Crónicas de una Lesbiana. Procesos de asilo arbitrarios
Hoy os voy a contar la historia de un chaval a quien perdí de vista cuando me trasladé de Atenas a Lesbos. Su caso, aunque sangrante, aquí no es más que uno de miles. Primero, porque el trámite administrativo del asilo ha pasado en infinidad de ocasiones de ser discrecional a ser arbitrario en extremo. Pero además porque, desde junio del 2021, Grecia ya ni los tiene en cuenta. Declaró a Turquía ‘país seguro’ para las personas de Siria, Afganistán, Pakistán, Bangladés y Somalia. Si han llegado desde sus costas, son desatendidas con la respuesta de que al ser Turquía un país seguro para ellas, es allí donde tienen que pedir el asilo y no en Grecia. Y al resto, procuran que no lleguen a tierra o los devuelven a aguas turcas si ya han llegado.
Mustafá y su cuñado Alí (los nombres no son los verdaderos) eran dos jóvenes que vivían en un pueblecito de Siria. Cuando comenzó la guerra y el Estado Islámico ocupó el territorio en su avance, dejaron a una persona a cargo de esta aldea. Tiempo después, cuando el gobierno sirio, gracias a la ayuda de Rusia, comenzó a recuperar terreno, el Estado Islámico, con el repliegue del frente, volvió a llegar otra vez a la localidad de Mustafá y Alí. Entonces se dieron cuenta de que la persona que habían dejado al mando no había cumplido con sus órdenes.
Durante dos años los habitantes del poblado habían vivido casi como si no hubiera una guerra. Los generales del Estado Islámico vieron que había hombres en edad de combatir que no habían sido enviados al frente. Reunieron a todos los habitantes y les dijeron que desde la mañana siguiente todos los varones en edad de luchar cogerían las armas e irían a primera línea de fuego.
Esa misma noche Mustafá y Alí huyeron tras cenar y despedirse de su gente. Pero fueron atrapados todavía no muy lejos de la población, llevados a una cuadra y vigilados por dos hombres armados hasta que a la mañana siguiente fueran ejecutados públicamente. Durante las horas que estuvieron encerrados, negociaron con sus dos guardianes el que les dejasen escapar. Antes de la madrugada, llegaron a un cuerdo, a cambio de sus teléfonos móviles y parte del dinero que llevaban para poder llegar hasta Europa y pedir asilo.
Cuando ya estaba la puerta abierta e iban a comenzar su marcha, uno de sus vigilantes se puso en medio impidiendo su salida y les dijo que habían cambiado de opinión y que por lo que les habían dado solamente podría irse uno de ellos dos. Mustafá y Alí tuvieron, en un instante, que decidir quién huiría a Europa y quién se quedaría para ser ejecutado.
En la entrevista para concederle el asilo la persona que le tocó en suerte, a nuestro amigo, más allá de averiguar qué motivó a este chico a huir de su país y pedir asilo en Grecia, le hizo varias preguntas y comentarios que hicieron que su proceso pasara de ser discrecional a arbitrario. (Recordémoslo: un chaval condenado a muerte por el Estado Islámico y huido de un país en guerra -después de diez años desde su inicio, todavía hoy continúa la guerra en Siria-). Le preguntó si condenaba los atentados en París contra la revista ‘Charlie Ebdo’ y la discoteca ‘Bataclán’. Él desconocía de qué le estaba hablando. Nunca había oído hablar de ellos. Cuando le comentó que dos musulmanes de Al-Qaeda habían asesinado a tiros a once personas de la revista satírica por publicar varias caricaturas de Mahoma, no le dijo “condeno rotundamente el atentado” como le hubiera gustado oir. Le dijo que no entendía por qué se habían reído de su profeta; que eso le disgustaba. ¿Por qué tenemos que exigir a todas las personas musulmanas que condenen un atentado para que nosotras no les tomemos por terroristas? ya basta de paternalismo racista y colonialista! Y una vez metidos en el porqué y el cómo había huido de su país y había llegado a Grecia, se atrevió a espetarle porqué no se había quedado en Siria combatiendo al Estado Islámico en el ejército de su país. Como si los ejércitos fueran organizaciones de caridad y no grupos armados entrenados para matar! Como si el ejercito sirio, tanto con el actual presidente -Bashar al-Αsad- como en la época de su padre -Háfez al-Αsad- no hubiera sido utilizado contra la población civil del país! Como si no hubiera decenas de organizaciones que lo hubieran denunciado por no respetar los derechos humanos! Como si no hubiera miles de sirios que han hecho objeción al ejército aun sabiendo que les podría costar la vida este acto! Como si desde marzo del 2011 -fecha de la primavera árabe en Siria- no hubieran desertado miles de soldados por recibir ordenes de matar a sus propios conciudadanos! Como si una persona no pudiese ser antimilitarista y tener que huir por ello para salvar su vida! Como si una persona no tuviera el derecho a huir de una guerra!
Yo conocí, en las squat’s de Exarchia en las que colaboré, a quien tuvo la fortuna de huir: a Mustafá. Un chaval que todavía no había cumplido los dieciocho años, devastado por los recuerdos de aquel momento. Un joven, muchas veces hundido, que quería afrontar su nueva vida en Europa sin odios, mientras no se dieran las circunstancias para volver a su país a vivir tranquila y libremente.
Pero la oficina de asilo del gobierno griego, no creyó en su sueño.
Leído el informe de quien entrevistó a Mustafá, el servicio de asilo griego decidió que no se lo concedían porque podía ser peligroso para Europa.
¡Así entiende Grecia la Convención de Ginebra del 51 para los refugiados!
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