No dejemos las calles a los fachas: algunos apuntes sobre “negacionismo” y discurso progresista
Estos días de convulsión (y confusión) política están haciendo emerger lo peor del Estado español. Y no, lo peor no es el fascismo que toma las calles. Lo peor son las reacciones “bien-pensantes” de la izquierda institucional; la que nos dice, con superioridad intelectual y moral, que lo que está pasando en la calle está dirigido por la extrema derecha negacionista y, pues, hay que ignorarlo, mirando hacia otro lado -porque lo importante en estos momentos es oponer el cuidado a la reacción fascista-.
Parece que la izquierda ha perdido la capacidad de mirar la realidad de forma dialéctica, de detectar las contradicciones e intentar cambiarlas de signo. Decir que las revueltas de estos días son “negacionistas” es tener mala fe.
Los negacionistas son ellos: los que niegan que hay una gestión capitalista de la pandemia; los que niegan que las medidas adoptadas no sirven de nada, más allá de seguir construyendo un imaginario bélico y reforzando el control social; los que niegan que estas medidas son un ejemplo más de la lucha de clases de la burguesía contra las desposeídas.
Con ésto no quiero defender el discurso insurreccionalista que construye una épica de la revuelta (una visión que idealiza toda revuelta y es extremadamente peligrosa). Todo lo contrario: si hay fascistas en la calle, hay que organizarse en contra de ellos. Pero organizarse en sentido anti-fascista no es convertirnos en “buenos activistas limpia-calles”, como en Logroño, reforzando el imaginario de una izquierda higienista y ciudadanista.
Organizarnos en sentido anti-fascista es intentar dar otra salida a la (legítima) rabia social que se está manifestando en las calles, que no es, per se, fascista, sino que los fascistas le están dando una dirección política. Organizarse en sentido anti-fascista es organizar esta rabia en contra de los desahucios, en contra de los despidos y de los acosos patronales y frente a la imposibilidad de acceder al consumo.
Es organizarse en los barrios proletarios y populares, para responder a las necesidades de las clases desposeídas (vivienda, trabajo, alimentación, productos básicos…). Es plantear, sin miedo a que nos llamen negacionistas, que las medidas adoptadas no tienen ningún sentido, porque no son medidas sanitarias, sino bélicas y de control, medidas que no miran a salvaguardar la salud, sino la productividad y la reproducción de la lógica capitalista. No dejemos las calles a los fachas
Y no, la respuestas a las revueltas fascistas no es contraponer a la lucha callejera el “cuidado” (concepto abstracto, que se está vaciando cada vez más de contenido), sino volver a interpretar la crisis como una oportunidad para la recomposición de clase, para detectar contradicciones y organizarlas en sentido revolucionario.
No contraponer, pues, Lucha vs. Cuidado, sino luchar desde el cuidado y cuidarnos en un proceso de lucha -hacer del cuidado una forma de lucha y de la lucha el único modo para cuidarnos colectivamente-.
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