«La vuelta de los Movimientos Autónomos en Euskal Herria» -Juan Ibarrondo-
Decía Walter Benjamin, que las luchas emancipadoras no siguen un camino directo al paraíso, sino que se asemejan a destellos o flashes discontinuos que iluminan el camino a seguir.
Y la actualidad vuelve a darle la razón.
De pronto, justo cuando el fascismo campa a sus anchas, cuando se anuncia la derechización de las sociedades europeas, cuando crece la xenofobia como un cáncer invasivo…, y las fuerzas de izquierdas parecen incapaces de hacer frente a semejante ofensiva neoconservadora y neoliberal… Justo en este momento, ante el desánimo de las gentes solidarias, que ya se preparan para un periodo de resistencia en las catacumbas…
Justo entonces, reaparecen como un vendaval las luchas autónomas en Euskalherria.
El movimiento feminista, tras años de un trabajo a veces invisible, o mejor dicho invisibilizado, desborda las calles y las previsiones con un coup de force que deja atónitos a propias y extraños.
Coincide el huracán feminista, con la salida masiva y continuada a las calles de decenas de miles de jubiladas y jubilados: al margen de partidos y sindicatos, con ideas claras y reivindicaciones concretas.
Ambos movimientos son fundamentalmente autónomos y horizontales, trabajan desde la base buscando la unidad frente al enemigo común, el patriarcado y el capital.
Ambos movimientos ocupan el territorio abandonado por los sindicatos y los partidos institucionales: el espacio del precariado, personas mayores y mujeres especialmente.
Estos movimientos se constituyen desde la auto-organización, y buscan tejer alianzas con distintos sectores sociales, que ya se vislumbran posibles entre mujeres, pensionistas, migrantes…
Los sindicatos, por lo menos los más combativos, siguen teniendo cierta fuerza entre los sectores asalariados menos precarizados, sobre todo en el sector público, y su defensa contra las privatizaciones es muy importante.
Pero su papel no puede ser protagónico, pues ya no representan a la mayoría de las trabajadoras y trabajadores, ni son tampoco ya la vanguardia militante o activista.
Sin embargo, pueden tener un papel importante de apoyo a las nuevas luchas autónomas, pero sólo si renuncian a utilizarlas en su beneficio, o menos aún, en sus ridículas peleas intestinas.
Lo mismo puede decirse de los partidos políticos de izquierdas, que en su caso, pueden ser la voz de los movimientos en las instituciones.
He citado sólo dos grandes movimientos, pues son los que ahora mismo demuestran más capacidad de movilización; pero no debemos olvidar a otros, como el de ocupación, la solidaridad con refugiadas y migrantes, contra los desahucios, los medios de comunicación alternativos, los nuevos movimientos ecologistas… todos ellos en auge.
Sucede a menudo, que cada cual lucha en su parcela, y tenemos la impresión de estar muy solas, de estar peleando contra un monstruo de mil cabezas imposible de vencer.
Por eso días como el ocho de marzo nos sirven para recordar que somos muchas: diez, cien, mil…, que tenemos más poder del que pensamos si nos unimos para vencer.
El ocho de marzo de 2018 será recordado como uno de esos fogonazos de luz de los que hablaba el viejo Benjamin. Destellos que iluminan el camino y nos quitan el miedo a la oscuridad.
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