San Valentín y el día de los enamorados
Como todos los años mañana, 14 de febrero, es la festividad católica de San Valentín y el día de los enamorados.
Por supuesto que hay muchas voces que critican el consumismo y lo empalagoso que resulta la celebración de este día, incluso hay voces, sobre todo desde el feminismo, que critican ese amor romántico que se nos vende como solución vital a todos los problemas.
Críticas, todas estas que son de agradecer y que demuestran el desarrollo de un pensamiento crítico ante las diferentes estructuras simbólicas del sistema neoliberal , como por ejemplo la apropiación por parte de empresas de reclamos afectivos o emotivos para marcar nuevos límites a la forma de vida que el neoliberalismo se empeña en crear.
Y es que el amor no actúa como paliativo a las injusticias y desigualdades, ni el amor es un objetivo o remedio para una vida complicada y difícil de vivir.
El amor no es solución, es mas el amor puede ser problema, y problema grande.
No podemos olvidar que en lo que llevamos de año diez mujeres han muerto a manos de su parejas o ex-parejas, es decir el amor puede terminar mal, muy mal.
Pero estas críticas y posicionamientos no cuestionan el concepto, el ideal en sí, que es el amor.
El amor no es un concepto universal, el amor tiene una historia y ha ido cambiando con los tiempos, el amor tiene clase social, el amor tiene raza y tiene edad, el amor no es, para nada, ajeno a las relaciones de poder, el amor no tiene por que ser deseable, el amor puede ser uno de los pilares en los que se sustenta la heteronormatividad.
Ya sé que a mucha gente le sonará muy fuerte, pero creo que el amor es heterosexual, por mucho que se diga que es un sentimiento que atraviesa cualquier cuerpo y que no entiende de orientaciones sexuales y de diferentes expresiones de género.
Pero la matriz del amor es la pareja, y es de la pareja de la que se espera un devenir como familia, con su consanguinidad, con su inversión en la prole, a la que hay que llevar a la concertada y con su ocio y vacaciones, en espectáculos, que bajo el eufemismo de “para todos los públicos”, son exclusivamente para el público hetero-familiar.
Y es que el amor puede ser una de las formas mas grandes de insolidaridad e injusticia. Nos unimos a una persona y nos desvinculamos del resto. Nos hacemos una pareja y una familia, algo aislado de la comunidad, una prioridad: salvad a mi marido…!, no sin mi hija…! Lo demás ya se verá.
El Amor es un relato y una gramática que sirve para integrarnos, para normalizarnos. No hay más que observar cómo es mucho mas admisible una salida del armario cuando se tiene pareja, que en solitario, donde sin amor eres una viciosa, promiscua y pecadora.
Y es que el amor parece salvarnos al someternos a un sentimiento angelical y loable, al convertirnos en personas integradas, normales, comprensibles…, en una especie de “osos amorosos” a los que debe tender todo ser humano.
No se trata de renegar de un sentimiento, pero sí de cuestionar la forma en la que se debe vivir el mismo. Neguémonos a que lo que sentimos sea la semilla de lo que nos oprime. Vivamos otras experiencias, creemos otros relatos, otros idiomas, que nos sirvan para subvertir el orden cerrado e irracional del sistema. Que el Amor no sea el instrumento del Amo.
Sejo Carrascosa
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