Suicidio, el patio trasero de la sociedad
Es el tema tabú estrella, está en el Olimpo de temas a evitar en cualquier situación imaginable. Si alguna vez te atreves a hablar de ello con alguien verás como le cambia la cara, el ambiente se tensa y se producen silencios incómodos o se intenta desviar el tema a toda costa. Hace unos meses hablé sobre la salud mental, pues sería uno de los aspectos más negados y estigmatizados dentro de ella: el suicidio.
Incluso al decir la palabra parece que bajemos la voz, no la pronunciemos del todo o utilicemos eufemismos para enmascararla. El suicidio es una realidad cotidiana de nuestra sociedad y debemos aprender a verbalizarla, a expresarla y a compartirla. Sin querer darnos cuenta de ello, somos cómplices del silencio y la invisibilización de una lucha y de una llamada de auxilio que podría haber ayudado a muchas personas pero que ha acabado en tragedia.
De todas formas, seguimos enfangadas en la misma mierda de siempre: el miedo, la incomprensión, la ignorancia y los prejuicios. Porque si hablas del suicidio no está bien visto, estás trayendo a la mesa un tema incómodo del que nadie quiere hablar. Si has sufrido esa realidad, ya sea por ti misma o por algún familiar, te miran con cara de pena y a la vez repulsión, como si fueras a contagiarles, porque claro, eso en mi familia no pasa.
Y ya estoy harta de esa frase. Parece que las personas que hayan pensado en el suicidio como alternativa, que hayan intentado suicidarse o que hayan tenido familiares con tentativas ya no sean “normales”. Eso sólo pasa en las peores familias o en las familias desestructuradas. Hasta las personas más fuertes pueden pasar por eso. No tiene que ver con ser débil o cobarde, no nos quedemos en la superficie, en los prejuicios y opiniones fundadas, abordemos el tema en profundidad.
Para ello es totalmente indispensable que la salud mental tenga un papel preponderante, qu ese la valore y estime como es oportuno y la sociedad se conciencie de una vez de que quizás no seas tú, pero igual es tu amiga, o tu vecina o tu profesora la que está pasando por algo así y no es que estén locas o sean débiles es que necesitan ayuda profesional, un entorno seguro y el apoyo de su familia y amigas para sentirse cómodas y para poder por fin quitarse la mordaza de la boca.
Todo esto lo digo porque he vivido en primera persona esta realidad, he aprendido a convivir con ella y a poder expresarla en ciertos círculos. Sin embargo, sigue siendo una lucha titánica contra el silencio, sobre todo si seguimos fomentando la lástima fingida, el miedo y el pasotismo. Nadie quiere implicarse, nadie quiere que le salpique y nadie sabe qué decir. Pero sigamos así, a ver a quién le toca la próxima vez, hasta que tengamos el patio trasero lleno a rebosar y tengamos que sacar las vergüenzas a la acera.
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