Colectivos del Casco Viejo se solidarizan con las empleadas del Bar Kirol y se suman al boicot
Vecinas de diferentes colectivos del Casco Viejo de Gasteiz han comparecido para mostrar su apoyo a las murjeres que denunciaron amenazas, tocamientos, actitudes violentas y chantajes por parte del jefe del Bar Kirol y Zezengorri. «Os animamos a reflexionar sobre nuestra capacidad como consumidoras y a no consumir más en estos locales. Queremos dejar claro que no aceptaremos en nuestro barrio a acosadores ni explotadores».
Fue a finales de diciembre cuando diferentes comunicados anónimos aparecieron en el Casco Viejo gasteiztarra señalando a un comercio en concreto: el Bar Kirol, situado en la calle Cuchillería, a pocos metros del cantón de San Francisco. En esta misiva, llamaban a boicotear el bar por “acosador y explotador”. “Hemos sabido que en el Bar Kirol, varias trabajadoras han sufrido amenazas, tocamientos, actitudes violentas y chantajes por parte del jefe”, explicaban en la misma. Días más tarde, han aparecido pintadas, en la misma linea, en las calles colindantes al bar.
Mes y medio después, el sábado 9 de febrero se ha celebrado la primera comparecencia pública para denunciar al dueño del bar y dar la cara frente a los medios de comunicación. Ha sido una comparecencia breve, a nivel vecinal: «Tenemos conocimiento de los diversos casos de explotación y acoso que se han producido en los bares Zezengorri y Kirol de nuestro barrio. Sería inaceptable que hubiese sucedido uno solo de los casos dados a conocer, pero lo peor es que esta situación se ha alargado con el tiempo y que son muchas las trabajadoras que la han sufrido».
El texto ha sido firmado por los sindicatos ELA y LAB, Astindu, Negeak, Ernai Alde Zaharra, Hala Bedi Taberna, Txapelarri taberna, Garraxi taberna, Parral taberna, AAVV Gasteiz Txiki, Gasteizko Bilgune Feminista, AMAR, Arabako Emakumeen Asanblada, Arkillos 10, Gasteizko Gaztetxea y Talka Espazio Feminista.
Según han señalado, varias mujeres han denunciado haber padecido «tocamientos, amenazas, chantajes y actitudes violentas por parte del jefe». Además, también han remarcado que todo esto debe sumarse a la «explotación laboral que sufren; no respetar vacaciones ni horarios, pagar las nóminas con retraso, intentos de no pagar o despidos ilegales entre otras cuestiones».
«No son casos aislados»
«Es evidente que no se trata de casos aislados, sino de consecuencias de un problema de fondo». Un problema que consideran se basa en las relaciones trabajadora-jefe y mujer-hombre que «reproduce el sistema capitalista heteropatriarcal».
Quienes el sábado se han reunido en La Cuesta, han querido hacerles llegar toda su solidaridad a las trabajadoras que han padecido estas situaciones. Por otra parte, anuncian que se suman al llamamiento de boikot difundido hace unas semanas. «Por ello, os animamos a reflexionar sobre nuestra capacidad como consumidoras y a no consumir más en estos locales. Queremos dejar claro que no aceptaremos en nuestro barrio a acosadores ni explotadores».
Días después de hacerse pública la noticia, varias mujeres, entre ellas antiguas empleadas que en su momento trabajaron para el dueño de este establecimiento -que, según se ha podido saber, además del Bar Kirol también regenta el Bar Zezengorri en la calle Zapatería–, quisieron explicar su experiencia a Hala Bedi. Todas y cada una de ellas pidieron que se mantenga el anonimato de las denuncias, por lo que los nombres que aparecen a continuación son ficticios.
“Me agarró del cuello y me sacó a golpes hasta la calle“
Una de las primeras personas que ha querido contar en primera persona a Hala Bedi su caso es Edurne. Edurne no fue empleada del bar, pero consiguió llevar al dueño del Kirol a los tribunales y ganar el juicio tras sufrir una agresión, a las pocas semanas de que éste abriese el negocio.
Era la primera vez que Edurne entraba en el Bar Kirol. No lo hizo sola, ya que le acompañaba una amiga. “Mientras ella iba al baño, pedí algo para tomar en la barra, detrás de la cual tenían una gran pantalla de televisión, donde se podía ver un programa sensacionalista americano con imágenes muy violentas de policías entrando a saco en un barrio de mayoría negra de una ciudad americana”.
Vistas las imágenes, Edurne quiso llamar la atención al camarero, que por aquel entonces era el propio dueño: “Le sugerí que, tal vez, un programa con imágenes de naturaleza podría ser más agradable de ver que aquello”. Ante lo cual él le contestó literalmente: “Si no te gusta te piras, puta guarra“. Lo sucedido después lo define como un “acto reflejo”: “Le eché el trago que tenía en la mano a la cara”. A lo que añade: “Puedo entender que me diga que me vaya, pero puta guarra sobraba totalmente”.
Recuerda cómo un segundo después saltó de la barra seguido de otro camarero. “Me agarró del cuello y me sacó a golpes hasta la calle. Una vez allí, el otro camarero me echó una jarra de cerveza por la cabeza para rematar la acción”.
Aunque todo pasó muy rápido (“el tiempo que le costó a mi amiga entrar y salir del baño”), todo quedó grabado en la memoria de Edurne y en el parte médico de Osakidetza. “Un par de días después les denuncié. Y, meses después, gané el juicio“, concluye.
“Quedarme callada sería un gran error”
“Estaba dudando en si denunciar o no, y al ver que no solo me ha pasado a mi, me parece que quedarme callada sería un gran error“, explica Maider. “Yo, personalmente, me he encargado de ir contando mi versión para que los clientes y la gente no vivan engañados. Que esta noticia salga en un medio de comunicación, que puede llegar a muchísima más gente, me parece ideal. Por eso lo cuento”.
A día de hoy, Maider no ha interpuesto ninguna denuncia contra el dueño, pero no descarta hacerlo. Uno de los motivos para no hacerlo ha sido el hecho de “no saber qué repercusión puede tener hacia mí el hecho de poner una denuncia, además de no saber adónde acudir ni cómo gestionar la situación”.
“Puertas para dentro nos insultaba, menospreciaba y gritaba. Por todo ello, tuve episodios de ansiedad y herpes“, recuerda. “Sois tontos, no servís para nada…”, eran frases que se repetían constantemente”, denuncia.
Además de ello, tal y como apuntan otras compañeras, recuerda que les restaba del sueldo la Seguridad Social que el empresario tiene que pagar por sus empleados. “Tuve varios contratos: nunca firmé ninguno y uno de ellos no está notificado a Lanbide”.
Maider fue despedida “de la noche a la mañana”, sin respetar el último contrato y sin ningún tipo de indemnización. “Nunca he visto mi finiquito”. Al ser despedida, Maider le reclamó lo que le debía y él se negó. Le amenazó y le chantajeó, asegurándole que no iba a servir de nada denunciarle.
“Mi compañera tuvo que intervenir de lo que se estaba excediendo”
Tania es otra antigua empleada que ha querido relatar su caso. “A pesar de oir rumores, al no saber si eran ciertos, pensaba que era la única que había estado expuesta a ese trato por su parte. Pero al ver que no era así, y que muchas otras personas también lo habían sufrido, he querido contar parte de la historia para ver si de alguna manera se hacía justicia, ya que siempre se ha salido con la suya y nadie se merece un trato tan denigrante, ni por parte de un jefe ni de cualquier otra persona“.
Al igual que Maider, Tania tampoco interpuso ninguna denuncia ni se puso en contacto con ningún sindicato.
Tania se refiere a un día en concreto: “En una ocasión me gritó, me agarró del brazo y me balanceó violentamente. Mi compañera tuvo que intervenir de lo que se estaba excediendo”.
Todavía recuerda el momento en el que dejó el bar. “El bar era un caos, sin nadie que controlara al dueño. Coincidió con fiestas de Gasteiz, donde se le fue de las manos totalmente: eran insultos a todas horas, nos culpaba a los trabajadores de que no hubiéramos tenido mucha gente en el bar, intentó pagarnos bastante menos de lo acordado, amenazó con echarnos…“.
“Se retrasaba con los pagos e intentaba pagarte menos”
Otro caso es el de Alazne, que ha querido ser más breve, pero confirmando los puntos que citan sus compañeras. A Alazne, como a muchas otras, no le dieron de alta en la Seguridad Social: “Había prometido que sí lo haría”.
“Además de las discusiones constantes, se retrasaba con los pagos e intentaba pagarte menos“. Finalmente, Alazne también dejó de trabajar para él.
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