La RBI un instrumento eficaz para redistribuir la riqueza
La iniciativa legislativa popular por la implantación de la Renta Básica Incondicional consiguió más de 22000 firmas en su presentación al Parlamento Vasco, el autor analiza esta herramienta desde el punto de vista de la redistribución de la riqueza.
Cuando me piden que defina la Renta Básica Incondicional, suelo contestar que es una herramienta eficaz para redistribuir la riqueza.
No la única-ni la panacea en ese sentido- pero sí una herramienta útil para redistribuir la riqueza, en el entendido de que el sistema capitalista de mercado, por su propia dinámica, acumula de forma injusta riqueza en manos de unos pocos, y por tanto, la sociedad debe establecer fórmulas para redistribuirla.
Para entenderla, empecemos por asumirque la RBI no es magia que saca de la chistera recursos para todas y todos.
Por el contario, para ponerse en marcha necesitaría de una reforma fiscal importante en cuanto a progresividad: el 20% de la población más rica pagaría más, mientras que el 80% restante pagaría igual que ahora; pero también en cuanto a eficacia: eliminando la evasión y elusión fiscal, o al menos reduciéndolas a excepción perseguida y no a norma consentida para las rentas y patrimonios más altos.
Soy consciente de que esto no es nada fácil de conseguir, pero tampoco creo que sea imposible en comunidades como la CAV y Navarra, que disponen de autonomía fiscal, si hay voluntad política para ello.
Además, la RBI tiene que tener un amplio consenso social, por lo que es necesario un gran esfuerzo pedagógico para explicar las bondades y necesidad de la RBI.
Según las encuestas, la gran mayoría de la sociedad vasca afirma que está dispuesta a pagar impuestos de forma justa para mantener la sanidad y la educación, y en realidad esto no sería sino un paso más en esa dirección.
Es decir, extraer del sistema de mercado ámbitos vitales de nuestra existencia, redistribuyendo la riqueza desde la solidaridad del común.
Entendida así, La implantación de la RBI debería llegar impulsada por una gran movilización social, como otras conquistas históricas de la clase trabajadora, y motivos hay para ello.
¿Queremos ver en nuestras calles cada vez más gente sin techo? ¿Estamos dispuestas a consentir que nuestros hijos, o los hijos de nuestras vecinas, trabajen por sueldos miserables en condiciones lamentables? ¿Queremos vivir en una sociedad cada vez más desigual?
¿Nos arriesgaremos a sufrir las consecuencias de lo anterior? Es decir, al auge del autoritarismo, la securocracia, el racismo, el sexismo, la aporofobia, LGTBIfobia…, y la violencia social consiguiente producto de la desestructuración social.
¿Asistiremos impasibles al creciente deterioro de la salud mental de cada vez más personas vulnerables?
¿Preferimos pagar con nuestros impuestos más y más policías, funcionarios de prisiones, trabajadores sociales, sicólogos, burócratas del control social…o estamos dispuestas a dar a la gente una posibilidad de construir sus vidas desde la autonomía?
Son preguntas que deberíamos hacernos, preguntas urgentes, que no admiten más demora en la situación actual.
No son las únicas. La pregunta de fondo, que subyace a las anteriores, es de carácter ideológico: ¿Es el trabajo asalariado la única forma legítima y digna de acceder a la riqueza? O dicho de otra forma, elevamos a categoría política la máxima bíblica: “Te ganarás la vida con el sudor de tu frente”.
Responder a esto abre un debate interesante, y no son pocas las personas y organizaciones de izquierda que proponen el empleo garantizado como alternativa a la RBI.
Obviamente, sería muy miope renunciar a mejorar las condiciones de trabajo y al derecho al empleo (incluido un salario mínimo suficiente y la reducción de la jornada laborar) como reivindicaciones imprescindibles de la izquierda y el movimiento obrero.
Otra cosa es contraponer estas medidas a la implantación de la RBI, y ahí creo que a veces se cae en un culto al trabajo, que por una parte lo confunde con el empleo, cuando -como bien explica el feminismo- buena parte de trabajo realizado necesario para la reproducción social no está ligado al salario, y por otra, lo glorifica como esencia de la condición humana.
Desde luego, siempre se puede proponer que todos los trabajos relacionados con los cuidados deberían ser remunerados con un salario, pero no es eso lo que nos ensaña el feminismo sino más bien que deben ser repartidos de forma igualitaria sin discriminación de género, raza, condición social…
Por supuesto, que esto no quita para exigir que los empleos ligados a los cuidados, por ejemplo los que realizan las mujeres migrantes, tengan salarios dignos; pero ese no sería el objetivo final del feminismo, sino poner la vida en el centro y eso supone también extraer sus aspectos más esenciales del mercado de trabajo y resituarlos en el ámbito de la comunidad, incluido el empleo público sin duda, pero también en otras formas de cuidado comunitarias, familiares, de amistad… no necesariamente ligadas al empleo.
Desde el punto de vista de la ecología social tampoco tiene un pase insistir en la idea del derechoal trabajo asalariado como único ideal social legítimo y contraponerlo a otras medidas como puede ser la RBI.
¿De verdad necesitamos seguir trabajando como hormiguitas horadando el planeta?
La grave crisis ecológica exige para su resolución positiva un cambio de valores entre los que no es menor terminar con el culto al trabajo y su gratificación consumista: trabajar cada vez más para poder consumir cada vez más, en un círculo vicioso que está ocasionando el derroche de los recursos finitos, la destrucción de la biodiversidad y el cambio climático.
Trabajar menos y buscar otras gratificaciones personales, que tienen que ver con el disfrute del tiempo libre, el apoyo mutuo, la relación con la naturaleza, el cuerpo, la cultura… es necesario para afrontar la crisis ecológica.
No necesariamente siempre bajo las horcas caudinas del empleo.
Para terminar, no podemos olvidar, que también una herramienta potencialmente liberadora como la RBI puede ser pervertida por el capitalismo neoliberal, por ejemplo condicionando su puesta en marcha a la privatización de servicios públicos, sanidad, educación…, con lo que el remedio sería peor que la enfermedad.
Por eso es importante que sea la izquierda, política y social, desde planteamientos ecofeministas, la que lidere el debate y la reivindicación de la RBI.
En todo caso, bienvenido sea el debate, el mundo respira aires de cambio.
Juan Ibarrondo
Escritor y activista de la red impulsora de la ILP sobre la RBI en el Parlamento Vasco.
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