El color que alienta los montes
No todo es armonía en mendialdea, aunque sea esta una afirmación difícil de mantener tanto por el paisaje natural que la conforma, como por las personas que nos visitáis a cada paseo que dáis por la zona. La naturaleza que se huele, se aspira, se come cuando salís de la ciudad, es esa fuente de energía que os carga las pilas de aliento, vigor y ánimo durante el éxodo a la fábrica, a la residencia, al hospital, a la oficina, al portal que limpias en un barrio de currelas. Currelas que, según la jerarquización social en la propia clase, están determinados a ganar un salario más cuantioso que tú, limpiadora; currelas que se ven subiendo un peldaño en las escaleras sociales que seguimos manteniendo y reproduciendo .
No todo es armonía en mendialdea; el equilibrio que se presupone en estos pequeños pueblos del territorio puede estar gobernado por presidentes de alguna junta administrativa que se pelea y denuncia a la persona que corta pinos de un metro de altura, pinos llegados a una zona de bosque autóctono, hace unos años, con la intención de repoblar un espacio ya poblado. Pueblos gobernados por personas que, empadronadas en éste, viven en núcleos de la cercana llanada alavesa mucho más atractivos para sus familias. Personas estas que, a la llamada de un partido transnacional a su puerta, pongamos Iberdrola, no ven más que beneficios en que se talen hayas, se creen grandes pistas donde puedan aterrizar las industrias mercaderas de energía… Total, es todo tan natural…Verde lo llaman.
No todo es armonía en mendialdea, madre de desagradecidos personajes que, mientras son cabeza de un partido que los ha progresado a la capital, dicen defender el territorio de barbaridades ajenas cuando se dedican a reemplazar las fuentes diversas y rebosantes de vitalidad originarias por otras fuentes más centrales, grises y equilibrantes de bolsillos foráneos que son ajenos a la vida. Personajes que, equipados con un discurso altisonante que utilizan para acallar percepciones alarmadas, son capaces de decir una cosa y actuar de manera contraria, sacando pecho.
Así, en estos momentos, como ya ocurrió hace una decáda, los montes necesitan que les devolvamos ese beneficio que generación tras generación nos ha ido alimentando, nos ha ido alentando, nos ha regalado su belleza. Necesitan de una voz armónica y enérgica de personas agradecidas que grite al unísono su protección, frente a discursos disonantes que espantan, trituran todo atisbo de diversidad, todo atisbo de vida. El gris les pertenece, por elección propia. Elijamos el color que siga dando aliento a estas zonas singulares.
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