Otro palabrejo para el DSM
Me sorprendí un día, mirando en internet el pronóstico meteorológico, al encontrarme un titular que decía: “ecoansiedad, un fenómeno cada vez más frecuente”. “Vaya”, pensé, “entonces, tiene pinta de que lo que me pasa, le pasa a más gente, y que se han inventado un nombre para ello”. ¿Y, por cierto, es casualidad que me aparezca esto en la pantalla, o esque el móvil me escucha cuando le cuento a la gente cómo estoy, y filtra lo que me tiene que llegar para que sea de mi interés?
Bueno, a lo que iba, no seré yo quien reivindique un término concreto en forma de diagnóstico psiquiátrico (con todo el respeto a quien sí necesite hacerlo, para afirmar su identidad, o por cualquier otro motivo), porque me asquea que les encante sacar cada temporada una nueva actualización del DSM, en la cual aparecen nuevas enfermedades mentales, que son sacos en los que meten a gente con x síntomas en común, estigmatizándoles de por vida, y sin mirar a las personas en su integridad, y buscar la raíz del problema. Aparte, de que algunos de estos padecimientos clasificados, son descaradas estrategias políticosociales, para justificar la represión, y anular a sujetos potencialmente peligrosos de desestabilizar el orden del sistema impuesto.
Dicho esto, me parece significativo que esté aumentando o visibilizándose el número de personas que, más allá de una preocupación o sensibilidad, nos estamos encontrando con que nos dificulta el tener una plenitud e integridad psicológica, la manera de la que estamos reventando al planeta, y las consecuencias (físicas o morales) que esto tiene sobre el entorno, sobre nosotrxs, sobre el clima. En mi caso, es una obsesión que ronda mi cabeza desde que me alcanza la memoria, pero que se ha visto acentuada con los años, al poder ir comprobando en tiempo y espacio reales cómo está cambiando el clima, y cómo afecta esto a los ritmos naturales. También cómo nos la van calzando para que avancemos hacia dinámicas de vida mucho más destructivas, sin recibir apenas resistencia. Y, sobre todo, la indiferencia general, incluso en tus círculos cercanos, como si fuese un tema que no merece prioridad, o que es inevitable. Esto puede tener consecuencias diferentes en cada unx: ansiedad, depresión, impotencia, no poder afrontar la realidad, sentir enfado hacia ti mismx y hacia gente a la que quieres, tener dificultades para proyectar tu futuro, obsesión, miedo…y todo ello puede tener una parte de cultivo propio, pero tiene otra grande de realidad.
El daño ya está hecho. Ahora podemos elegir entre seguir como hasta ahora, por poner algunos ejemplos, gastando agua indiscriminadamente, usando el coche de manera individual hasta para ir a cagar, cogiendo vuelos de low cost como si no hubiera un mañana, y comprando (o robando) para comer mierda empaquetada de la otra punta del mundo. O empezar a darle prioridad a hacer un cambio real y colectivo, que mitigue los efectos de cara al futuro. Porque como no nos planteemos destruir el capitalismo, y la estructuración casa-individuo-pareja-familia nuclear, lo llevamos claro.
De todas formas, si elegimos la opción A, de seguir como hasta ahora, va a ser sólo cuestión de tiempo que nos venga una gran ostia en forma de epidemia, tsunami, o sequía brutal, que nos revienten, o nos hagan cambiar de manera de funcionar, porque no va a quedar otra. Si no a nosotrxs, a vuestrxs hijxs. Y cuando ya no quede petróleo que rascar, no nos van a traer las pijaditas, ni tampoco la alimentación básica, a la puerta de casa. Ni vamos a poder ir en coche a buscarlo. Asique quizás estaría bien plantearse hacer un uso y consumo más responsable de los recursos. Parece que nos han educado en que quien más impolutx vaya y más mierda genere a su alrededor, más mola. Curiosa paradoja lo que se esconde tras la fachada.
La solución está en nosotrxs, y no nos la van a vender, ni a salvarnos la vida, ninguna gran empresa con sellito ecológico.
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