Carta a Vinicius Jr.
Querido, admirado y vanagloriado jugador de ese “terrible invento que llamamos futbol” que no deja de ser otra cosa que darle, con más o menos arte, patadas y patadas a un balón: ¿Podemos comentar ahora con un poco de calma tu incidente jugando contra el Valencia en Mestalla?
La primera reflexión que se me ocurre es la de nuestra responsabilidad individual: hasta qué punto la conducta estúpida de unos o varios individuos puede alterar la tranquilidad y el disfrute de decenas de miles de espectadores. Y reconocer que te faltó perspicacia para comprender que quien iba vestido de aquella manera, y gritaba desaforadamente no parecía digno de que se le hiciera el más mínimo caso. ¡Pero así son las masas! Hay veces en que resulta mucha verdad aquel refrán castellano: “el mayor desprecio es no hacer aprecio”. Está claro que lo que ha sufrido y está sufriendo Vinicius, es una injusticia y una clara indignidad. Pero eso no quita para nada el que se llegue a exigir se le quite la “tarjeta roja”, más cuando ésta es bien merecida al “tomarse la justicia por su mano”, algo que nadie es digno de hacer, al atacar a un contrario lleno, quizá, de rabia y desesperación. El hecho es que la tenía muy bien merecida.
Si en lugar de jugar en el Madrid, estuvieras en el Valencia, verías con que amabilidad y admiración te trataban aquellos que ayer te insultaron injustamente.
En segundo lugar, aunque todos podamos tener algo de racistas creo que, en tu caso (esta y otras veces), los insultos no proceden de sentimientos racistas sino de miedo y desesperación ante tu gran calidad, tu velocidad y tu peligrosidad futbolística. Conozco el caso, en mis años de colegio, de un muchacho de tu edad que presumía de ser amplio y tolerante con los homosexuales y criticaba el maltrato que a veces han recibido. Pues bien: un día tuvo una pelea con un homosexual y, viéndose dominado por él, comenzó a gritarle “¡maricón”! No era un insulto según él, pero fue la única manera que encontró para atacar la superioridad del otro. Eso mismo es lo que pasa cuando te atacan con términos racistas: es un reconocimiento de su miedo y su desesperación ante tu categoría. Por eso deberás reconocer que tampoco tú actuaste con mucha talla llamándole al otro hijo de puta. En aquel momento solo era hijo de su propia estupidez ya que estaba insultando a muchas madres, incluida, sin duda., la suya.
En tercer lugar, si no racistas, lo que creo que es defecto de muchos españoles (políticos incluidos) es la falta de educación. Y quizá no esculpa de ellos: este país, que tanto presume de demócrata no ha sabido conseguir una ley de educación aceptada por todos los partidos. Además, en esta sociedad de hoy ya no educan los padres. Y yo creo que tampoco educan (o cada vez menos) los profesores en las escuelas y los colegios ¡Los propios alumnos con su forma de comportarse en las clases no les dejan: educan (si puede llamarse así) las redes sociales y los medios de comunicación. ¡Ahí no hay seguro buena educación!
Una sociedad mínimamente justa no podría permitir que un enseñante y un educador ganasen muchísimo menos que un futbolista. Y ya ves cómo están las cosas: por eso, si yo tuviera que atacarte por algo no te gritaría “negro de mierda”, ni alguna de esas coas que dejan peor al que las dice que al que las oye. Te gritaría simplemente (y algo despectivamente): ¡millonario”!
Ya sé que en eso la culpa no está en ti sino en todo el sistema. Pero a pesar de ello, tanto tú como Messi y otros muchos no deberías dejar de pensar en el dolor de eso miles de sudamericanos que tratan desesperadamente de entrar en Estados Unidos: en esos intentos de cruzar ríos andando, vestidos y con un niñito al hombro; en el hambre y la mala alimentación de esas criaturas durante el trayecto. Y, por supuesto, en España y en Europa debemos hacer lo mismo pensando en la cantidad de africanos ahogados, tragados, sepultados en el Mediterráneo, obligados a salir de sus tierras para poder vivir, por culpa de la manera como Europa trató y, ahora mismo, sigue tratando a África durante los siglos pasados y actuales. No pensar en eso sí que es un verdadero racismo.
Puedo decirte que sé de manera tácita que en países de América Latina (como en el tuyo propio y cercanos al tuyo) y en familias de villas miserables, toda la familia se empeñaba para ver si podían pagar estudios a un hijo que se hiciera médico o ingeniero y pudiese sostener a la familia. Hoy eso mismo se ha hecho (a veces incluso prostituyéndose una hermana) no para que su hermano pudiera estudiar, sino para que pudiera jugar al fútbol a ver si lo fichaba al Madrid o el Barça. Cerrar los ojos a esta realidad es otra forma de racismo: que hoy ya no está en el color de la piel sino en el tamaño del bolsillo y sus posibles.
Este es el mundo en que vives, querido Vinicius José. Disfruta jugando al fútbol. Pero no olvides que el fútbol no es solo un deporte precioso sino también un sistema perverso. Y cuando te vuelvan a llamar negro o cosas de esas, en lugar de insultar tú al otro, ve y trata de darle un abrazo o simplemente un saludo de afecto… a ver si es capaz, el otro, de soportarlo.
En su compañía, seremos felices algo que seguro ni siquiera soñamos
hacedores de milagros y proyectos, enderezadores de entuertos.
Compartiendo así con Él la Vida, seremos variados pero amigos,
como las partes de una vidriera de brillantes luces y colores,
que dejan pasar la Luz y la vuelven arco iris de belleza,
diversidad, Justicia, equidad, dignidad e igualdad.
Soñar, resistir, luchar, participar son sus claves para la Esperanza.
Pues los ríos más largos y profundos son siempre, en su parte más ancha, los más tranquilos y silenciosos.
Por eso inspira, inspiremos; respira, respiremos.
Respira, respiremos para ir y caminar adelante.
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