De la COP en Madrid
Aunque esta semana post-electoral el debate es casi monotemático y parece obligado hablar de los resultados de las elecciones y desgranar el acuerdo de los Picapiedra, Pedro y Pablo, hoy quiero cambiar el foco de sitio. Cambiar el foco de sitio, aunque seguir manteniéndolo en Madrid, pero trasladado a otro ámbito, cuyas decisiones o indecisiones nos van a marcar también las directrices políticas en los próximos años. Me refiero a la COP 25, que se va a celebrar en la capital del reino del 2 al 13 de diciembre de este año.
El anuncio de que la celebración de la reunión número 25 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático acontecería en Madrid, nos ha pillado a todas por sorpresa, ya que este tipo de cumbres internacionales se planifican con varios meses de antelación, se celebran cada año en un lugar diferente, y en esta ocasión tocaba que fuese Chile el país anfitrión. Sin embargo, el presidente chileno ha decidido en el último momento, de manera unilateral, que no tiene la casa preparada para tanto huésped, no vaya a ser que alguien se pasee más allá del perímetro oficial o decida salir del recinto de la Convención y hablar con algún paisano, que le pueda sacar los colores. No vaya a ser que alguien recoja testimonio de la represión ejercida, de la vulneración de derechos humanos. No vaya a ser que las voces discrepantes chilenas, los sectores movilizados, sepan utilizar este momento para dar altavoz a sus demandas y saquen a relucir las consecuencias y vergüenzas de las doctrinas neoliberales que imperan en el país.
De todos modos, lo que me sorprende no es sólo que Chile decida dar marcha atrás en el auspicio del evento, sino que todos los demás países, además, lo han aceptado con normalidad, como dando a entender que ellos hubieran hecho lo mismo, como si en las circunstancias actuales fuese comprensible la decisión del gobierno chileno. Y no siendo esto suficiente, el Estado Español, al más puro estilo del patriarca que facilita y ordena, se ha ofrecido para albergar la cumbre y así, no tener que suspenderla. Es más que simbólico: hace poco más de 500 años iniciamos un camino de colonización de tierras, recursos, agua, gentes, cosmovisiones… que nos lleva a organizarles los eventos internacionales.
Aún cuando la decisión del cambio de sede ha sido unilateral, las consecuencias de este hecho salpican a todos lados y, como siempre, son sólo los más ricos y poderosos quienes no se verán afectados. El Sur Global pierde. A las reuniones de la COP no sólo se desplazan las delegaciones de los gobiernos. Se desplazan multitud de gentes que quieren seguir de cerca las decisiones que allí se toman, periodistas, activistas, representantes de diferentes regiones e instituciones, algunas con escasos medios, e incluso oportunistas, que van a tener que hacer frente a nuevos gastos de desplazamiento (siempre que puedan, claro).
Viene siendo costumbre que este tipo de encuentros oficiales tenga sus contracumbres asociadas, espacios de encuentro construidos por la sociedad civil para servir de altavoz a sus demandas. El hecho de que se celebrase en Santiago de Chile, brindaba una excelente oportunidad para que los movimientos sociales del país tuviesen un altavoz para sus propuestas e incluso para otros movimientos de los países colindantes. Durante meses, la sociedad civil organizada de aquí y de allá ha estado trabajando para organizar paralela y alternativamente a la COP 25, la Cumbre de los Pueblos y la Cumbre social por la acción climática en Santiago de Chile. Quien alguna vez ha participado en este tipo de eventos, puede imaginarse la ingente cantidad de trabajo y el enorme esfuerzo económico que supone tanto para las personas como para las organizaciones, el organizar y participar en un acto de estas características. Y aunque se ha decidido mantener su celebración en Santiago, y desde aquí quisiera mandarles todo mi apoyo para ello, su alcance y su proyección mediática se va a ver fuertemente mermada con la reunión oficial celebrándose en Madrid.
Este revés no sólo afecta a los colectivos chilenos. Numerosas organizaciones estatales, fundamentalmente de índole ecologista, se han puesto manos a la obra en Madrid para aprovechar el eco mediático de la COP y para gritar la urgencia de políticas reales frente a la emergencia climática, que nos conduzcan hacia sociedades neutras en carbono y que no dejen a nadie atrás. Con el tiempo a contrarreloj, se está configurando un programa que tendrá guiños de solidaridad con el pueblo chileno, quien a su juicio debía ser protagonista en esta ocasión. Y aunque todavía no hay programa definitivo, hay una cita que empieza a tomar fuerza: el seis de diciembre, a las seis de la tarde, habrá una gran manifestación de rebeldes por el clima, que se convertirá no sólo en un momento de acción por la emergencia climática, sino también en un pulso verde para el nuevo gobierno, así que yo lo tengo claro: nos vemos en las calles.
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