Labastida 1933, cronología de 24 horas de levantamiento al grito de “Viva la anarquía”
Diferentes episodios, muchos de ellos negros, han marcado el siglo XX en Araba. Asesinatos, torturas, fusilamientos… Muchos de ellos centrados en Gasteiz, otros más extendidos. Pero también ha habido ejercicios de empoderamientos en las épocas más duras. Ejemplo de ello fue Labastida con un levantamiento de 24 horas con tintes rojos y negros que recuerdan y quieren recuperar, por ejemplo, con labastida1933.com.
Miremos atrás, retrocedamos más de 80 años: noviembre de 1933. El primer benio republicano-socialista, presidido por Manuel Azaña, fracasa en las elecciones generales. Cuándo alguien pierde, hay quien gana: las fuerzas de la derecha encabezadas por la coalición CEDA, fue la ganadora ante una izquierda que se presentó profundamente divida.
La CNT, que había propugnado la abstención en estas elecciones, ante esta situación, decidió lanzarse a una huelga general revolucionaria que proclamase el comunismo libertario. Este levantamiento de diciembre no tuvo apenas efecto en Euskal Herria pero si que lo tuvo de manera destacada en Labastida.
Este levantamiento, estaba organizado por el Comité Revolucionario: todo tenía que estallar en el momento que el Comité ordenase. Los sindicatos adheridos a la CNT en varios pueblos de La Rioja cercanos a Labastida estaban preparados. El Gobierno declaró que se trataba de “una campaña perfectamente preparada hasta en sus mas pequeños detalles”, pero en Labastida, la mayoría de los afiliados del Sindicato Único en el pueblo, no tenían conocimiento de lo que se preparaba.
“La CNT y los sucesos revolucionarios de Labastida de diciembre de 1933”, narra Santiago de Pablo Contreras. El Sindicato Único estaba compuesto en la localidad entonces por 60 miembros, la mayoría de los cuales se ganaban la vida trabajando en el campo. Se sabe incluso que Luis Gil Sáez y el joven de 16 años, José Gil Cámara -gasteiztarra que vivía en Labastida-, presidente y secretario respectivamente del sindicato, se enteraron de la existencia del levantamiento la misma noche del 8 de diciembre. Pero, ¿qué sucedió aquel día?
Fue la mañana del 8 de diciembre, cuando Sixto Barrón, uno de los principales anarcosindicalistas del pueblo y uno de los fundadores del sindicato en 1923, recibió la visita de Fausto Villamor, dirigente cenetista de San Vicente de la Sonsierra, quien le comunicó el levantamiento que se estaba preparando. Barrón, con objeto de cerciorarse de la noticia y conocer los detalles, salió esa misma tarde hacia Haro, Briones y San Asensio, en cuyos sindicatos le confirmaron que la insurrección comenzaría aquella misma noche. Ante estas noticias, Barrón convocó una asamblea en el local del sindicato del pueblo. Como primera medida, se decidió que dos afiliados, Angel Manzanos y José Gil, fueran a Gasteiz a preguntar al Comité Comarcal si debían unirse al movimiento: central sindical libertaria estaba desconectada de los detalles del movimiento revolucionario, pero tenian en mente intentar iniciar una huelga general.
La falta de noticias concretas parece que hizo vacilar a algunos de los veinticinco sindicalistas que asistieron a la reunión. Barrón y Daniel Quintana proponían unirse al movimiento, mientras que Honorato Amurrio y el presidente Luis Gil, eran partidarios de no salir a la calle. Los primeros acabaron convenciendo a Gil de que era necesario secundar la huelga revolucionaria, puesto que esta iba a comenzar a la misma hora en todo el Estado. Así, en casa de otro militante anarquista, Esteban Manzanos, se dividieron por grupos y planearon la acción antes de despedirse, para verse horas después, en el local del sindicato.
02:00 horas de la madrugada del 9 de diciembre. La señal convenida por Barrón con los cenetistas de Haro para dar comienzo al movimiento se escucha; era el estallido de una bomba. Luis Gil ordena que los sindicalistas tomen las armas: escopetas de caza, pistolas, y explosivos. Corcuera y Barrón se acercaron a las casas de los afiliados que no habían asistido a la asamblea y les invitaron a unirse al movimiento, entre ellos varios afiliados del Partido Republicano Radical. También se encontraban varias personas no afiliadas a la CNT, que al parece ser fueron presionadas a salir a la calle, así como algún socio del propio sindicato anarquista contrario a salir.
Los insurgentes, dirigidos por Estanislao Barredo Ruiz, Sixto Barrón, Amos Madrid, Daniel Quintana, Angel Manzanos y Luis Gil, se dirigieron en grupos a las casas de los vecinos y vecinas, exigiéndoles la entrega de las armas que tuvieran, para proveerse de más armamento y desarmar a su vez, a quién se pudiera oponer al levantamiento. Hubo quien las entregó sin protesta alguna, pero hubo varias personas que se negaron a cumplir las exigencias de los anarcosindicalistas, entre ellos el mismo alcalde. La reacción con los reticentes fue desigual: de algunas casas se marcharon sin más, pero en otras -como en la vivienda del alcalde, colocaron cartuchos de dinamita o pequeñas cargas explosivas, que en parte llegaron a estallar produciendo algunos destrozos en general aunque de escasa importancia.
03:30 de la madrugada. Un grupo se dirige al cuartel de la Guardia Civil española donde prestaban servicio un sargento y cuatro guardias más: consiguen rodear el cuartel. Rociaron con gasolina la puerta del cuartel y la prendieron fuego. Un vecino, Marcelino López “Gasolina”, con animo de advertir a los guardias, gritó “¡Fuego! ¡Fuego, guardias!”. Uno de los asaltantes le disparó con intención de amedrentarle, y así el vecino en cuestión se refugió en el interior de su vivienda. Alertados por los gritos y el disparo, el sargento y los Guardias Civiles se asomaron a las ventanas del cuartelillo, siendo recibidos por una descarga cerrada de disparos. Se entabló un intercambio de disparos, entre los guardias y los parapetados en el muro de la huerta. El tiroteo entre estos y los anarcosindicalistas se prolongó por espacio de dos horas durante los cuales también cayo herido el sargento, con una herida producida en el antebrazo derecho producida por posta. Uno de los guardias consiguió abandonar el edificio e ir en busca del médico del pueblo, pero cuando consiguieron regresar al cuartel, Pedro Garrido ya había muerto. Durante esta refriega también resultó herido de un tiro un concejal carlista.
04:30 de la madrugada. Varios revolucionarios se dirigen al Ayuntamiento, donde intentan que el alguacil que vivía entonces junto a su mujer en el interior del edificio, les entregue las llaves. El alguacil se negó pero los insurrectos deciden asaltar el Ayuntamiento al grito de “¡Viva la anarquía!”. Ayudándose de una escalera y forzando las puertas de uno de los tres balcones de la fachada, consiguieron acceder sirviéndose de un hacha. Los numerosos documentos que sacaron a la calle, les prendieron fuego en los soportales, como acto simbólico para proclamar la abolición de la propiedad en el pueblo. Pero los documentos quemados no eran cualquiera. Se da la circunstancia, que entre los documentos quemados también se encontraban los libros de actas, el registro civil, los papeles del Juzgado, 72 legajos de valor histórico y toda la documentación de carácter administrativo desde 1800 hasta 1933. Por lo tanto, se perdieron. Pero del Ayuntamiento no se fueron con las manos vacías: se llevaron dos carabinas y una escopeta. Durante este hecho se produjeron fuertes enfrentamientos verbales con el alcalde, el alguacil y la esposa de este que al verles armados les grito: “¡Matarnos si queréis!”, a lo que una persona del grupo de los insurgentes le respondió que no querían hacerle ningún daño y menos aún matarles.
La encargada del teléfono público de Labastida, mientras tanto, fracasaba en el intento de hablar con Gasteiz ya que algunas líneas habían sido voladas. Pablo Caño, el encargado de esta labor, cortó el cable que abastecía el alumbrado público en vez del cableado telefónico. Según cuentan en el pueblo, los anarquistas efectuaron varios disparos contra el edificio donde la mujer se encontraba, para intentar amedrentarla y varios proyectiles penetraron en el interior.
Enrique Díaz Landaburu, párroco de Labastida, se escapó de su casa por la parte trasera y fué hasta Berganzo para llamar por teléfono a Gasteiz para comunicar lo que estaba sucediendo. La telefonista consiguió comunicarse con el comandante de la Guardia Civil de Haro, donde Fuerzas de Asalto procedentes de Gasteiz habían asestado allí un golpe a otra revuelta, con más de 30 personas detenidas, tras diversos tiroteos por las calles de la localidad y el intento de asedio al cuartel.
Al amanecer, los anarquistas habían derribado árboles en la carretera de Labastida-Laguardia con objeto de entorpecer la llegada de las fuerzas de seguridad, pero los guardias de asalto y otras personas provenientes de Haro entraron a pie al pueblo, armas en mano. Se cruzaron algunos disparos entre estos y los revolucionarios, y finalmente, la mayor parte de estos últimos, huyeron en desbandada hacia la Sierra del Toloño. Llegando parte de ellos a la altura de Puellas y la era de la Tenereta, un buen número de guardias de asalto aparecieron por Sopalacio disparando de nuevo a discreción pero no alcanzaron a ninguno de ellos.
Muertos, heridos y detenidos
08:00 de la mañana. Más “calma” en el pueblo El secretario del Gobierno Civil en Araba, Pedro Rodríguez Llamas clausura el local del Sindicato Único. Ante lo que estaba aconteciendo también en numeroso puntos de la geografía del estado español se declara el “Estado de alarma” en la provincia.
20 participantes en la rebelión fueron detenidos mientras que las fuerzas de seguridad se incautaban de varias bombas, cartuchos de dinamita, armas y municiones. Entre los detenidos se encontraba Agapito Vadillo -se encontraba en su casa simulando estar enfermo- o Estanislao Barredo, herido y escondido en un acervo de leña. Varios más consiguieron huir pero fueron detenidos cuando intentaban huir de la comarca. El mando del pelotón los entregó a la Guardia Civil de esa localidad y estos los enviaron a la cárcel de Gasteiz.
Hubo quien huyó hacia el monte Toloño: fueron a la Peña del Agujero, después un pequeño grupo se dirigió hacia Tabuérniga y una vez allí, algunos se dirigieron hacia Gasteiz y otros hacia Miranda. Pero también hubo quien decidió entregarse: Sergio Vadillo y Jesús González exhaustos y perdidos en el monte, decidieron hacerlo. El primero en la comisaria de Gasteiz, y el segundo en el cuartel de la Guardia Civil de Dos Caminos, Bidebieta, en Basauri.
En Miranda fueron detenidos ‘Esteban’ y Angel Manzanos. Ambos dos fueron a casa de un tío y una tía suya que tenían bajo su tutela a un joven socialista, maquinista de la Renfe, que les propuso un plan parecido al anterior, pretendiéndoles llevar hasta Irun en tren, pero cuando iban a salir de la casa la guardia civil les interceptó, habiéndose enterado en Labastida de su paradero.
Con todo, 36 personas ingresaron en prisión provincial de Álava a la espera de juicio. El sargento herido fue llevado a Vitoria y de allí al Hospital Militar de Burgos, donde fue dado de alta a finales de enero de 1934. El 11 de diciembre fue enterrado en Vitoria el guardia fallecido a consecuencia del tiroteo.
El 15 de diciembre, algunos de los detenidos fueron trasladados desde Gasteiz hasta Labastida para ser sometidos a careos y reconstruir los hechos.
Repercusión en la prensa española
Aquellas revueltas tuvieron eco en parte del estado español. Medios relataban ampliamente lo ocurrido en Labastida donde como prejuzgaba una columna de la prensa: “La propaganda y venta de periodicos como “CNT” y “Solidaridad Obrera” eran importantes”.
Los dos únicos diarios que se imprimían en Gasteiz se ponían “en estos momentos al lado de la autoridad en la lucha que tiene empeñada”.
El diario ultra católico “Pensamiento Alavés” en su editorial del 9 de diciembre, decía que “la raíz del mal estriba en el odio y la ambición que predicaciones insensatas despiertan en los corazones; en el ejercicio de la libertad liberal que ata las manos de la autoridad y suelta todos los frenos se sujetan las pasiones humanas”.
El diario tradicionalista se asombraba de que el “comunismo libertario del campo ha asomado ya en las provincias vascongadas. Nos quedábamos muy tranquilos cuando oíamos o leíamos los relatos de lo que en Extremadura o Andalucía pasaba; la culpa era de los latifundios y el hambre del campesinado andaluz; en Euskalerria no hay latifundio ni hambre”.
Y la edición alavesa de “Euzkadi”, diario nacionalista, refiriéndose a los votos obtenidos por José Luís Oriol de Comunión Tradicionalista en las recientes elecciones, titulaba “269 votos: aquellos polvos traen estos lodos”, queriendo dar a entender que de la revuelta de Labastida tenían la culpa los tradicionalistas, que dominaban la vida política local.
Los hechos no pasaron desapercibidos en la prensa española: los diarios “La Vanguadia” o “ABC” se hicieron eco de estos sucesos durante varios días así como de los juicios posteriores.
Así como en otras revueltas anarquistas sucedió, en Labastida los bienes o miembros de la Iglesia Católica no sufrieron daño alguno, aunque según el “Pensamiento Alavés”, varios anarquistas intentaron derribar a hachazos, sin conseguirlo, la puerta de la casa de uno de los sacerdotes. El reportero del diario español republicano “La Libertad” aseguró que un sindicalista propuso pegar fuego a la casa cural, a lo que se opusieron sus compañeros, porque en ese caso, arderían también las demás casas de la manzana.
A la red contra el olvido
El 4 de diciembre, labastida1933.com tomó vida propia en la red y esta nueva dinámica llevara a cabo diferentes actos para recordar los hechos de aquel año. Será un modo, por lo tanto, de conocer mediante las nuevas tecnologías, un alzamiento muchas veces olvidado pero muy presente 84 años después.
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