Lasierra, un ejemplo de soberanía energética para Araba
Lasierra es un pequeño pueblo del municipio de Erribera Goitia, y a pesar de contar con solo 12 habitantes, a finales del año pasado se convirtió en noticia por ser la primera “comunidad energética” de la CAV. Tras varios meses en funcionamiento esta experiencia basada en la autogestión energética se está extendiendo a otros lugares de Araba.
El proceso ya está en marcha en Tresponde, Urarte, Saseta, Manurga, Buruaga, Paul, Pobes, Olabarri, Artatza-Axkoeta, Tuyo y otros concejos, mientras que comunidades de vecinos en Gasteiz se están interesado por él, incluso el propio pleno del Ayuntamiento aprobó en enero fomentar la creación de comunidades energéticas.
El proyecto de Lasierra surgió de la confluencia entre la Junta Administrativa, el Consejo de Aguas Mendi Haran y el espacio Azala, ubicado en el pueblo. Se instalaron 40 placas en el depósito de agua y otras 40 que haciendo de cubierta han generado un parking contiguo. Se desarrolló bajo la fórmula de las comunidades energéticas.
Se trata de una figura jurídica basada en la cooperación entre diferentes agentes, creada para generar, usar y gestionar energía. Su objetivo no es simplemente producir energía renovable, sino que se realice de una forma soberana y democrática, con pequeñas instalaciones que no produzcan impacto en el territorio y que se ajustan al consumo, por lo que se genera energía prácticamente km. 0.
Su finalidad es “proporcionar beneficios medioambientales, económicos o sociales a sus socios o miembros o a las zonas locales donde opera, en lugar de ganancias financieras”. Por lo que no teniendo ánimo de lucro, su eficiencia es la máxima tanto ecológicamente, como por su estimulación al autoconsumo responsable, y por su gestión absolutamente democrática y directa entre sus miembros (un contador, un voto). A la vez que económicamente conlleva un ahorro en la factura de entre un 55% y un 60%.
El ámbito de la comunidad no puede exceder los 500 metros de contador de generación a contador de consumo, y tampoco su potencia de 100 kw. (0,1 Mw.). Esto facilita su construcción y puesta en marcha. Básicamente se trata de que distintos productores y consumidores se asocien en ese ámbito, y aunque no es necesariamente obligatorio, se prima que la instalación sea única para ahorrar costes. Estas características les hacen apropiadas para su instalación en los concejos alaveses, y la implicación de las Juntas Administrativas sirve para facilitar el acceso a las ayudas de las distintas administraciones, lo que abarata los costes. Aunque hay que reseñar que son entidades jurídicamente diferentes y su implantación se basa en la libre elección de las vecinas.
José María Martioda es presidente del Consorcio de Aguas Mendi Haran, que abastece de agua a 23 pueblos, y es uno de los impulsores del proyecto de Lasierra, debido a que en el pueblo tienen una de las 5 bombas de sondeo que extraen agua del subsuelo para consumo doméstico. En su opinión la función de una comunidad energética es similar a lo que eran las suertes, la leña que se repartía anualmente entre los vecinos de los pueblos para calentar sus casas. Cree que “es lo mismo, traducido al siglo XXI, a la energía eléctrica”.
El proyecto se ha desarrollado en colaboración con la cooperativa navarra EMASP, que les ha ayudado y asesorado en las gestiones. Esta cooperativa además compra la energía no consumida por el día al precio establecido en la subasta, al tiempo que proporciona energía en las horas que no hay luz solar. Los beneficios que se obtienen en la Cooperativa se destinan a proyectos sociales decididos por los socios de la misma.
Sin embargo, mientras que la experiencia de Lasierra apuesta por la generación autogestionada o soberana y a pequeña escala, desde el Gobierno Vasco se impulsan proyectos como Ekiola, en el que participa el Grupo Mondragón, que se basan en potencias mucho mayores, de 1 a 5 MW. En opinión de Martioda, dicho proyecto puede tener más viabilidad en otras provincias que en Araba, donde los núcleos rurales. además de ser pequeños, mantienen en sus derechos forales la capacidad de gestionar recursos como los montes o el agua.
Sin duda alguna mucho más alejadas del modelo de las comunidades energéticas están macro infraestructuras como Ekian, el mayor parque solar de la CAV, situado en la vecina Erribera Beitia, que ocupa 55 hectáreas, lo que equivale a 88 campos de futbol y consta de casi 70.000 paneles, por lo que su eficiencia energética se ve mermada por su transporte. En esta instalación además del Grupo Mondragón participa Iberdrola. Su impacto en el territorio es mucho mayor y sus beneficios van mayoritariamente a manos privadas, al ser otro modelo de gestión absolutamente diferente. Al tiempo que en vez de potenciar el desarrollo rural, más bien puede ser un acicate para la despoblación, como está ocurriendo en algunos lugares, ya que supone una disminución de tierras dedicadas al cultivo.
En definitiva, el proyecto de las comunidades energéticas va más allá del uso de energías renovables, lo que le diferencia de otros proyectos es la falta de ánimo de lucro, su apuesta por la soberanía energética, que se realiza a pequeña escala, atendiendo a las necesidades del entorno, y que se gestiona de forma democrática. Estas características pueden adaptarse perfectamente al mundo rural alavés, compuesto por pequeños núcleos dispersos, a la vez que supone un paso adelante hacia la soberanía energética.
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