ARGIA publica nueva información sobre la muerte de Juan Calvo en manos de la Ertzaintza, cuando se cumplen 30 años de los hechos
El 20 de agosto de 1993 Juan Calvo Azabal falleció en la comisaría de Arkaute, en Gasteiz. El cuerpo fue encontrado con signos de violencia. Condenaron a ocho ertzainas por delitos de imprudencia. Sin embargo, nadie perdió su puesto de trabajo ni pisó la cárcel, ni hubo condenas por malos tratos o torturas. Cuando han pasado casi 30 años de los hechos, ARGIA ha afirmado que ha conseguido nuevas informaciones sobre el caso: análisis médicos y forenses del cadáver; entrevista al enfermero que atendió a Calvo antes de que apareciera el cadáver; y declaración del único testigo directo que afirma que lo ocurrido quedó sin resolver, entre otras cosas. HALA BEDI hace eco de la información publicada por ARGIA mediante la licencia libre.
La revista y diario digital ARGIA ha publicado información nueva sobre la muerte hace 30 años de Juan Calvo Azabal en manos de la Ertzaintza. Entre otras cosas, ARGIA ha sacado a la luz análisis médicos y forenses del cadáver, entrevista al enfermero que atendió a Calvo antes de que apareciera el cadáver, y declaración del único testigo directo que afirma que lo ocurrido quedó sin resolver. ARGIA ha resumido en su reportaje los hechos de la siguiente manera:
“La persona detenida en la tarde de ayer viernes en Nanclares de la Oca (Álava) ha fallecido tras robar un taxi en Bilbao y llevar a cabo una espectacular persecución. El detenido, que estuvo tres veces ingresado en varios psiquiátricos, se desmayó tras sufrir una fuerte crisis nerviosa y agredir a los ertzainas que intentaban socorrerle”. Así explicaba la muerte de Calvo el Departamento de Seguridad del Gobierno Vasco en una nota de prensa la tarde del 20 de agosto de 1993. Según la misma nota, Calvo habría sido detenido sobre las 18:30, tras “oponer resistencia en una situación aparente de crisis nerviosa”. Fue trasladado al Hospital de Santiago de Gasteiz para ser atendido de una “contusión en el brazo”. Después, se lo llevaron detenido a comisaría, donde el comportamiento de Calvo fue “normal” hasta que hacia las 4:00 de la madrugada comenzara a golpearse “contra las paredes de su celda”. Los ertzainas entraron entonces en el calabozo, donde Calvo les agredió y cuando los policías lograron reducirles perdió el conocimiento. La ambulancia trasladó a Calvo al hospital, donde se confirmó el fallecimiento.
El diario Egin aportó más información, que obtuvo, según ARGIA, de “fuentes fiables del Hospital Santiago”: el cuerpo de Calvo presentaba fuertes magulladuras por todo el cuerpo, en las muñecas, así como edema pulmonar agudo, por lo que los médicos que lo trasladaron en ambulancia tuvieron que colocarse mascarillas debido al gas que desprendía el fallecido. Más adelante Egin publicó, en contra de lo que decía el Departamento de Seguridad, que Calvo pasó horas atado e inmovilizado antes de morir, según indicaban sus profundas huellas en la muñeca.
Las Gestoras Pro Amnistía, el movimiento Elkarri y Herri Batasuna atribuyeron la muerte de Calvo a torturas. Eusko Alkartasuna y Euzkadiko Ezkerra criticaron la falta de explicación por parte del Departamento de Seguridad.
El Departameto de Seguridad da una nueva versión
El 23 de agosto, tres días después de la difusión de la primera nota, el segundo máximo responsable del Departamento de Seguridad, José Manuel Martiarena, se vio obligado a dar una nueva versión de lo ocurrido. Martiarena hablo más de la supuesta brutalidad y el comportamiento “extraño” de Calvo y admitió que los agentes utilizaron porras y gas contra el detenido. En varios puntos entró en contradicción con la primera versión, según ARGIA.
Martiarena y el Departamento de Seguridad explicaron el altercado entre Calvo y la policía de la manera que se narra a continuación. Calvo pidió ir al baño a las 3:45 horas, donde propinó un puñetazo a un ertzaina y entre tres ertzainas intentaron reducir al detenido. Sin embargo, era imposible controlar a aquel hombre, y ante el aspecto de los hechos, un agente utilizó un spray defensivo. El gas no le afectó y el detenido aumentó su agresividad. Los ertzainas cerraron en calabozos a Calvo, pero destrozó dos puertas hasta salir a la calle. Ya en la calle, ocho agentes inmovilizaron a Calvo y le esposaron. A continuación, se percataron de que tenía el pulso muy débil. La ambulancia lo llevó al hospital. Martiarena declaró que el fallecido había sido “víctima de su enfermedad”.
El entonces máximo responsable político de la Ertzaintza, Juan Mari Atutxa, no hizo declaraciones sobre el ciudadano fallecido bajo su custodia hasta el 16 de septiembre, y lo hizó porque Euzkadiko Ezkerra lo solicitó, en la Comisión de Instituciones e Interior del Parlamento de Gasteiz. Atutxa corroboró la segunda versión ofrecida por su departamento, apoyando plenamente la actuación de los agentes: «No hubo voluntad de delinquir ni desproporción».
El juicio y la sentencia
En febrero de 1994 el Juzgado de Instrucción número tres de la Audiencia de Gasteiz informó de la acusación a ocho agentes de la Ertzaintza de un delito de imprudencia con resultado de muerte. También entonces se conoció oficialmente el resultado de la autopsia: el cuerpo presentaba decenas de golpes y restos de violencia, pero Calvo murió por inhalación de gas de los sprays de la Ertzaintza y más concretamente del edema pulmonar que le produjo el gas.
El juicio se celebró el 9 de febrero de 1995 y la sentencia fue notificada el 23 por la Audiencia Provincial de Álava: «La culpabilidad de los hechos que causaron la muerte de la fatal víctima, Juan Calvo, es claramente de los agentes de la Policía conocedores de los efectos nocivos del gas que impidieron la salida del detenido de los calabozos», dicta la sentencia según ha recogido ARGIA. Este medio ha intentado obtener la sentencia completa, aunque no lo han conseguido “por el momento”.
Nueva información obtenida por ARGIA
Lo que sí ha obtenido ARGIA es el informe médico que guardó uno de los médicos que intentó revitalizar a Calvo en las urgencias del Hospital Santiago, así como la autopsia oficial del cadáver en formato audio.
ARGIA ha hecho público, también, una conversación con Patxi Bezares, auxiliar de enfermería que atendió a Juan Calvo cuando fue trasladado a urgencias por los agentes, después de ser detenido, al anochecer. Según cuenta a ARGIA, en ese momento le curó algunas heridas leves y a la mañana siguiente supo que Calvo había muerto. Bezares vio el cadáver y ha dicho a ARGIA que “estaba tan masacrado que ni siquiera lo reconoció”. Bezares ha relatado a ARGIA que al menos uno de los médicos que tuvieron contacto directo con Calvo -quien al llegar a casa redactó y guardó el informe- sufrió seguimientos y amenazas por parte de la Ertzaintza en los próximos meses.
Además, ARGIA ha afirmado tener conocimiento de un testigo directo del crimen: una persona que aquel día estaba detenida en la celda frente a Calvo. El reportaje de ARGIA narra que primero en su declaración ante la Policía corroboró la versión de los ertzainas; pero en el juicio su abogado aseguró que el testigo le había contado que “Calvo había sido atado como un cerdito y golpeado sin piedad”.
Además, ARGIA ha tenido acceso a las declaraciones que realizaron los agentes de la Ertzaintza en comisaría, pocas horas después de la muerte de Calvo. El mencionado medio concluye que los relatos de los ertzainas no son compatibles con el estado del cuerpo de Calvo.
La Ertzaintza barajó la hipótesis de que se tratara de un miembro de ETA
ARGIA ha afirmado, basándose en declaraciones de varias personas relacionadas con el caso y de algunos de los agentes, que la policía autonómica creyó durante un tiempo que Juan Calvo, que había robado un taxi, podía ser miembro de ETA. Algunas voces, como el grupo contra la tortura TAT, sugieren que eso pudo condicionar el trato que se le dio a Calvo en comisaría, así como las torturas.
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