1976, las fiestas de Gasteiz marcadas por el 3 de marzo y la amnistía
Este año han sido suspendidas las fiestas en Gasteiz debido a la pandemia del coronavirus, un hecho sin precedentes en las últimas décadas, no obstante, si echamos la vista atrás comprobaremos que hubo unas fiestas que estuvieron a punto de suspenderse, fueron las de 1976. Estas se celebraron, pero tanto los blusas como el Celedón rechazaron participar en ellas como señal de duelo por los asesinatos del 3 de marzo. Sin embargo, el ayuntamiento no cedió a las presiones y mantuvo las fiestas, las cuales se vivieron en un clima de politización y conflicto, con la petición de amnistía omnipresente.
Jon Martinez Larrea
El año había comenzado con dos meses de huelgas que acabaron con la matanza del 3 de marzo, este proceso había supuesto un paso adelante en la concienciación política de amplios sectores de la sociedad gasteiztarra. Por esos motivos se habían suspendido las fiestas en los barrios, y las cuadrillas de blusas anunciaron que no participarían en las de la Virgen Blanca aduciendo que “debido a los acontecimientos luctuosos ocurridos en Vitoria en los meses pasados no se sienten con ánimo de llenar de alegría unas calles que han sido recientemente testigos de lamentables sucesos. Igualmente renunciamos a mantener todo tipo de contactos con las entidades oficiales censurando su postura pasiva durante los días que precedieron a los citados sucesos”. Del mismo modo, José Luis Isasi, que había representado a Celedón desde su creación en 1957, anunció que no cruzaría la plaza de la Virgen Blanca.
El “Día del Blusa”, que entonces se celebraba el último domingo de julio, estuvo exento de celebraciones, salvo una misa y un homenaje en el cementerio a los blusas fallecidos ese año, entre los que destacaba Pedro María Martínez Ocio, asesinado el 3 de marzo. Junto a su tumba se entonó el “Agur Jaunak”, y se recordó que el año anterior había portado la imagen de la Virgen Blanca en el Rosario de la Aurora.
Las peticiones para suspender las fiestas fueron en aumento, sin embargo, el consistorio no se amilanó y las mantuvo. La prensa local respaldó la decisión del consistorio, criticando la postura de los blusas. El Correo rechazaba la politización de las fiestas, mientras que el Norte Expres, en alusión a la Virgen Blanca, señalaba que “Esta señora se merece que tengamos la fiesta en paz”.
La bajada del Celedón se preveía tensa, la plaza tardó en llenarse y las crónicas periodísticas confirman que había menos gente que en años precedentes. La tensión se disparó cuando, contra todos los pronósticos, un Celedón humano comenzó a cruzar la plaza, se trataba del ex novillero Enrique Orive, cuya presencia fue recibida con abucheos.
Un grupo de 500 jóvenes accedió a la plaza con ikurriñas, bandera por entonces ilegal, y pancartas en favor de la amnistía para los presos y presas políticas, consiguiendo desplegar una enseña vasca en lo alto del monumento a la Batalla de Vitoria. Además de exhibir símbolos, cantaron el “Eusko Gudariak” y lanzaron gritos como “Vosotros fascistas sois los terroristas”, “Amnistia danontzat”, “Pertur, gudari, ha muerto por Euskadi”, “Presoak kalera” u “Obreros, hermanos, no os olvidamos”. Un policía llegó a sacar la pistola y apuntar a los jóvenes.
Tras el chupinazo iniciaron una kalejira; en primer lugar trataron de seguir a las autoridades, lo que fue impedido por la policía. Entonces recorrieron las calles céntricas de la ciudad, y al pasar por la calle Dato descolgaron la bandera española izada en el Instituto Nacional de Previsión, la cual sería quemada, colocando en su lugar una ikurriña, que permaneció toda la noche. Horas después sería detenido Mikel Elorriaga, acusado de ultraje a la bandera e insultos a las autoridades, el cual sería encarcelado en Nanclares. La aparición de ikurriñas y pancartas, así como de proclamas y cánticos en favor de la amnistía serían una constante durante todas las fiestas.
El día 6 fueron liberados Imanol Olabarria, Jesús Fernández Naves y Juanjo San Sebastián. Habían estado varios meses en prisión acusados de sedición por su participación en la huelga de comienzos de año, pero finalmente se les aplicó la amnistía restringida concedida por el gobierno. Estos llegaron a la estación de tren, donde fueron recibidos por una multitud que los llevó en manifestación hacia la iglesia de San Francisco, gritando a favor de la libertad de los presos y pidiendo “Juicios populares a los asesinos”. Sin embargo, cuando llegaban a Zaramaga la policía cargó contra los manifestantes, causando varios heridos, algunos de gravedad.
Para el sábado 7 de agosto había convocada una manifestación pro-amnistía, pero esta había sido prohibida por el Gobierno Civil. Los accesos a la ciudad estaban controlados por la Guardia Civil, y una importante presencia policial rodeaba la Plaza de la Provincia, de donde debía partir la manifestación. No obstante, los manifestantes se agruparon la Virgen Blanca e iniciaron su recorrido por la calle Dato, donde la policía les abordó y comenzó a cargar, por lo que el centro de la ciudad se vio convertido en un campo de batalla, con numerosos heridos, incluidas las madres de los presos y personas ancianas. Al día siguiente una manifestación convocada por las Comisiones Obreras Anticapitalistas de Euskadi también fue disuelta.
La subida del Celedón fue el culmen de 5 días de manifestaciones e incidentes, la policía volvió a cargar contra un grupo de personas que accedió a la plaza con ikurriñas, produciéndose algaradas durante varias horas, y 6 detenciones. Como recuerda la periodista Amparo Lasheras, uno de los responsables de la masacre del 3 de marzo, Jesús Quintana Saracibar, dirigió la represión personalmente:
«La humareda de la traca se confundía con los botes de humo, las pelotas de goma y los golpes que, de forma indiscriminada, repartía la Policía Armada. En la confusión, descubrí, no muy lejos del lugar en que intentaba protegerme de la agresión de un agente histérico, al capitán Jesús Quintana, sin uniforme y acompañado de cinco o seis matones. Se infiltraron entre el público (…) se dedicaron a golpear a los que, pacíficamente, se manifestaron en la plaza». (LASHERAS, Amparo, 3 de marzo 1976, Arabera, Gasteiz, 2012, p. 91)
El alcalde franquista José Casanova admitiría en su balance de las fiestas que “De aquí en adelante nada será igual”. Las fiestas de 1976, a pesar de la cerrazón de las elites locales y de la represión policial, visibilizaron el cambio que en poco tiempo se había producido en Gasteiz, tanto la huelga, como la masacre del 3 de marzo, habían desterrado el mito de una ciudad tranquila, alejada de los conflictos sociales y políticos. A esto habría que añadir que también se había impregnado de la fuerte politización que se vivía en Euskal Herria.
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