3 de marzo de 1976
Obreros asesinados en Vitoria por la policía franquista del régimen de Juan Carlos Borbon, el 3 de marzo de 1976. Pedro, Francisco, Romualdo, José y Bienvenido. También Juan y Vicente, asesinados en los actos posteriores de protesta que se celebraron por todo el estado.
Poco puedo decir sobre lo que sucedió que nadie haya dicho. Pero en el capitalismo la historia se repite, cíclica, en cada una de sus crisis, que no son tanto crisis como ajustes en el reparto desigualdad de la riqueza, desigualdad intrínseca capitalista, siempre a costa de los desfavorecidos. Y ha pasado mucho tiempo, somos muy diferentes a los protagonistas de aquella época, pero hay cosas que no han cambiado. Para mal y para bien.
Entonces el régimen franquista impedía la democratización de las estructuras laborales y la nueva jefatura Borbon tampoco parecía dispuesta a evolucionar esa concepción del trabajo y sus relaciones. Debió ser el movimiento obrero quien empujara para lograr que esa supuesta democracia se materializara en todas las estructuras sociales. Fueron los activistas y sindicatos quieren crearon una nueva representación, definieron necesidades comunes, las convirtieron, por una toma de conciencia sobre ellas, en reivindicaciones. Y fueron estas personas quienes se comprometieron con la estrategia para lograr convertir esas reivindicaciones en una realidad laboral. Y porque esas necesidades eran básicas y comunes, las reivindicaciones calaron profundo y la mayoría social apoyo la estrategia. De la asamblea de Forjas Alavesas se paso en semanas a movilizar diez mil trabajadores pidiendo lo que hoy parece incuestionable, 40 horas de trabajo semanal, descanso para el bocadillo, vacaciones, jubilación. Pararon el sistema industrial capitalista del que eran la fuerza del trabajo. Y con el tiempo y junto a todo el movimiento obrero del estado, lo consiguieron! Algunos, pagando con el precio más alto, la vida. Desde mi generación, hemos disfrutado un gran nivel de vida gracias a su lucha. Eran fuertes porque entendían que eran iguales. El pueblo unido jamás será vencido.
Con los años el control del capitalismo ha aumentado, extendiéndose a todo el planeta. Con la globalización, las comodidades, la inculturización política de las capas proletarias, llevamos ya tres décadas perdiendo la calidad y la democracia en el empleo. Empleos repetitivos, contaminantes, insostenibles en el tiempo porque su base, el combustible fósil, se agota, y con él su modelo industrial, su masificación urbana y su cultura pop. La civilización hace mucho que dejo de ser saludable. Como en 1976 estamos en una profunda crisis y con una gran necesidad de superar el modelo. Desde entonces ha cambiado que la crisis es global, no tiene que ver tanto con una dictadura empresarial sino con la crisis de recursos y con sistemas de pensamiento económicos que simplemente se han convertido en patológicos. E igual que en esos momentos, nadie nos salvará si no lo hacemos nosotras. Diferente, que ya no solo debe movilizarse una ciudad o un estado o una clase obrera industrial. Hoy quienes compartimos la necesidad de asegurar la supervivencia, 50 años vista, es un agente planetario con miles de culturas, orígenes, idiomas y circunstancias. Pero un mismo problema, el capitalismo fosilista agónico. Vivimos una era nueva, la de Internet, con una red que refleja lo peor y lo mejor de lo que somos. Puede ser un instrumento para generar conciencia global, visibilizar necesidades y reivindicaciones comunes, crear estrategia común. De momento es una tienda, un corral de vecinas y sobre todo un instrumento de manipulación de conciencias.
El capital global financiero, la nueva patronal, poco va a hacer por nuestras condiciones. Cuando se vaya reduciendo el bienestar y la seguridad va a intentar quedarse con ambos para sí. Y millones de los que hoy le siguen apoyando, se decepcionaran con que también les abandone a ellos. Solo nos queda identificarnos como proletariado global. El sistema aprieta fuerte para que no nos unamos. Generando fronteras nuevas, de género, de opción sexual, de estilos de vida, sobre cualquier tema, especialmente con la gigantesca estrategia de posverdad que existe en la red (y de la que todas tomamos parte con nuestros egos conectados). El sistema también potencia las antiguas fronteras mentales. Respecto a esto es clarividente lo que está sucediendo en Ucrania. Han despertado el telón de acero, una idea política burguesa donde el fosilismo, en manos privadas o estatales, era fuerte. Pero hoy, como siempre, para el proletarido global no existen las fronteras. Todas somos hijas de la Tierra. Y el covid, el peek oil, los refugiados, la contaminación y cambio climático lo demuestran. Las soluciones pasan por una activación global. Ese proletariado global debiera fijar sus ojos en la ONU, para revolucionarla y empoderarla.
Tenemos la prueba de que se puede movilizar toda la comunidad humana y parar el sistema. Le debemos el referente a un virus. Hay que recordárnoslo en el pesimismo que nos inducen, incansables, los medios. Alguien triste no cambia nada. La esperanza es el primer paso. No podemos permitirnos la tristeza. Es reaccionaria. Y el futuro necesita que creamos que si es posible cambiar nuestra civilización. Y que ese cambio es para bien. Porque no somos lo que tenemos, sino lo que somos. Y no podemos seguir viviendo de espaldas a la Tierra, a costa de la Tierra.
Hoy el movimiento obrero global debe parar el sistema, y puede hacerlo. En ello nos va la supervivencia de miles de millones de personas. Lograrlo sería el mejor homenaje a los obreros asesinados un día como hoy hace 46 años.
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