Menor de edad: violador inimputable
Un escalofrío me erizó todos y cada uno de los pelos del cuerpo al fijar la vista en la pantalla. Espero que las terroríficas noticias no hayan pasado inadvertidas para nadie a estas alturas. No suelo escribir sobre actualidad, tengo el privilegio de poder coger a la lectora de la mano y guiarla a través de los diversos recovecos de mi mente que, llena de mil luces y estímulos, suele nutrirse de arte, literatura, educación, música o los claroscuros del espectro emocional humano. Sin embargo, en esta ocasión que espero sirva de excepción, tengo que desviarme de mi habitual torrente literario y abordar un tema que me descompone por dentro: las agresiones sexuales y las violaciones.
Como he mencionado al comienzo, supongo que todas sabemos a qué me refiero y por qué hablo de ello en este momento. En menos de un mes se han registrado al menos tres casos de agresiones sexuales y violaciones grupales por parte de menores en Cataluña. A raíz de la violación grupal de seis menores (cuatro de ellos menores de 14 años e inimputables) a una niña de 11 años en un centro comercial en Badalona, este último mes están saliendo a la luz cada vez más barbaridades del estilo.
Para dejar las cosas claras, las violaciones y agresiones sexuales se han producido toda la vida, es algo que lleva pasando desde que pusimos los pies en la tierra. No vamos a escandalizarnos y abogar por una nostalgia rancia en la que nos llevemos las manos a la cabeza porque esto antes no pasaba. La diferencia radica en que ahora se pueden grabar y difundir y ello conlleva a que parezca que por salir en los medios de comunicación son más comunes que anteriormente. Puntualizar que el hecho de denunciarlo y hacerlo público no invalida todas aquellas que quedan en la sombra.
Fijándonos en los datos, los agresores siguen siendo hombres (niños) y las víctimas, como no, seguimos siendo nosotras en la gran mayoría de los casos. Estas auténticas salvajadas, terrorismo puro y duro contra la integridad de las mujeres y niñas, nos trae de vuelta a aquel fatídico San Fermín de 2016 a esa manada de violadores que ahora parece que tienen seguidores entre los más jóvenes. Mismos hechos: un grupo de energúmenos amenazan y violan a una niña, lo graban y lo difunden. Me recuerda a las batidas de caza en las que los cazadores exhiben sus trofeos al final para ganarse el respeto y la admiración. La diferencia: son menores de edad.
Sólo de escribirlo me dan ganas de vomitar. Lo escalofriante de todo es que el hecho de ser menores de edad les exime de responsabilidad. Son inimputables, siguen teniendo derecho a la escolarización y las medidas son tan graves como seguir yendo al mismo centro educativo que la víctima. En esta cultura de la violación lo que aprenden desde pequeños es que no hay consecuencias. Además, sus derechos los tienen muy bien mascaditos, como suelo oír en clase: “Soy menor, no me podéis hacer nada”.
Finalmente, parece que se nos escapa de dónde puede surgir este tipo de violencia, pero quienes trabajamos con adolescentes sabemos que, por un lado, consumen pornografía desde que apenas tienen 10-12 años, y por tanto, su educación sexual se nutre de violencia. Por otro lado, banalizan y bromean con el hecho de violar o agredir sexualmente a mujeres y sus relaciones son, a menudo, desiguales y están centradas en el sometimiento y la lucha de poder. El discurso coherente y feminista lo han escuchado mil veces y están ahí para dinamitarlo, hoy en día buscan la provocación constante a la que les incita toda la basura que consumen. Tenemos maltratadores, violadores y agresores en potencia en nuestras aulas que ni pestañean cuando una noticia tan brutal aparece en sus pantallas.
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