Tiempos verbales
Nos hacemos mayores cuando nuestras frases comienzan con “en nuestra época…” y nos hacen jóvenes cuando alguien nos dice que lo hemos tenido todo. Las que hoy vamos para mayores en otra época fuimos las que lo teníamos todo, las que no aguantábamos nada, las que no sabíamos lo que era trabajar. Y en estos días, quizá porque las niñas de mi alrededor ya llegan a jóvenes, las miro y pienso en lo que tenemos y hemos tenido cada una.
Yo no tuve Spotify pero tampoco ecoansiedad, no tuve WhatsApp pero tampoco viví la sensación de que el mundo se podía acabar cada día. No tuve internet, pero tampoco un confinamiento en la edad en la que debía tocar y ser tocada.
No tuve teléfono móvil pero tampoco viví la inmediatez ni la necesidad de los likes ni de las actualizaciones constantes.
Tuve novios tóxicos, abuelos analfabetos, amigos muriendo de SIDA o enganchados a las drogas, tuve una televisión que me inyectó el miedo a salir de noche sola, tuve maestros que pegaban, miedo a ser diferente y muchas discusiones sobre qué era ser una buena chica.
Cuidado con las nostalgias, que principalmente son maquinarias de olvido.
Vivimos (pasado del verbo vivir) otras décadas que si comparamos fueron mejores y peores al mismo tiempo, porque la vida es precisamente la suma de todo lo que nos atraviesa y ni todo es maravilloso ni todo es terrible. Eso sí, es necesario asumir que todo lo que ya vivimos forma parte de un pretérito perfecto, al igual que nos hubiese gustado que lo asumieran nuestros padres y madres cada vez que decían, más ellos que ellas, que éramos una generación fallida.
El pretérito perfecto se caracteriza por hablar de pasado ya finalizado, aunque a muchas personas les gustaría que fuera un imperfecto, sin saber cuándo finaliza y así poder soñar con que lo pretérito se vuelva presente e incluso futuro. Pero cuando aprendemos a hablar nos enseñan que hay muchos pasados, incluso lo que en castellano se llama un pluscuamperfecto, para hablar del pasado del pasado, como si fuera imprescindible recalcar que todo eso quedó muy atrás. Lo llamativo es que no existe el futuro perfecto ni siquiera el imperfecto. Existe un futuro simple y un futuro compuesto. No hay perfecciones o imperfecciones en el futuro porque está por construir y debemos asumir la incertidumbre de no saber en el presente (y menos si vivimos ancladas en el pasado) lo que puede ser perfecto o imperfecto en el futuro, entre otras cosas porque corresponderá a muchas personas (algunas que ni siquiera han nacido) construirlo.
Si hay algo que todas, mayores y jóvenes, compartimos es el vivir en mundos imperfectos, con miedo a revivir ciertos pasados, nostalgias de los pasados que creemos perfectos e incertidumbre por los futuros más o menos simples que puedan estar por venir. No deberíamos decir que lxs jóvenes son el futuro, porque de esa forma quienes no lo somos nos atribuimos en exclusiva el timón del presente. Seamos conscientes de que el presente de cada persona pinta solo una pequeña parte del futuro, así que son necesarias muchas y diversas para pintar el futuro completo y con la mayor cantidad de colores posibles. Sobre todo recordémonos que los pretéritos pueden y deben servir para aprender, pueden tener distintas formas, pero siempre son pasado.
Isa Álvarez
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