Sinfonía Nº 7 «Leningrado» de Shostakóvich
En 1941, Adolf Hitler planeaba borrar de la faz de la tierra a Leningrado y a su población civil porque era la cuna de la revolución y el símbolo de la cultura rusa, pero sobre todo, porque disponía de un importante complejo industrial en el que se fabricaban tanques pesados, coches, trenes blindados, tractores, cañones etc., además de una privilegiada ubicación geoestratégica.
Segunda Guerra Mundial. En el verano de 1942, la ciudad rusa de Leningrado ( hoy San Petersburgo) se moría de hambre. La ciudad llevaba casi un año bajo el asedio y los continuos bombardeos del ejército alemán. La población civil condenada a la supervivencia extrema moría de inanición, de enfermedades y de las situaciones derivadas de las brutales condiciones de vida que se impusieron en la ciudad para deshumanizar a sus habitantes.
En la desolación, un atisbo de esperanza. “A un año del asedio, la única orquesta que quedaba en la ciudad, la Orquesta de la Radio de Leningrado estaba inactiva, debido a que buen número de sus miembros habían sido heridos o estaban muertos. De modo que cuando su director llamó a sus integrantes para el excepcional ensayo de una nueva Sinfonía de Shostakóvich solo se presentaron quince. La mayoría, famélicos: los instrumentistas de vientos se desmayaban luego de emitir las primeras notas. Hubo que traer músicos desde el frente. Los primeros ensayos no alcanzaban a durar una hora, debido al agotamiento generalizado. Mientras, los bombardeos de la fuerza aérea alemana no cejaban”.
En estas excepcionales condiciones, la Sinfonía Nº 7 “Leningrado” de Dimitri Shostakóvich fue interpretada en el Gran Salón de la Filarmónica el 9 de agosto de 1942. A través de altavoces instalados estratégicamente por la ciudad y en dirección a las filas enemigas, la música se apoderó de la ciudad y también pudo ser escuchada por los soldados alemanes quienes años más tarde declararían, que al irrumpir la música en las líneas del frente, comprendieron que Leningrado no se rendiría. Este evento artístico- estratégico-psicológico, supuso el triunfo de la humanización latente frente a la barbarie que se estaba viviendo.
El sitio a la ciudad duró exactamente 872 días, desde el 8 de septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944. Y se dice que fue el asedio a una ciudad más largo de la historia, el evento más horroroso de la Segunda Guerra Mundial y el más costoso en términos de vidas civiles y militares.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, surgió la Organización de Naciones Unidas (ONU) para evitar nuevos grandes conflictos y “… para mantener la paz y seguridad internacionales, fomentar relaciones de amistad entre las naciones, lograr la cooperación internacional para solucionar problemas globales y servir de centro que armonice las acciones de las naciones…”
Año 2019, 75 años después, las guerras declaradas, encubiertas y/o silenciadas se extienden por el planeta. Éxodos de millones de seres humanos expulsados de sus países de origen llaman a nuestras puertas. El Mediterráneo convertido en fosa común. Los campos de refugiados de Moria, Lesbos, Libia, etc., son hoy, los nuevos Leningrados.
Mucha música. Necesitamos y necesitaremos muchas músicas para denunciar y parar esta barbarie que no cesa. Músicas que nos animen a rebelarnos para que la impotencia, la pasividad, el cansancio y la indiferencia no se instalen en nuestro interior y en nuestras vidas convirtiéndonos en cómplices útiles.
Se ha vuelto terriblemente obvio que nuestra tecnología ha superado nuestra humanidad, dijo (Albert Einstein)
Cierto que aquí y allá van emergiendo tímidos intentos de denuncia de las guerras, de apoyo a las personas refugiadas, contra la producción militar, contra el oscurantismo y la implicación de los países occidentales en el tráfico de armamento etc. Gestos como los de los estibadores del puerto de Génova que el 21 de mayo se negaron a cargar armas con destino a Arabia Saudí para ser utilizadas en la guerra contra Yemen, es un soplo de aire fresco que ayuda a creer en la humanidad. Pero nos enfrentamos a grandes intereses económicos, políticos y a los poderosos mercaderes de la muerte de la industria militar. El reto es considerable. Pero nuestro poder como sociedad civil
organizada y comprometida, si somos capaces de involucrar a cada vez más grupos sociales, puede hacer tambalear sus, aparentemente, resistentes cimientos en los que se asienta su maquinaria de terror.
Por cierto: Durante estas interminables campañas electorales alguien ha escuchado a la clase política, nombrar y/o cuestionar, a la Industria de producción militar en Euskal Herria? ¡¡SENCILLAMENTE VERGONZOSO!!
STALINGRADO ( PABLO NERUDA)
Stalingrado enseñó al mundo
la suprema lección de la vida:
nacer, nacer, nacer,
y nacía
muriendo,
disparaba
naciendo,
se iba de bruces y se levantaba
con un rayo en la mano.
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