El patio de mi escuela es cada vez más pequeño
No es secreto para nadie el hecho de que el espacio público, a medida que pasa el tiempo, es cada vez menos público y va pasando a otras manos que no son del pueblo. Con espacio público me refiero a parques, a caminos, a plazas, a descampados, a patios de colegio público…
Cuántes de nosotres hemos ido viendo como las plazas donde nos hemos criao’, o donde hemos pasado largo rato de nuestra vida han ido tornando a más grises, por el asfalto. Que donde antes había suficiente espacio para jugar un partido de futbol, ahora hay construidos dos bancos en la mitad del campo, con asientos unipersonales -no vaya a ser que alguien se tumbe a descansar de este mundo hostil, si el bullicio de la calle se lo permite claro, pero bueno esto ya sería otra columna de opinión-, donde antes podías sacar a medio campo, ahora puedes sentarte, estáticamente; o el descampado donde se quedaba después del colegio a jugar a lo que fuera, ahora hay varios bloques de vivienda. Y sí, creo que muchas personas que estáis escuchando esto sabréis lo que significa perder un terreno amplio con diferentes alturas y algún que otro escombro donde poder esconderse, pues es un espacio perfecto para la carrera, el escondite y la imaginación.
Pues bien, esto esta ocurriendo de manera sistemática a medida que la especulación del suelo, la no planificación urbanística y en resumen, la mentalidad capitalista, va avanzando. Y esas manos, que son las que tienen el poder y la impunidad de manejar el suelo a su antojo, no ven que esos terrenos ya tienen múltiples usos, múltiples formas de reunión comunitaria y de juego. Y aquí me paro a reivindicar un poco la importancia de ocupar el espacio público, la calle, qué importante es tener lugares de reunión donde el dinero no es la llave de acceso, y qué importante es que les niñes jueguen y que las personas que les cuidan tengan la tranquilidad de que estén segures.
Yo de todo este proceso me empecé a dar cuenta cuando vi como el patio de mi colegio iba siendo cada vez más pequeño: allá por 2005 tenía un campo de futbol, un arenero, unos columpios, un trampolín, varios metros desde la entrada de la valla hasta la puerta del edificio y toda una zona que rodeaba el edificio por detrás. Y ahora mismo en 2024, solamente tiene la mitad del campo de futbol, han quitado los columpios y toda la zona de detrás del edificio no existe. Mi preocupación aumentó cuando entendí que esto había pasado en un pueblo de poco más de 300 habitantes en la provincia de Burgos y pensé: “Joder, si yo que soy de un pueblo y he tenido campo pa’ correr siento que están arrebatando mucho espacio y posibilidades de juego como las que yo tenía, no me imagino lo que sentirán las infancias de las ciudades”.
Con esto hago un ejercicio en el que me pongo en la piel de la Sofía de 5 años y pienso en lo importante que fue para mi vivir en un espacio donde había muy pocas vayas, coches… que la mirada adulta no estaba presente todo el rato, lo cual permitía cierta libertad de decisión en donde quería ir y que quería hacer. Y mucho mucho espacio para imaginar y crear cosas diversas con los demás. Esta creencia o sensación de que podemos jugar e inventar con los y las demás, va reduciéndose a medida que crecemos, porque todo se complica, y si se complica para las personas que hemos experimentado esto, pues para las que no han tenido estos espacios mucho más y será más fácil tomar el camino de lo individual y lo privado, dejando atrás lo colectivo.
Agradezco infinito tener estos espacios para hablar y reflexionar de la realidad desde una perspectiva crítica, me tranquiliza y me pone contenta. Eskerrik asko.
Sofía Crespo
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