Tecnologías al servicio de la vida que queremos vivir
En el contexto de la Globalización, la Digitalización es considerada una megatendencia fundamental. Está influiyendo decisivamente la marcha histórica, y podrá ser parte del problema o de la solución. Todo depende del uso que hagamos las personas de esta tecnología.
Desde un punto de vista de la ecología, las tecnologías de la información necesitan mucha energía, producen emisiones de Co2, sus componentes se fabrican en procesos fosilistas, los recursos necesarios son limitados y sus desechos son muy contaminantes.
Desde un punto de vista social, llevan a cabo un estrecho control ciudadano, peligroso según las manos políticas que tengan en su haber esa tecnología y los datos que produce.
En internet, por un lado existe una clara vocación democrática, por la que internet se considera un recurso que todas las personas por igual tenemos derecho a usar. podemos recordar las palabras de Barlow y su declaración de independencia del ciberespacio en Davos por la que interpeló a los gobiernos mundiales: “Sacad vuestras sucias manos de la red, porque es nuestra”.
Por otro, internet, en nuestra civilización financiera, es el mayor negocio del mundo, y eso hace que capital global, multinacionales, gobiernos apuesten por la red. Y el control es básico para aumentar los beneficios empresariales, y también es un interés gigantesco para sistemas de gobernanza autoritarios. Por ejemplo, el gobierno de China, ya utiliza sistemas de reconocimiento facial y de control de consumos en el Sistema de Crédito Social. Controla al ciudadano directamente, pero además utiliza la tecnología para encontrar sujetos considerados “peligrosos” que después encarcela en campos de concentración. EEUU también utiliza la tecnología y los datos que genera para encontrar inmigrantes y refugiados, a los que separa de sus familias y encarcela.
Los móviles escuchan, geolocalizan, utilizan cara y voz para entrenar algoritmos de reconocimiento biométrico. Y nos identifican desde satélites equipados con software de reconocimiento facial. Incluso sin nuestro consentimiento o conocimiento.
Las personas podemos optar por el uso de la criptografía o de servicios que no explotan nuestros datos, Pero el problema no es individual, sino civilizatorio. Estas tecnologías unidas a sistemas de pensamiento empresarial y actitudes autoritarias mercantilizan lo que somos al máximo y a pesar de las personas. Y esta tendencia digital tiene un origen claro, tras la crisis de 2008, debido a las políticas de austeridad, la presencia pública se debilito en la red. Y se ha fortalecido un fenómeno descontrolado por gobiernos y por supuesto por la ciudadanía: El Capitalismo de Plataformas, o de la Vigilancia.
Este capitalismo orece infraestructura para nuestro uso libre. Pero por su lado esa infraestructura, es una datacenter que alimenta los famosos algoritmos. Y estos datos procesados poseen una gran capacidad de vigilancia, control y manipulación.
Este fenómeno se cuela con dispositivos como Alexa, en las plataformas digitales para pequeños comercios de barrio, en el diseño de las smart citys, las smart nation. En el Classroom o productos educativos que ya controlan los datos que generan nuestros hijos. También en la industria, la agricultura.
Por eso es básico establecer un debate ciudadano y democrático sobre que tipo de uso queremos con la red. Y plantear limites a estos negocios sobre los datos y si es caso, construir infraestructuras que ofrezcan esos servicios, pero que no cobren un precio oculto.
Las empresas de las que hablamos son Facebook, Apple, Microsoft, Amazon, y hace poco sus representantes estuvieron reunidos con el presidente Sánchez para vender la idea de una StartUpNation, con una digitalización de la economía y los servicios de administración desde sus plataformas. De esta manera, puede que el estado español, finalmente, sea administrado por Amazon…
La conexión en red es algo muy positivo. Pero esa red puede diseñarse con nodos autoritarios o en base a organizaciones horizontales. A través de empresas privadas con criterios y motivaciones que no se corresponden con el bien común, o con un control público transparente que favorezca nuestros intereses comunes.
En un periodo de 6 meses una sola persona puede generar un Excel de datos telefónicos que viene a ser como una novela de 5.700 páginas. Si estos datos se descifran y cruzan con otros datos también volcados por nosotr@s a través de facebook…, se construyen mapas de nuestras actividades, y reflejan nuestros hábitos… La capacidad de control de esta tecnología permite conocer todos los asistentes a una manifestación. Si esta información del evento se interpreta por ejemplo, con un algoritmo de análisis de tráfico, se logra una imagen donde se registra personas, identificadas, que disfrutan de más comunicación que otras, nodos de comunicación, en este caso, política o subversiva…
A la información que genera el móvil y las redes sociales hay que unir la generada por ordenadores, cámaras, rádares, chips de las tarjetas (incluída la de los supermercados por la que saben quien eres, donde vives, que consumes, cuanto ganas, cuantos hijos tienes…)
Estos datos, según tus circunstancias, se convierten en tus antecedentes. Puedes verte atascada en el aeropuerto de un país donde esté prohibida la homosexualidad. En Holanda, antes de la II Guerra Mundial, se había realizado un censo de religiones para dirigir fondos a las comunidades según su tamaño. Cuando llegaron los nazis, esta base de datos rudimentario facilito su trabajo exterminador. Solo el 10% de los judíos holandeses sobrevivió. Sin esos datos, esa comunidad hubiera tenido más posibilidades de escapar…
La misma existencia de esa información es peligrosa, porque nos deja vulnerables. Y por eso, debiéramos empezar a proteger más el caudal que ofrecemos.
Pero no acaba aquí todo. Hay asuntos que quizás tengan todavía más transcendencia porque están transformando lo que somos como especie de primates social.
De media, las personas desbloqueamos una vez cada 6 minutos el móvil. A la vez, empresas y universidades trabajan al unísono para, a través de la Web, manipular que pensamos y hacemos. Cada segundo que no nos conectamos, es tiempo que no es vendible. Y están dispuestas incluso a inducirnos hábitos insalubres, como no dormir, con tal de maximizar sus beneficios. Por eso han identificado las vulnerabilidades de nuestra mente. Y se aprovechan de ellas.
La autoestima es una vulnerabilidad. En la red se da una importancia descompensada a lo estético y lo físico. Y por eso nos fascinamos por espiar y por impactar, por mostrar lo que no somos con los filtros, por destacar lo bueno y ocultar los defectos. Y mucha gente se ahoga en ese pantano narcisista.
Y usan esa vulnerabilidad para cautivarnos y para manipularnos. Se aprovechan del amor y el desamor, de la desesperación por encontrar pareja. Y usan técnicas abusivas con tal de sacar beneficio empresarial. Una plataforma de citas para adult@s no quiere que encuentres pareja, sino que la busques…
Otro blanco fácil son niñ@s y jóvenes. Los bebés ya están considerados como “target consumidor”, y se diseñan productos específicos para cautivarlos. La OMS dice que antes de los dos años no debe pasarse ni un segundo al día delante de una pantalla. Pero hay una media de dos hora y media. Un tercio de la infancia utiliza pantallas antes de aprender a andar, en un momento crucial del desarrollo nervioso y psíquico. La pantalla se ha convertido en un chupete electrónico que deja libres de la responsabilidad de la crianza a las mapadres, y reemplaza el contacto físico, el uso de la palabra y los juegos de crianza. Como consecuencia están registrándose déficit en la adquisición del lenguaje, en la atención y el desarrollo socioemocional.
El móvil no es solo un teléfono. Es una terminal digital integral que nos cabe en la mano, está con nosotros en todo momento y en todos los sitio. Con un contenido capaz de llenar cada vacío de la vida. Y nos mantiene ensimismados, distraídos, impacientes, y sobre todo, consumidores de manera pasiva.
Cada persona y nuestras instituciones públicas debiéramos velar para que estas tecnologías estén al servicio de la vida que queremos vivir, y no de la vida que otros necesitan que vivamos.
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