largo y tenebroso periodo franquista y de las componendas políticas que posibilitaron el inicio de una etapa postfranquista de violencias y conflictos enquistados por los que amplios sectores de la sociedad se sintieron profundamente traicionados. “De aquellos polvos estos lodos”.
Goio y Xabier, jóvenes idealistas que perseguían la utopía de otra Euskal Herria, desencantados con el curso de los acontecimientos, decidieron continuar la lucha por sus ideales políticos y sociales.
No conocí a Xabier pero si tuve la suerte de relacionarme con Goio.
¿Quién fue Goio?. Algunas pinceladas de su pequeña gran historia.
Goio era el menor de siete hermanos. A los 12 años fue detenido y multado por llevar una pancarta que decía “nosotros luchamos por liberar a nuestro Pueblo y ¿tú qué?” La pancarta formaba parte de una carroza que participaba en el desfile de las fiestas de “San Faustos” de Durango y hacía alusión a la lucha del Pueblo Palestino.
Con 15 años comenzó a trabajar y buscó la unidad y la fuerza junto a sus compañeros de trabajo.
A los 17 años le detuvieron en Lekeitio a raíz de los juicios de Garmendia y Otaegi (1975).
Tenía 18 años cuando participó en manifestaciones y protestas por las huelgas y muertos de Gasteiz. Acusado de levantar barricadas fue detenido y encarcelado en la prisión de Basauri.
Además, a lo largo de todo este tiempo Goio niño, Goio adolescente, presenciaba impotente cómo cuatro de sus hermanos pasaban por comisaría, uno de ellos fue torturado y tres acabaron en la cárcel.
Poco después desengañado de que la razón, la verdad, la justicia y el diálogo por sí solos pudieran conducir a algo y rechazando la nueva era democrática, que ya apuntaba maneras, decidió formar parte de ETA.
Como defiende José Múgica expresidente uruguayo, “Los sueños hay que pelearlos para que sean menos sueños y más realidad”
No quiero finalizar esta reflexión sin comentar una anécdota que refleja muy bien una de las facetas humanas de la personalidad de Goio.
Goio formaba parte de un grupo de adolescentes del barrio. Semanalmente se reunían con una responsable de la Juventud Obrera Católica, presumiblemente, para tratar de temas sociales.
En una de las reuniones Goio planteó a su responsable la siguiente cuestión: Un joven obrero del barrio, muy popular y querido, había sido detenido por la policia acusado de pertenecer al Movimiento Comunista. La madre viuda y con varios hijos dependía prácticamente del salario del hijo detenido.
Cerca del barrio había una empresa de chatarra. En sus comienzos, el dueño de la chatarrería, había sido ayudado, incluso con comida, por la vecindad del barrio. En ese momento su situación económica era buena.
Los jóvenes tenían un plan. Disponían de un plano de la chatarrería y de un burro. Esporádicamente cargarían la chatarra en el burro, la venderían y así podrían ayudar económicamente a la familia del detenido.
La responsable del grupo, mujer creyente, estaba confundida. El objetivo le parecía justo y solidario pero si apoyaba la decisión ¿no estaría incitando al robo?
Así era Goio, solidario, imaginativo, amante de la justicia, desconfiado con el poder y los charlatanes de turno.
Goio, a pesar de su juventud, vivió una vida intensa entretejida de aspiraciones y fracasos, de amarguras y sueños.
Dentro de lo discutible de su opción vivió y murió de forma coherente.
Murió con 22 años. A pesar del tiempo transcurrido, sus amigas y amigos, su gente, nos seguimos encontrando para recordarle con emoción y cariño. El escritor Joseba Sarrionandia le recuerda en “Marinel Zaharrak” con el poema Lagunaren Hilarria Goio Olabarria gogoan y en “Akordatzen”
Mutil maitagarria eta ederra zen Goio.
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