Tratado sobre el cemento
Hoy nieva sobre el pueblo. La noche da paso a la luz de las farolas led. Estas, a su vez, alumbran los copos de nieve que empiezan a caer lentamente, como si no tuvieran prisa, dándoles tiempo a mirarse, saludarse, acariciarse, reconocerse mútuamente, antes de desaparecer en el frío y húmedo cemento.
Cemento que, sin ofrecer la posibilidad a la nieve de mezclarse con la tierra originaria, tierra también oscura, mugrienta, obscena y receptiva, le interrumpe a ésta el camino vital que antaño recorría sin prisa. Es la verticalidad de un encuentro de dos mundos que se conocen, se desean, se nutren en profundidad. Dos mundos creadores de nuevas representaciones transformadoras del espacio para la vida.
Cemento que, una vez bloqueado el límite entre estos dos mundos, construye un camino paralelo a ambos para dirigir a la nieve deshecha en su paso por la horizontalidad de su superficie rugosa. Así crea un reflejo de visibilidad que rápidamente desaparece en la cascada que se forma naturalmente en el desagüe construido para ese fin. Agua limpia y fresca que desemboca en el sumidero de los deshechos.
Cemento que organiza estos espacios y quiere darles un pretendido valor de riqueza y también hacerlos atrayentes a las miradas de sus posibles futuros dueños. Esa atracción que solo se consigue después de haber ocultado y desprendido del imaginario colectivo el verdadero valor que nos proporcionan los territorios en sustentarnos y sujetarnos a la vida.
Cemento que ocupa y distorsiona la propiedad del espacio que un día estuvo unida a la comunidad que la habitaba, así como a cubrir sus necesidades mediante su uso, aprovechamiento y disfrute bajo la premisa de perdurar ambos en el tiempo, comunidad y territorio. Tierras comunales que nos han llegado hasta hoy como son la mayoría de los montes de nuestro territorio. No dejemos que los usurpen y privaticen para plantar árboles de cemento.
Cemento que se utiliza para ocultar políticamente el significado de los espacios comunes como es la plaza, apropiándoselos y resignificándolos como públicos. Público y privado son la otra cara de la misma moneda. Lo público también está sujeto a leyes que hacen los hombres de cemento y así tener el poder de decidir quién, cómo y cuándo se utilizan estos espacios. Plaza pública, mujer pública. Pedir permiso para ocupar la plaza. La plaza cementada. La plaza como lugar de decisión. La decisión golpeada, dispersada, multada, ahogada por el cemento. Conciencia de plaza en la cascada del sumidero de las aspiraciones emancipatorias. Hoy nieva sobre el pueblo.
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