“La rebeldía de la letra” -Miren Rico Tolosa-
El mundo de las letras, el papel y el bolígrafo, ese mundo tan aterrador y tan tentador a partes iguales. Un mundo que nos rodea e intenta llamar nuestra atención para que nos fijemos en esos ríos de tinta, en las metáforas y juegos de palabras que encierra cada frase. Y sin embargo, es una batalla perdida. Dicho mundo, que ha llegado a cautivar a las más dispares realidades lucha contra un enemigo implacable, casi indestructible: la lectora.
La lectora es el peor enemigo de la lectura. Y resulta paradójico. Es aquella a la que se supone que va dirigida la palabra escrita, y aún así es tan arrogante como para ignorarla o desdeñarla. La realidad supera a la ficción, el cerebro se activa con el poder de la imagen infinitas veces más que con el esfuerzo mental que supone posar los ojos sobre las líneas.
La mente pasa por un estado de trance casi orgásmico cada día en parte por el exceso de estímulos visuales y en parte por esta tendencia a la pereza y a la instantaneidad que caracteriza a esta sociedad. No sabemos esperar, no debemos esperar. Por eso cuando se produce un silencio, una pausa o una espera el sudor recorre nuestros cuerpos y nos invade la incomodidad. Y esa es precisamente la clase de paciencia y perseverancia que exige la lectura.
Como se ha comentado antes, la realidad ha sobrepasado a la ficción, ya no imaginamos, nos dan toda la trama hilada, los personajes definidos y el desenlace pensado de antemano, solo tenemos que sentarnos en el sofá y dejar que nos hagan un buen lavado de cerebro. Con todo esto no quiero decir que la lectura no pueda ser igual de peligrosa, que no haya lecturas que puedan inducirnos a un estado de apatía similar, de hecho eso mismo es lo que estoy reivindicando, la peligrosidad de la lectura pero entendida desde un punto de vista transformador.
La lectura es un acto rebelde que en la mayoría de los casos se hace de manera voluntaria. Es decir, la lectora debe escoger, equivocarse y encontrar lo que le gusta y le llena y por eso es tan peligrosa. La lectura reestructura la mente, nos hace plantearnos preguntas y nos cuestiona a nosotras mismas. Al contrario que los medios visuales, y en este caso la pantalla que casi todo el mundo tiene en el salón y la que todas llevamos en el bolsillo, el acto de leer consiste un reto, un desafío a un mundo que nos da todo mascado y que espera comernos la cabeza a bocados llenos de espectáculo y color.
Pero ya nadie relaciona lectura con rebeldía. La lectura tiene un aura académica, sobria y seria que la aleja de los estereotipos de subversión que conocemos. Y esa es una de las ideas que ha ayudado a la victoria del sistema actual, que ha conseguido apartar a la gente de las letras para poder controlar más fácilmente la cultura que consumimos. Además, hoy en día ya no se queman libros en las plazas, al menos no en todas, con lo que no se ve a la lectura como un fundamental en declive, como algo que hay que salvar a toda costa, pero de nuevo sería una imagen la que nos induciría a la acción. Qué ironía.
Porque parece que hoy en día ser lectora sea algo romántico y antiguo, fuera de la vida cotidiana. Entonces sí que nos encontramos ante una rara avis. El declive sutil es el peor de todos, para cuando nos demos cuenta ya tendremos las estanterías vacías.
Miren Rico Tolosa
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