La «vida» a toda velocidad
En esta sociedad capitalista que nos ha tocado vivir todo discurre a alta velocidad. Como dice la canción de Joxe Ripiau “beti presaka, inora ez iristeko”. Como decía Eskorbuto “siempre deprisa y corriendo para siempre llegar tarde; siempre deprisa y corriendo, de ningún sitio a ninguna parte”. Y no vale con ir rápido, sino que cada vez hay que ir más rápido. El tren de alta velocidad que va a 300 km/h ya no es suficiente, ahora necesitamos el tren bala, que levita por encima de las vías, a 600 km/h. El 4G es una mierda, necesitamos el 5G que irá 100 veces más rápido, a 10 gigas por segundo. Así podremos descargar 10 series en 1 segundo, ¡¡que alivio, con el 4G ya no había dios quien viviese!!
Hay que construir unas nuevas plataformas y nuevas vías para el tren bala, aunque no nos quede un metro de terreno sin asfaltar. Hay que poner 1 antena cada 100 metros para el 5G; da igual que nos frían el cerebro con las ondas electromagnéticas. Y se me olvidaba, hay que llenar todos los montes de molinos y todos los campos de paneles solares, que somos muy ecologistas. Porque esto es el progreso, la modernidad y al que no le guste es que es un jipi, andrajoso, cavernícola, una bruja, terrorista, muerta de hambre…
Después de trabajar todo el año a tope, ahora nos toca irnos de vacaciones. Hay que ir a un lugar exótico, visitar todo lo que pone en las guías de turismo y sacar bien de fotos, aunque después no nos de tiempo a verlas. Nada de hablar con la gente que vive allí y en cuanto saquemos las fotos, corriendo al siguiente monumento o al siguiente lugar donde se filmó un capítulo de Juego de Tronos. Da igual que esté lleno de turistas haciendo cola para sacar las correspondientes fotos y marchar. Es lo moderno y punto.
Si a alguien no le gusta este tipo de vida es porque es un fracasado, porque ya sabemos que aquí todos y todas tenemos las mismas oportunidades en la vida; no podemos parar el tren del progreso para esperar a nadie. Si hay gente que tiene depresión o ansiedad, si en Euskal Herria se suicidan más de 250 personas al año, es por culpa suya. Tenemos todo lo que necesitamos para ser felices y quien no lo sea es porque no lo está haciendo bien, así que ya sabe lo que tiene que hacer, adaptarse o morir…
¿Hasta cuándo vamos a seguir con esta farsa? ¿Cuándo vamos a plantarnos y decir basta? Ya es hora de echar el freno de emergencia y bajarse de este tren que no nos lleva a ningún lado. Sentarnos en el asiento como si no estuviera pasando nada solo nos lleva a la autodestrucción, porque vamos a toda velocidad hacia un gran muro de hormigón.
Estamos metidas en un sistema del que es difícil salir pero no podernos darnos por vencidas. Las luchas populares de tantos años nos han dado una sabiduría que debemos aprovechar, para entre todas y todos darle la vuelta a la situación. Cada acción que llevamos a cabo tiene unas consecuencias y si la realizamos en la dirección correcta, vamos construyendo una alternativa que en algún momento, si conseguimos apuntar todas en la misma dirección, puede dar un salto cualitativo y convertirse en “lo normal”. Hay que aguantar el chaparrón y mientras tanto intentar vivir lo mejor posible, como dicen en Kurdistan, “resistir es vivir”.
Ahora que estamos en periodo vacacional me gustaría mencionar la iniciativa Euskarabantura, donde 120 jóvenes provenientes de todo Euskal Herria y de la diáspora, recorrerán nuestra geografía para conocer nuestra cultura e historia. Lo harán mayormente a pie, con el objetivo de promover el uso del euskara y valores como la paridad, la convivencia, la responsabilidad, la autonomía y la sostenibilidad.
Hablando de vacaciones quiero acabar esta escotilla recordando que cuando se acabe el verano, a partir del 16 de septiembre, 47 personas van a ser juzgadas en la audiencia nacional por defender a las presas y presos. La fiscalía pide para cada una de ellas entre 8 y 20 años de cárcel. No podemos permitirlo.
Agur ta ondo pasa udan!
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