Auto-tortura
Nos construimos a través de los ojos de las demás, esas miradas que juzgan y deciden si eres válida o vas directa al foso de la reprobación. Tema espinoso el de la autoestima, término que nos señala a nosotras mismas como arquitectas de nuestra seguridad e imagen ante o en oposición al resto. Literalmente, estima que debemos tener por nosotras mismas.
Todas estamos de acuerdo con la etimología, el papel lo resiste todo. Sin embargo, es la puesta en práctica lo que se nos atraganta y no podemos acallar la maldita voz que nos grita desde dentro que estamos siendo incoherentes. Lo más paradójico de los problemas de autoestima es que las peores valoraciones personales las hacemos nosotras mismas.
Somos como contenedores de basura verbal que se van llenando poco a poco en un proceso de auto convicción de ideas exageradas y equivocadas de una misma. El llenado se torna exponencialmente progresivo cuando esos comentarios, gestos y actitudes se ven alimentados por valoraciones ajenas. Es decir, cuando esa basura viene de fuera, ya sea de desconocidas, amistades o familia, el saco está cada vez más repleto y cuesta soportarlo.
Por poner un ejemplo. Las inseguridades con el físico son fuente de lavadora cerebral y dolor de estómago. Ya sea por una asimetría, la altura, el peso, el pelo o la infinidad de detalles a los que sacar punta. La importancia exacerbada que le damos a un supuesto defecto, la ocultación o disimulo del mismo se vuelven obsesivas. Y si da la casualidad que alguien se percata de ello y encima lo comenta, bienvenida a los infiernos de la fustigación.
El caso es que se puede llegar a la tormenta diaria de mirarse en el espejo y sentir una punzada de asco, desilusión, nerviosismo y desprecio. De igual manera, incluso interiorizamos las inseguridades del resto y las tomamos como propias. El típico caso es el de volcar nuestros miedos y complejos en una pareja e ir adquiriendo nuevas fobias que antes ni hacían trabajar a una sola neurona.
Como colofón nos encontramos con monstruos nuevos el la cabeza a los que alimentar. En mi caso, incluso el hecho de verme diariamente en el espejo es a veces un ejercicio de tortura mental al que me someto y que cuesta un arduo trabajo parar. Mi contenedor está a rebosar de comentarios heredados, nuevas puyas que mi mente hábilmente va elaborando, comentarios de mierda de parejas, desconocidas y “amigas” que son para esculpir. Por lo tanto, una amalgama de miedos infundados que paralizan y consumen valioso tiempo.
Lo peor del asunto es que estos obstáculos en la seguridad y el auto cuidado se enraícen y distorsionen nuestra visión. Somos lo único que permanecerá siempre con nosotras mismas, que la convivencia diaria no sea un purgatorio depende de rodearnos de esa gente que puedes llamar tu gente y de un lavado de cerebro integral gracias a esas amigas que te enseñan, te cuidan y te hacen crecer.
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